Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Bajo las lavas de Timanfaya hay un rico patrimonio arqueológico que estudiar.

Domingo, 6 de mayo de 2007
Redacción BienMeSabe
Publicado en el n.º 155

José de León Hernández aseguró que bajo las coladas del Parque Nacional de Timanfaya existe un rico legado arqueológico que debe ser estudiado, ya que “puede arrojar mucha luz sobre aspectos interesantes del pasado de Lanzarote”. El inspector insular de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria destacó que aunque hay zonas “cubiertas por coladas de más de 30 metros de espesor” se han llevado a cabo ”pequeñas intervenciones arqueológicas en zonas colmatadas por cenizas o en frentes de coladas que han sacado a la luz interesantísimos restos históricos”. De León, que recientemente ha leído una tesis doctoral sobre el patrimonio lanzaroteño sepultado tras las erupciones del siglo XVIII, impartió ayer una conferencia en el Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada en la que hizo un repaso por la geografía lanzaroteña de antes del cataclismo que sepultó más del 25% del territorio insular. Esta charla se enmarca dentro del ciclo de Arqueología Canaria organizado por la institución gestionada por el Cabildo de Gran Canaria.

José de León en su conferencia sobre Timanfaya y la arqueología, en la Cueva Pintada.

El doctor en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria avanzó que en algunas catas realizadas por él se han localizado restos de diversas épocas que nos hablan de la importancia que la región central de la isla jugó en tiempos pasados. El experto comentó que en excavaciones realizadas en la zona de La Geria se han podido localizar los cimientos y paredes de aljibes y otras construcciones, pero que la datación de todo este catálogo de patrimonio por descubrir abarca otras fases aún más antiguas de ocupación. Un ejemplo claro, comentó, es el descubrimiento de restos humanos en un barranco colmatado de la zona de El Jable. De León adelantó que en uno de los frentes de avance del Volcán de Las Nueces se localizó, “en el borde de un barranquillo sepultado”, un pequeño enterramiento con restos humanos que, presumiblemente, datan de época aborigen”. Otro importante foco de concentración de restos son, según indicó el historiador, las “montañas viejas”, las cimas de las elevaciones del terreno que quedaron rodeadas por los materiales arrojados por las erupciones. De León destacó que en estas zonas ya se han localizado varias estaciones rupestres con inscripciones alfabetiformes de carácter líbico-bereber y algunas con escritura en caracteres latinos, yacimientos, estos últimos, que también se han localizado en la vecina Fuerteventura. Estas inscripciones con caracteres latinos, que algunos autores han datado en torno al comienzo de la era cristiana, podrían ayudar a la interpretación fonética de las inscripciones bereberes a las que están asociadas. “Los que las hicieron”, señaló de León, “conocían las dos lenguas”.

“Hay que tener en cuenta que las erupciones volcánicas cubrieron un 25% de la superficie total de Lanzarote, una extensión que equivale a la extensión de la Isla de El Hierro. Es lógico que bajo esas coladas haya abundante material arqueológico”. Sobre su posible recuperación, el inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria fue claro y destacó que “en las zonas cubiertas de cenizas es posible hacer intervenciones tendentes a la recuperación de este patrimonio, pero hay que tener en cuenta que muchas zonas están sepultadas por más de treinta metros de coladas volcánicas” un extremo, este último, que hace imposible el trabajo de los arqueólogos. Aún así, indicó de León, es de vital importancia hacer un trabajo arqueólogo intenso en los lugares que lo permiten, para aflorar a la superficie un rico legado que ha sido preservado por las cenizas de Timanfaya.


Rastreo de documentos.

Para José de León, uno de los aspectos más significativos de esta investigación es la importancia capital que ha tenido el rastreo documental para hacer un dibujo aproximado de la realidad lanzaroteña antes de las erupciones. “Se han cotejado más de 5.000 documentos entre actas, audiencias o procesos de desamortización de propiedades eclesiásticas. Este trabajo de análisis concienzudo de documentación ha sido muy importante para reconstruir ese pasado y sacar algunas conclusiones muy interesantes. De León asegura que una de las sorpresas que se ha llevado al analizar los datos es que la actual población de Tías, una de las más importantes de la isla, se creó como consecuencia de estas erupciones. “La mayor parte de las fuentes escritas trabajadas son las de tipo indirecto como protocolos notariales o audiencias, las cuales han multiplicado los conocimientos que existían hasta ahora. Se han localizado más de 1.500 topónimos anteriores a las erupciones, la mayor parte inéditos ya que han desaparecido debajo de los volcanes. El sistema que hemos empleado para la localización física de los elementos de interés en el paisaje preexistente ha sido el de ubicarlos en base a las referencias fijas que han sobrevivido hasta hoy en el territorio, o bien relacionándolos con la intersección, o prolongación de caminos, que unían aldeas o zonas no afectadas”, señaló el conferenciante.

La mayor parte de los bienes inmuebles destruidos, estaban relacionados con el almacenamiento de aguas, producto de una enorme y costosa obra de ingeniería hidráulica, pero las lavas destruyeron, también, gran cantidad de asentamientos de los antiguos Majos en Chimanfaya, Gauso, Maso, Tíngafa o Guimón, entre otros lugares.

Según manifestó el inspector del Cabildo de Gran Canaria, las erupciones también crearon una “cultura del volcán” con un gran número de tradiciones y leyendas que se han ido asentando en el imaginario popular de los lanzaroteños. “También provocó la aparición de conocimientos prácticos, que han hecho brotar la vida y los recursos más básicos, desde las entrañas de este territorio recién creado, como en el caso de los cultivos sobre arenas naturales o enarenados artificiales, con una gran creatividad y rendimiento”, finalizó de León, quien quiso también poner de manifiesto la acción creadora de las erupciones.


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