CAPÍTULO VI.
La costa norte de Tenerife.
Dice mucho de Tenerife que sin la ayuda de aquellos dos complementos, ríos y lagos, que están tan íntimamente ligados a cuanto es bello en paisaje, la Isla, con todo, sea capaz de mantener su puesto como uno de los lugares pintorescos de la naturaleza. La orilla norte de Tenerife tiene un encanto típicamente propio y en ningún lugar de la Isla hay tan agradable riqueza de colorido pincelado como en el Puerto de la

Hay poco comercio por barco a lo largo de este lado de la Isla ya que la gente prefiere confiar sus productos y sus vidas a la excelente carretera que desde Santa Cruz -puerto principal de Tenerife- bordea un tramo considerable de la costa.
El mar de estas orillas se muestra receloso con cualquier mejora e, incluso, el corto rompeolas que se ha construido en el Puerto de La Orotava con vistas a ofrecer una especie de refugio para las barquillas de pesca cuando las varan, es tratado por las olas como un mero juguete. Bloques completos de mampostería han sido desplazados hasta un extremo del rompeolas y se trata de una cuestión de tiempo comprobar cómo el mar acabará su labor. En un día tempestuoso, cuando suelen batir altas olas, el pequeño rompeolas se encuentra en un continuo estado de aparición y desaparición, su estructura, por llamarla de alguna manera, sólo se ve justo a tiempo para dejar lugar a la siguiente arremetida de agua con su correspondiente lluvia de maresía. No hay puerto y las dos o tres goletas que frecuentemente anclan en el mar abierto, a cierta distancia de la orilla, se balancean de una banda a otra cuando las enormes olas pasan por debajo.


Al oeste de La Orotava la carretera continúa a lo largo de la costa pasando por alguno de los paisajes más bonitos de la Isla. En esta región no hay carencia de agua y los arroyos que vienen bajando desde las alturas los encauzan aparte, como si continuaran en su torrente impetuoso, y los conducen por acequias de madera para verterse primero sobre un pueblo de las pendientes de la montaña y luego sobre otro.
Icod es uno de los pueblos más importantes de Tenerife y, al igual que la Villa de La Orotava, prefiere emplazarse a unos trescientos metros sobre el nivel del mar, constando su presencia en la orilla con su pequeño puerto del que una senda inclinada y espantosa6 conduce hasta el mismo pueblo. Este puertito, por lo que yo sé, es el único que puede reclamar semejante título a lo largo de toda la costa norteña de Tenerife. Estando allí llegó una goleta cargada con piedra7 desde una de las islas orientales, un artículo del que los habitantes no podrían prescindir.

Probablemente se cultivan más plátanos en la vecindad de Icod que en cualquier otra región de la Isla, y cuando uno se para en la extensa plaza que domina el mar, el terreno que se interpone está mayormente tomado por plataneras. Estos bosquecillos son un lugar favorito para los petirrojos8, quienes parecían estar bastante distribuidos en zonas, por la Isla. Los tres nidos de estas especies que encontré estaban construidos, cada uno de ellos, en el lugar dejado por la rotura de un plátano de la piña en cuyos espacios los pájaros construían un nido como revuelto, como mostramos en la ilustración. Para el observador superficial apenas hay diferencia, entre estos petirrojos y aquellos que nos son familiares en Inglaterra. Los campesinos le llaman pájaro de San Antonio9.

Muchos de estos pájaros de Tenerife tienen un gran reto para alcanzar la juventud, no porque sean acosados por muchos enemigos naturales sino porque la tierra se trabaja en propiedades muy pequeñas y porque los hombres y los muchachos están constantemente pisando cada metro de terreno y, naturalmente, descubren los nidos y una vez descubiertos, los rompen. Sus enemigos naturales son pocos excepto en la zona arbolada de las montañas donde hay muchos gavilanes11. Por lo general, las aves de presa son más carroñeras que cazadoras aunque el halcón peregrino12 destacaba por su ausencia, siendo un ave cuyas necesidades en todas las áreas parecerían encontrarse cubiertas en esta Isla. Un amigo mío que vivía en Las Palmas de Gran Canaria13 me dijo que hace unos pocos años vio un par de esas aves cerca de la ciudad. Una de ellas descendió y mató una paloma de una bandada de esas aves, que cayó al suelo pero que fue inmediatamente aprovechada por algunos guirres14, de tal forma que los halcones tuvieron que cazar de nuevo.

