Revista n.º 1066 / ISSN 1885-6039

La techumbre mudéjar de El Salvador, Santa Cruz de La Palma.

Domingo, 18 de marzo de 2007
Jose Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 148

Las armaduras mudéjares que cubren la mayoría de los techos de este magnífico templo son de las más bellas de España. Las tres de las naves son en artesa, destacando la central por el almizate, totalmente lleno de lacería, que forma grandes ruedas de doce alfardones, así como cubos de mocárabes; a su vez, las laterales presentan encintado en todos los faldones, pero más sencillo, pues la base de él son crucetas de cuatro brazos.

Foto Noticia La techumbre mudéjar de El Salvador, Santa Cruz de La Palma.

En sus orígenes, El Salvador tuvo todos sus espacios cubiertos con armaduras, hasta que las polémicas y radicales reformas realizadas a principios del siglo XIX sustituyeron las correspondientes a las tres capillas de la cabecera por una bóveda de medio cañón en la central y dos baídas en las laterales.



La abundancia de la buena madera en La Palma, como la tea, producto del pino canario, propicia el desarrollo de la carpintería en todo tipo de construcciones y elementos. La maravillosa Iglesia Mayor de La Palma responde al tipo arquitectónico que se difundió en el Archipiélago Canario a partir de los modelos andaluces que conocemos como arquitectura mudéjar.

El análisis de este templo nos indica que estamos ante una fábrica renacentista, en la que la carpintería morisca le da ese toque mudéjar del que no se sustrae ninguna edificación en Canarias. La doctora Carmen Fraga, culmina su magistral trabajo sobre la arquitectura del templo, informando: “en cuanto a la sacristía, no es sino el recuerdo de la parroquial anterior, altamente demostrativa del tránsito que, en corto espacio de tiempo, existió en el Archipiélago de un Gótico-mudéjar a un Mudéjar-renacentista”.

El alcalde de la capital palmera, Lorenzo Rodríguez, daba a conocer en qué situación se encontraba la techumbre antes de las reformas y mejoras iniciadas en 1818: “el estado de conservación del templo sería bueno, si sus techos, sobre ser bajos y oscuros, no tuviesen ciertos decorados en la armadura que, oxidados los hierros que los sostienen, ha caído algunas veces al suelo, a lo que se añade el gran peligro que corre dicho templo, si por desgracia se incendia una casa situada al frente de su cabeza, sin más distancia que la de tres varas”.



Afortunadamente, no llegó a emprenderse la reforma de las cubiertas proyectada por el Beneficiado de la Parroquia Matriz, don Manuel Díaz, obsesionado por representar el espacio infinito y diáfano, en contraposición a la “pesadez y obscuridad” de aquéllas.

En el Legajo “Fábrica Parroquial” número 4, consta su proyecto de 1851, que pretendía reemplazar por techos de cielo raso las hermosas armaduras mudéjares que hoy, afortunadamente, admiramos. Un adalid del neoclasicismo como el Cura Díaz, identificaba la carpintería mudéjar, inalterable durante siglos, con las formas típicas del Antiguo Régimen que tanto detestaba.

Logró hacer desaparecer la soberbia armadura de la capilla mayor, construida entre 1616 y 1619 por el maestro Amaro Jordán, que posteriormente trabajó en La Concepción de La Laguna ente 1621 y 1624.



Las naves se cubren con armadura mudéjar, siendo la más antigua la correspondiente a la nave central, probablemente de mediados del siglo XVI. Se desconoce el nombre de su primer autor. Quizá fue el carpintero luso Gaspar Núñez, avecindado en La Palma desde 1554. Está comprobada su intervención en la nave del Evangelio, techada por él entre 1602 y 1610. También en las capillas de los Capitanes Juan de Valle y Francisco Díaz Pimienta, quienes dejaron a deber al maestro portugués enormes cantidades que éste reclamó en su testamento de 1612, “por ser mi sudor y mi trabajo y en hazer las dichas obras gasté lo que thenía y quedé pobre”.

Carmen Fraga cita varios carpinteros “de lo blanco” trabajando en La Palma entre 1534 y 1553 sin referirse a obras concretas. No hay documentación de su fábrica, pero sí de las restauraciones que fue sufriendo a lo largo de los siglos XVII y XVIII, tal y como consta en el Libro de Visita de 1636 y en los Descargos de 1712.

No se conoce a los autores de las techumbres palmeras, pero no se descarta la intervención de carpinteros andaluces, ya que entre 1580 y 1582 hay constancia de la estancia en la isla de Lucas de Cáceres, “carpintero hespañol” y en 1596, Juan de Molina, “natural de Sevilla, en Triana”, fechas que podrían estar relacionadas con la construcción de las naves laterales, puesto que en la nave central se conservó la que tenía la iglesia al menos desde que se realizaron las tres naves.



