El Gobierno de Canarias aprobó la celebración del Día de las Letras Canarias 2006, que se realiza cada 21 de febrero. La elección de este día como fecha conmemorativa obedece a que, ese mismo día del año 1813, tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria el fallecimiento de José de Viera y Clavijo, polifacético autor canario que constituye un claro exponente de nuestra literatura y que entronca con varias áreas de conocimiento.
Con la institucionalización del Día de las Letras Canarias, el Gobierno pretende reconocer la labor llevada a cabo históricamente por los autores canarios dedicados a cualquier faceta de la cultura, en el convencimiento del importante valor que tiene para la comunidad el conocimiento de sus literatos, investigadores, críticos, editores y, en general, de todas aquellas personas que de una u otra manera forman parte del sector del libro y que ayudan al desarrollo cultural de las Islas. Por eso, cada año estará dedicado a uno o varios autores que transmitan los valores que la comunidad canaria quiere que prevalezcan.
Para la edición de 2007, el Gobierno de Canarias celebra los poetas considerados fundacionales de la literatura canaria: Bartolomé Cairasco de Figueroa y Antonio de Viana.
La elección de estos escritores supone una declaración de intenciones de la Comunidad Canaria. No sólo se rinde homenaje a quienes posibilitaron el nacimiento de la literatura canaria, sino que se celebra una particular manera de recibir el mundo y de expresarlo. De los modelos explicativos de la realidad insular que nos ofrecieron ambos poetas se nutre la comunidad a partir de ese momento. Los mitos a través de los que este lugar llamado Canarias puede ser leído serán los que perduren hasta nuestros días, no sólo en las voces de otros autores sino en las voces del pueblo.
La Comunidad Canaria, con este tributo a los creadores de la expresión canaria, se reconoce y se afirma como el lugar de su cultura, hecha con lo propio y con ricos materiales provenientes de muchos lugares que en las Islas adquieren nuevos valores.
Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610).
Considerado el príncipe de los poetas canarios, Bartolomé Cairasco de Figueroa supone la evolución de la literatura española y el desarrollo de una expresión atlántica (el canario cántico, como lo define Eugenio Padorno) a la que indisociablemente aparecerá unida la producción literaria de las Islas a partir de ese momento.
Elogiado por Lope de Vega en su Laurel de Apolo, está considerado el introductor del verso esdrújulo en castellano (Esdrujúlea, 1605). Logró fama literaria por su Templo militante, obra publicada en cuatro tomos entre 1602 y 1614, en el que se celebran las vidas de los santos y de las fiestas cristianas según el calendario eclesiástico, y que gozó de varias reimpresiones. En su obra Canarias aparece siempre como contexto, a pesar de que la composición no es de tema canario, lo que subraya la filiación del poeta al lugar en el que nació.
Sus textos poéticos sueltos suponen la mejor manera de apreciar la grandeza poética de Cairasco, junto con dos obras, la Comedia del recibimiento que se le hizo al obispo Fernando Rueda y su traducción de Jerusalén libertada de Torcuato Taso, en las que se articula uno de los mitos recurrentes de la literatura canaria: el de la Selva de Doramas.
Cairasco le concede la voz al vencido, a Doramas. El héroe canario, muerto históricamente en manos de los conquistadores, descansa, en el imaginario canario, en el bosque de su mismo nombre.
Allí, Cairasco, en su Comedia del recibimiento, lo hace despertar de su letargo y salir de la cueva lóbrega y obscura, tras beber de la copa de ciencia infusa que le ofrecen los personajes Sabiduría, Curiosidad e Invención.
El mito de Doramas viaja, además, como glorioso polizón a bordo de la Jerusalén libertada de Torcuato Tasso para incorporarse a la tradición occidental y continuar así su singladura surcando las olas en la nave de la tradición atlántica, y fue el canónigo canario quien obró aquel milagro cuando decidió traducir una de las obras cumbre de la épica de la Cristiandad. Como se recordará, Cairasco traducirá la obra de Tasso en octavas reales, que quiso intitular Gofredo famoso, según nos cuenta el propio autor en la nota al lector que precede la traducción.
