Revista n.º 1062 / ISSN 1885-6039

El reloj de bolsillo roscó patente en el ajuar del canario.

Sábado, 24 de noviembre de 2007
Alejandro C. Moreno y Marrero
Publicado en el n.º 184

Sabido es que el reloj de bolsillo de la marca Roskopf Patent (según el profesor Marcial Morera, léase en Canarias roscó patente) ha sido desde antaño una pieza imprescindible en el ajuar del hombre canario. ¿Quien no recuerda el relumbrante reloj Roskopf con la célebre grafía de la relojería de La Habana “Cuervo y Sobrinos” que su abuelo de regreso a Canarias había traído consigo desde Cuba o el hermoso Roskopf que su padre compró siendo aún soltero y del que jamás se ha separado? Ese reloj que posiblemente todos ustedes recordarán con cariño y que -a buen seguro- permanece guardado con mimo entre las cosas familiares, es el que hoy trataremos de estudiar.

Caballero de finales del siglo XIX con reloj de bolsillo, en una foto de la FEDAC.

Relojes Roskopf Patent de la colección de Alejandro Moreno.
 Diversos modelos de relojes Roskopf Patent de finales del s.XIX. Colección particular de Alejandro C. Moreno y Marrero.


La tradición atribuye la creación del primer reloj de bolsillo al alemán Peter Heinlein (hacia el año 1505); sin embargo, muchos estudiosos sitúan su origen hacia la segunda mitad del s.XVII, fecha en la que se comienzan a adosar los bolsillos a cada uno de los lados del pantalón. Sea como fuere, Giuseppe Brusa -en su obra titulada L´arte dell´orologeria in Europa- sostiene que la expresión reloj de bolsillo no es del todo precisa, argumentando que este tipo de reloj se crea para ser llevado sobre sí y no para ir escondido en el bolsillo, por lo que propone para una denominación más exacta la expresión reloj personal.

Según Luis Montañés, el fundador de la marca de relojes Roskopf Patent fue Georges Fréderic Roskopf (1813-1889), un personaje nacido en la Selva Negra (Alemania) que a la edad de 18 años se traslada a Suiza, donde desarrollaría toda su obra. Roskopf, como hombre visionario, buscó (y encontró) el medio de poner el reloj de bolsillo al alcance de pequeños burgueses, obreros y labradores. Su idea consistía en hacer un tipo de maquinaria más sencilla que las que se fabricaban la Europa de la época y, en especial, producir una envoltura (caja) enormemente robusta. Georges Fréderic Roskopf obtuvo por esta realización la Medalla de Oro en la Exposición Universal de París en 1868. Asimismo, se puede decir que dicha innovación marcó una importante etapa en la historia de la relojería, pues, de un lado, se había logrado poner el reloj a disposición de las clases populares y, de otro, porque significó el comienzo de la fabricación en gran serie.


 Relojes coloreados Roskopf Patent de finales del s.XIX y comienzos del s.XX. Colección particular de Alejandro C. Moreno y Marrero.


La expresión roscó patente ha designado en las Islas una marca de reloj fabricado en acero barato y muy resistente (llamado plata alemana= aleación de cobre, cinc y níquel) que se hizo bastante popular en nuestro Archipiélago entre finales del s.XIX y principios del pasado s.XX. En este sentido, J. Betancor escribía que “entre todas las marcas de relojes que llegaron a las Islas destacó, por su calidad y prestigio, la extranjera Roskopf”. Además, Manuel González Ortega expresaba que “el reloj Roskopf es uno de los objetos personales más apreciados por el isleño en los medios rurales”.

De otro lado, el profesor Marcial Morera, en su Diccionario Histórico-Etimológico del Habla Canaria, dice que la castellanización roscó patente también suele emplearse en el Archipiélago Canario como adjetivo, para hacer referencia algo muy duro y difícil de romper (por aplicación metafórica), así como también para referirse a la persona que aquí denominamos atravesada (persona de difícil trato).

… y buscó una chica divina,
de esas de roscó patente
y según dice la gente
la noche que se casó
el indiano se acostó
muy requemado y candente

(J. Betancor)


En Canarias, al igual que en Cuba, cada relojería solía acuñar el sello de su empresa a los relojes Roskopf Patent con el simple objetivo de personalizar aún más aquel reloj que iba a ser vendido en su establecimiento. Este sería el caso, entre otras, de la ya mentada relojería Cuervo y Sobrinos de La Habana, una empresa familiar creada hacia 1882 por el señor D. Ramón Cuervo junto a sus sobrinos (de ahí el nombre del establecimiento) o también, por ejemplo, la relojería guiense de los Hermanos González, cariñosamente conocidos por Los Brigá y quienes ya figuran en activo en el Censo Electoral del Ayuntamiento de Guía de Gran Canaria del año 1894 con la relojería abierta en la c/ Luís Suárez Galván nº 25. Anecdóticamente, parece ser que -en cierta ocasión- un señor acudió al establecimiento de los hermanos González porque se le había parado el reloj Roskopf de bolsillo. Maestro Pedro González, ojeando a primera vista el estado de la maquinaria, le dijo que fuera a buscarlo por allí en unos días. Sin embargo, en cuanto el hombre salió de la relojería, le dio un soplido al volante del supuestamente estropeado reloj, el cual se puso en marcha de forma inmediata. Fue entonces cuando mi tío-abuelo Juan Ortíz (entonces niño, fallecido hace unos meses casi centenario), quien acostumbraba a frecuentar el taller, ante semejante acción preguntó a Maestro Pedro González: ¿por qué le dijo que viniera otro día si el reloj ya está funcionando? A lo que contestó el experto: “niño, hasta para dar un soplido hay que saber. No ves que si lo hubiese hecho ante él, no había podido cobrarle el arreglo”.


















 A la izquierda, reloj Roskopf Patent de fines del s.XIX con la grafía de la Relojería guiense Hermanos González y, a la derecha, otro reloj de comienzos del s.XX con el sello de la relojería de Pantaleón Suárez (Guía). Colección particular de Alejandro C. Moreno y Marrero.


En fin, como ya hemos indicado a lo largo del presente trabajo, el Roskopf Patent es un reloj de bolsillo (también denominado reloj de faltriquera) de fabricación suiza que en las Islas Canarias ha llegado a gozar de tal aceptación que aún suele identificarse al isleño tradicional con su Roskopf colgado al calzón, presidiendo -junto al Cuchillo Canario (mal llamado naife)- el lugar más destacado de su ajuar. De este modo, con el transcurrir de los tiempos, el Roskopf (reloj que desde hace varias décadas ha dejado de fabricarse) ha pasado de ser aquel elemento foráneo que un día fuera introducido en las Islas para comenzar a formar parte de nuestra tierra, de nuestras gentes…; siendo considerado en la actualidad un símbolo más de la Cultura Popular Canaria, una cultura que entre todos hemos hecho y de la cual debemos sentirnos inmensamente orgullosos.



Foto de portada: Caballero de finales del s.XIX con reloj de bolsillo. Fondo José Antonio Pérez Cruz, FEDAC.


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