La pintora Ángeles Violán, junto con el escritor Rafael Arozarena en la obra Guía Naïf de costumbres canarias forman un tándem capaz de sorprendernos gratamente. Abrir esta obra y ojearla nos lleva directamente a un ejercicio delicioso de la memoria, esa memoria no visual sino oral. Pocos de nosotros hemos vivido los tiempos a los que nos remiten las láminas de Ángeles Violán pero todos recordamos de boca de los abuelos el relato de una forma de vida diferente, donde el tiempo se medÍa por la pulsión de la naturaleza en perfecta sintonía con el hombre. El agua llegaba desde el manantial en la cumbre hasta el chorro donde iban las mujeres de impolutos delantales a recogerla en tallas de barro, las cargaban sobre sus cabezas y caminaban con gráciles movimientos manteniendo el equilibrio. Era como un reclamo para el galanteo, en el chorro del agua los jóvenes establecían relaciones románticas y las mujeres más veteranas aleccionaban a las más jóvenes en las bondades e infortunios del amor.