El poeta canario amplificará el texto italiano con 42 octavas propias en las que canta las Islas y, en especial, al bosque de Doramas, al que dedicará seis octavas, que comienzan con estos versos: Aquí florece la admirable selva/ que el nombre ha de heredar del gran Doramas.
La obra de Cairasco supone la primera definición del ser canario y de su inserción en la tradición occidental por dos vías: por un lado, a través de la articulación del discurso propio y, por otro, a través de la inclusión de lo canario en un texto clásico de la épica occidental.
Cairasco trata de situar las Islas en el contexto occidental lo que supone, asimismo, que lo occidental se atlantice. La nueva realidad a la que se enfrenta el europeo tras la Conquista de las Islas y el “descubrimiento” de América supone una nueva expresión y Cairasco será el primero que la articule.
Antonio de Viana (1578-1650).
Antonio de Viana supone la consolidación del discurso iniciado por Cairasco y ofrece, como ya advirtiera Agustín Espinosa, la épica que necesitaban las Islas y que no escribió el divino Ergasto, como era conocido Cairasco.
Con el texto de Viana, Canarias gana para sí el poema épico que cualquier pueblo ha de tener para “explicar” la génesis de su nación, al estilo de España o Francia, con el Poema de Mío Cid o la Chanson de Roland, respectivamente. Las Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria, Conquista de Tenerife y aparecimiento de la imagen de Candelaria (1604), título que suele abreviarse de diversas maneras, es una obra que se inscribe dentro de la corriente de lascasismo, por la defensa que realiza del indígena, en consonancia con el pensamiento y la obra de fray Bartolomé de las Casas. Se trata de un texto que surge en reposición del “honor” del otro, para contrarrestar la visión que de los guanches han transmitido algunos cronistas.
Escrito en plena juventud -lo compuso entre 1595 ó 1599-, El Poema de Viana supone un ahondamiento en la tradición instaurada por Cairasco de Figueroa. Asistimos, pues, al surgimiento de una corriente que tiende a dignificar al canario, frente a las interpretaciones realizadas por los cronistas.
El tema de las Antigüedades es la conquista de Tenerife, pero el personaje principal no es el conquistador castellano, Fernández de Lugo, sino Bencomo, el caudillo de la resistencia guanche contra el invasor. Frente al poema épico más cercano en el tiempo, La Araucana, de Alonso de Ercilla, la obra de Antonio de Viana está escrita por uno de los descendientes de los vencidos. Como apuntara Valbuena Prat, la obra supone para los canarios lo que la epopeya de Camoens para los portugueses: Canarias es vista como nos la describe Viana.
Si en Cairasco está escriturado el mito de Doramas, que permanecerá en el imaginario colectivo a partir de ese momento bajo el concepto de 'selva', Viana nos ofrece el mito dácilo. En ambos casos, se persigue la mitificación del pasado prehispánico, al que ambos autores se hayan directamente vinculados, y se define la peculiar manera del decir de lo canario. Como apunta Oswaldo Guerra, Dácil se convierte en símbolo de diversas lecturas que han sido recogidas por la tradición literaria posterior, bien para enaltecer el pasado idílico del mundo prehispánico, bien para exaltar la condición mestiza y abocada al exterior del ser insular.
Lo canario aparece así definido por la conjunción de varios factores ambientales -geográficos, históricos, económicos, sociales y culturales- que nos conducen hasta este aquí.
Cairasco y Viana dotan de sentido las claves que se desarrollarán en la literatura canaria de los siglos siguientes e influirán en la percepción de la realidad de los autores posteriores. Sobre todo, porque ambos representan lo primigenio, lo esencial. El origen está en ellos.