Las «otras papas» son las de consumo diario, las que vienen de fuera, la mayoría para consumir y otras como papas de semilla para cultivarlas aquí. Son de tamaño mayor, con la superficie lisa y de color blanco, blanco amarilloso o rojo. Sus plantas tienen pocos tallos, hojas anchas y flores blancas (azul en el caso de la Autodate). Los nombres más sonados de éstas y como se conocen, son las variedades: Blanca Redonda, Rosada, Out of Date (Autodate), King Edward (Chinegua), Caras, Spunta, Slaney...
Hemos sido un pueblo muy «papero», como pocos en el mundo. Las comemos todos los días y, junto con el gofio, han sido la base de la alimentación de los canarios. Las hemos cultivado con esmero, con variadas técnicas, según la isla, zona, época, secano o regadío y con herramientas distintas.

En la zona de Icod del Alto y La Guancha: las papas Bonitas, con sus variantes. En La Orotava, Los Realejos y Santa Úrsula; las Azucenas; en La Esperanza: coloradas, Terrentas y Negras. También se encuentran presentes en otras zonas, como El Palmar, Tacoronte, Fasnia,...
Esta gran diversidad de papas cultivadas, se va extinguiendo y apagando con la vida moderna y los nuevos hábitos de consumo. Sus formas resultan incómodas para la vida rápida, hay que cosecharlas en una época determinada, los precios son más elevados por sus rendimientos más bajos y el consumo se hace en días señalados, generalmente con “papas arrugadas” con conejo en salmorejo, pescado encebollado o algunas carnes con mojo algo picón.

En la actualidad se están produciendo papas de semilla, por cultivo de tejido en el laboratorio, de las variedades Negra, Colorada, Azucena y Bonita, a fin de obtener una semilla saneada, limpia de virus, con lo que las plantas van a tener un buen desarrollo, con hojas menos rizadas (más lisas) y dando una cosecha de papas un tanto mejor. Esto se viene haciendo desde hace varios años. Esta papa de semilla se vende con el mismo nombre que las que el agricultor obtiene de forma tradicional. Nuestro agricultor ha aprendido, a lo largo del tiempo, a cultivar y seleccionar su propia semilla, para que ésta le dé buenos rendimientos y garantizar el perpetuarlas a través de los cuatro siglos que llevan entre nosotros.
Dentro de esas técnicas de selección están: el cultivarlas en secano (adaptándolas y haciéndolas resistentes al medio), la eliminación de plantas enfermas dentro de el cultivo, cambiar éste de zona y de tipo de suelo (bien si se dispone de esos terrenos o bien mediante intercambio con otros agricultores) y la eliminación de papas (tubérculos) deformes, vaguinas y tiernas.
Con ello, y si el tiempo ayuda, los rendimientos son buenos, no teniendo nada que envidiar, en muchos casos, a las ya referidas (“papas de laboratorio”).
En la actualidad hay cierto descuido con estas técnicas tradicionales centenarias... no está bien que se vendan papas de semilla que no tengan la calidad suficiente, pues al no haber control es la confianza del vendedor, o el conocer al agricultor y sus cultivos, de los que nos fiamos.
¿Cuántas veces se pueden plantar, dando buena cosecha, las papas obtenidas en laboratorio?... La respuesta es unas cuatro; más allá de ahí, si las plantas se “enrizan”, se enferman y producen muy poco, no resisten el medio mucho tiempo. ¿Y luego? Hay que volver a comprarlas al laboratorio que las produce… y así de por vida, cada tres o cuatro años, si tenemos la suerte de que no dejen de producirlas, teniendo así el control de la venta de papas de semilla y provocándole al agricultor una total dependencia.

Pero… sabiendo las consecuencias de todo esto, ¿cómo es que los responsables del sector, y otros, cuyo deber se les supone, no han informado debidamente a los agricultores y no dicen y regulan nada, haciéndose cómplices?
Le propondríamos a estas empresas productoras de “Papas de Laboratorio” que hay mucho por hacer, pero de otro modo, y que, aparte de mantener este proceso, se identifiquen sus papas adecuadamente y se advierta de las consecuencias. También que produzcan sus semillas a partir de las tradicionales en el campo, seleccionando las mejores plantas a fin de servir mejor a nuestros agricultores y consumidores.
De esta forma, queremos plasmar nuestra preocupación por este tema, y por su repercusión en el sector agrario y esperamos que estas reflexiones puedan ser rebatidas.
Este artículo ha sido previamente publicado en el número 31 de la revista El Baleo, editada por la Sociedad Cooperativa del Campo La Candelaria.