Tenerife puede presumir de poseer varios de nuestros pájaros cantores más atractivos, destacados de entre ellos son el capirote16, que es como le llaman los campesinos, y el mosquitero común17. A estos hay que añadirle los pájaros canarios que cantan constantemente en los huertos y en los árboles a los lados de la carretera, mientras que en la arboleda y barrancos18 más apartados las notas intermitentes de los capirotes, profundas y lastimeras, con frecuencia son los únicos sonidos que se pueden oír.
El ojo, que no el oído, está concebido para Tenerife, y el canto de los pájaros representa mucho de la música de la Isla, incluso las campanas de la iglesia, de las que se podría esperar algo de dulzura, sólo emiten un repique discordante. Una buena parte de los campesinos tocan la guitarra y hay un pequeño grupo en el Puerto de La Orotava que diserta excelente música, formado por un violín y tres o cuatro guitarras. Los diversos miembros de este grupo son personas que están relacionadas con el comercio en el Puerto y cada uno de ellos es un músico esmerado, lo que me recuerda que, cuando nos estábamos quedando en Vilaflor, una noche resultó muy ameno oír la voz de un hombre, claramente en el trance de una canción de amor, acompañado de una guitarra. El cantador mantuvo una voz de bajo muy profunda, restringida al compás de tres o cuatro notas, en tonalidad menor, durante casi toda una hora. Pensamos que debía estar enamorando, en cantos, a su inamorata, pero a la mañana siguiente nos dijeron que había sido despreciado por una joven del pueblo hacía un mes, y desde entonces siempre, a media noche, le daba serenatas en su vivienda. Desde luego era una forma bastante más efectiva y prudente de llevar a cabo su venganza que algunos métodos que adoptan otros mozos enamorados. Al grupo de metales que se ubica en Santa Cruz se le deja salir con ocasión de cualquier fiesta19 de cierta importancia en pequeños pueblos a los que desciende rampante y entusiasta para entrar en la refriega.
En Tenerife los días de fiesta son tan abundantes como las zarzas y no se deja pasar ninguno sin alguna nota de remembranza, ya sea una humilde fogata que titila después de la puesta del sol desde la morada de algún campesino en las faldas de la montaña o la verdaderamente espléndida pompa de las alfombras de flores, celebradas anualmente en junio en la Villa de La Orotava.