El pintor y escultor Juan de Sosa es uno de los primeros artistas que aparecen mencionados en la antigua documentación de La Palma en relación con las actividades artísticas. Artífice de la pintura de la nave del Evangelio y de las capillas de San Juan y de Santa Ana de esta hermosa iglesia, se obligó igualmente a “pintar los paños de tablazón y de madera y entablamentos y esquinas y almizate y toda la demas madera de la capilla de la dicha doña Agueda de Monteverde que tienen en la iglesia mayor de esta ciudad toda ella de las tintes y labores y matices que hice y pinte las demas naves de la dicha iglesia”.

En la nave central la armadura es de “par y nudillo”, articulación con tirantes dobles sobre parejas de canes cuyos contornos están compuestos por rectas y curvas, es decir, mixtilíneo. Ése es el elemento verdaderamente mudéjar que caracteriza a este tipo de iglesias y que se desarrolla a partir del siglo XIII en el reino nazarí y perdura en la Península al extinguirse el dominio musulmán. Torrés Balbás cree que el triunfo de la carpintería mudéjar se debe “a la falta de un rival occidental, románico o gótico”.

Gloria Rodríguez nos detalla en su magistral obra sobre este templo, con precisión y profusión de tecnicismos, la magnífica obra maestra, otro de los tantos orgullos de La Palma.

El encintado se sucede sin descanso. Los faldones están decorados con lacería de cuatro cintas superpuestas en bandas horizontales de crucetas y polígonos estrellados que se sitúan en su zona media y sobre el almarbate. El almizate -es decir, el punto central del harneruelo en los techos de maderas labradas- , se cubre con estrellas de doce cintas alternando con sinos de núcleo octogonal con adorno de piñas en el centro y cuatro ángulos.



Los tableros del fondo y las caras laterales de los tirantes constan de ornamentación pictórica, de efecto deslumbrador, hasta no quedar un solo espacio vacío.

Todo el esquema geométrico se subraya con la decoración pictórica en blanco y rojo, mientras que las tablas del fondo se enriquecen con ornamentación de temas vegetales sobre fondo de tono vivo, predominando el rojo y el azul en los fondos, y rojo, azul, amarillo y blanco en la decoración.

El decorado de estas armaduras se viene atribuyendo al prestigioso artista Ubaldo Bordanova Moreno. Carmen Fraga y Gloria Rodríguez, en sus respectivos trabajos, coinciden en afirmar que “no hemos encontrado constancia de ello”. El contrato que la Fábrica firmó con el pintor madrileño en 1895, especifica la decoración de las bóvedas de las tres capillas de la cabecera y testeros de todas las demás, también las columnas y arcos, pero no las armaduras.

En cualquier caso, al menos la nave central estaba ya pintada en sus orígenes. En la primera restauración se paga a Antonio de Orbarán por labrarla y pintarla. Así, en 1632, este maestro desplegó una importante actividad como tracista, labrante y decorador de techumbres de lazo. Fue contratado por el mayordomo de fábrica para hacer de nuevo dos paños “con las guarnesiones, lassos y pinturas y de la manera y forma que están hechos los demás paños de la dicha iglesia”. Cobró por cada uno de ellos unos cien reales.

En la actualidad, los antiguos y bellísimos motivos florales y angelicales que decoraban las cubiertas se mezclan con los magníficos arabescos pintados por el prestigioso artista madrileño Bordanova.

El 13 de agosto de 1655, nuevamente Orbarán fue contratado por el mayordomo y los beneficiados de la Iglesia Matriz para la reconstrucción de la cubierta, aprovechando los paños que quedaban de la antigua. Las tintas y colores para la policromía tenía que ponerlas él mismo, mientras que el mayordomo de fábrica le suministraría todos los materiales necesarios como “madera, andamios y clavazón”.

En 1710 fue reparada de nuevo debido a la amenaza de ruina. Fueron los encargados los maestros Claudio de Acosta, Carlos de Abreu y Bernabé Fernández, quienes destecharon casi media nave y reconstruyeron todas aquellas partes dañadas. Se le encomendó la labor de retocar y ornamentar la madera “que se entró de nuevo para ygualarla con la otra pintura que tenía la nave” al pintor José de Sosa, vecino de La Laguna.

En las naves laterales, las armaduras tienen un esquema más sencillo que el de la principal. Se repite la decoración pictórica de la gran nave, siempre con motivos ajenos a lo gótico. La nave de la Epístola puede datarse hacia 1585, mientras que la del Evangelio es de principios del siglo XVII y fue autor de su armadura don Gaspar Núñez (Visita de 1610).

Bibliografia
Arquitectura mudéjar en Canarias. María del Carmen Fraga.
La Iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma. Gloria Rodríguez.
Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. Jesús Pérez Morera
Fastos biográficos de La Palma. Jaime Pérez García.
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