Todo aquel que puede ir, desde cualquier punto, acude a ver las alfombras de flores. Con varios días de antelación las mulas cargadas de brezo y retama bajan de los montes para aportar material para el fondo de esta eficaz “alfombra”. Sólo se usan los pétalos de las flores y se hace un diseño distinto para cada vía pública principal; las zaragatas21 se colocan dentro de un marco verde oscuro22 y tan pronto como se terminan los diseños se esparce agua sobre la “alfombra” con la intención de impedir que los pétalos salgan volando. Todo es un mosaico ejecutado con pétalos de flores de casi cualquier tono imaginable. Se requieren casi todas las especies de flores y arbustos de la Isla y es bastante notable la gradación de colores si consideramos que los diseños se colocan con el color natural de las flores excepto donde se requiere el negro ya que éste se obtiene llenando las figuras con el brezo que, con intención, se ha quemado previamente.
En la plazas amplias del pueblo se hacen tapices introduciendo diversas figuras y, en uno de esos tapices, consiguen una textura de mucho efecto utilizando las largas fibras que penden de las piñas del millo cuando están maduras, para representar la barba de un hombre de edad.
Esos días suspenden el tráfico en el pueblo y cuando, encabezada por eclesiásticos, la esplendorosa procesión emerge de la iglesia, pasa por las calles principales, una tras otra, reduciendo lo que sólo media hora antes era un incendio de colores a una nula masa sombría. Algunos de los tapices especiales en los que se insertan figuras están hechos por miembros de familias españolas de abolengo, representados en la Villa de La Orotava durante muchas generaciones.
Algunos de los antiguos jardines de la Villa son muy encantadores como también lo son los del Puerto, abajo, particularmente el jardín del hotel que, de una capa escabrosa de lava, ha pasado a ser un jardín de flores. El suelo, sepultado durante siglos bajo esta capa de lava, es de lo más prolífico; las rosas y otras flores innumerables florecen sin tener en cuenta la temporada o la estación.
Hay unos pocos sonidos de estación en Tenerife y el paso del tiempo no está marcado, como en Inglaterra, por el zumbido de la maquina o el afilado de la guadaña. Uno de los pocos sonidos del almanaque de la naturaleza durante la primavera en los jardines del hotel de La Orotava es el tintineo musical de las capas con forma cónica que cercan los pétalos de la Eucaliptus marginata, cuando cae al suelo derribada por la curruca capirotada o el mosquitero común en su búsqueda de alimentos de insectos entre los pétalos ya liberados. Otro sonido que siempre está ahí es el crujir de las hojas secas cuando los lagartos se escabullen rápidamente hacia su madriguera debajo de las rocas de lava.
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1 Vultures en el original. Egyptian vulture en inglés. (Neophron pernopterus). A principios del s. XX era una especie residente de Gran Canaria, Tenerife, Gomera, Fuerteventura, Lanzarote, Graciosa, Montaña Clara y Alegranza. Hoy en día se ven algunas parejas en Fuerteventura y Lanzarote.
2 En castellano y en cursivas en el original.
3 Zarzalero, en castellano, mayúscula y cursivas en el original, seguido de Blackberry-bird.
4 Spectacled Warbler en el original. (Sylvia conspicillata) Curruca tomillera.
5 En castellano, mayúscula y cursivas en el original.
6 Villanous (sic) en el original.
7 Piedra de cal sin duda traída desde Fuerteventura.
8 Tenerife Robin, en el original. Consideramos que se trata del petirrojo, (Erithacus rubecula), subespecie residente.
9 En castellano, en mayúscula y en cursivas en el original seguido de Bird of Saint Anthony.
10 Teydean Chaffinch en el original seguido de Blue Chaffinch. Pinzón azul (Fringilla teydea). Especie residente.
11 Sparrow-hawk en el original. También se le denomina Tenerifean Sparrow-hawk en inglés. Gavilán (Accipiter granti). Subespecie residente. En la época en que se describe esta situación su hábitat en el archipiélago era Gran Canaria, Tenerife, La Palma, Fuerteventura y Lanzarote.
12 Peregrine Falcon en el original. Consideramos que si bien el halcón común (Falco peregrinus) recibe el nombre de Peregrine Falcon, el autor se refiere al Barbary Falcon, halcón de berbería

13 Las Palmas, Gran Canaria, en el original.
14 Vultures en el original.
15 Kestrel en el original. Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus). Subespecie residente cuyo hábitat en el archipiélago se circunscribe a Gran Canaria, Tenerife, La Palma, Gomera y Hierro.
16 Blackcap, seguido de Capirote en castellano, cursivas y mayúscula en el original.
17 Chiffchaff en el original.
18 En castellano y en cursivas en el original.
19 En castellano y en cursivas en el original.
20 Iglesia de la Concepción inaugurada en 1788, erigida en el mismo espacio de la ermita fundacional de finales del siglo XV.
21 Nombre que reciben, digamos, los moldes para alfombras de flores en La Villa de La Orotava.
22 Se refiere a los bordes generales de brezo en los que queda enmarcado el tapiz.