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2 . Instrumentos.
Los instrumentos populares de Canarias en la época actual varían según las islas. Pero existe un elenco común a todas ellas, que es el que conforma las típicas rondallas con que se acompañan los bailes: varias guitarras, laúdes y bandurrias, uno o dos timples, un pandero y, a veces, el aditamento de ciertos idiófonos, como el triángulo o el raspador de caña. Estas agrupaciones no deben ser excesivamente antiguas, a juzgar por lo que se observa en determinados ámbitos insulares donde las tradiciones parecen haber perdurado sin sujetarse tanto a los cambios de costumbres. Las asociaciones instrumentales más simples en el interior de Gran Canaria, por ejemplo, consistían tradicionalmente sólo en una guitarra y un laúd, existiendo la conciencia de que la añadidura del timple es algo relativamente reciente en los campos, por haber sido su hábitat primero las comunidades costeras de la isla. En la Gomera hay que destacar una peculiar agrupación tradicional en el acompañamiento de su típico «baile del tambor», danza de marcadas concomitancias astúricas: el tambor de cilindro corto y unas enormes y barrigudas castañuelas, que son repiqueteadas enérgicamente por hombres danzantes. El Hierro ofrece otra asociación instrumental diferente, también de carácter tradicional: las «chácaras» o castañuelas, elaboradas éstas a la usanza andaluza, junto con «el pito», (flauta travesera) y un tambor mayor, de cilindro mediano. Estos grupos más característicos de instrumentos, que sobreviven o han sobrevivido hasta hace muy poco en unas zonas del Archipiélago administrativamente más marginadas, pueden darnos una idea de lo que debió ser norma en cuanto a asociaciones organográficas peculiares en las islas antes de que se conformaran las rondallas actuales.
Baste concluir que todo el instrumentario que se usa hoy popularmente en Canarias es de origen europeo, pero es el timple el más popular y arraigado de todos ellos.
El timple.
Todos consideramos el timple como el instrumento musical más representativo de nuestro pueblo canario. En primer lugar, sabemos de seguro que los antiguos canarios no tenían instrumentos de cuerdas, puesto que, por un lado, no hay noticias ni restos de ellos, y por otro, el poeta tinerfeño Viana, en 1604, publicó que, efectivamente, los guanches desconocían este tipo de artefactos musicales. Hay que pensar, por lo tanto, en que fueron los habitantes hispanizados del Archipiélago quienes idearon el timple. Pero, ¿lo inventaron o lo copiaron?
Si examinamos el panorama de instrumentos musicales populares de la Península Ibérica, vemos que son numerosas las provincias que utilizan guitarrillos equivalentes a nuestro timple. Cierto que nuestro ejemplar tiene una forma diferente; pero en tamaño y afinación hay varios instrumentos similares desde la costa portuguesa a la levantina. La primera conclusión, por lo tanto, es que a nuestro timple hay que considerarlo como una variante más dentro de la amplia gama de guitarrillos ibéricos, incluyendo los que existen en Iberoamérica como consecuencia de la expansión hispano-portuguesa. No olvidemos que en Venezuela, Puerto Rico, Colombia, etc., hay ejemplares no sólo parecidos al nuestro, sino que además son conocidos con el nombre de tiple, sin m. Ello se debe a que, de hecho, estos guitarrillos, al ser más agudos, están considerados como los instrumentos sopranos o tiples dentro de la familia de las guitarras.
El nombre tiple está vinculado a ellos desde muy antiguo. En 1752 publicó en Madrid don Pablo Minguet un método para aprender a tocar «la guitarra, el tiple y la vandola», además de otros instrumentos. Este método, tan curioso como raro, es el primero que se conoce en su género, y en él vemos que ese tiple antiguo y el moderno timple canario tienen las mismas cuerdas, la misma afinación y la misma manera de tocarse, tanto punteado como rasgueado. Pero volviendo a nuestra historia, tenemos que decir que sólo en la segunda mitad del siglo pasado, hace apenas cien años, aparecen documentos describiendo fiestas populares en Las Palmas donde se habla ya de nuestro instrumento como de cosa propia, aunque llamándole tiple y no timple. Se ve que la m es una adición canaria probablemente muy reciente.
Lo que verdaderamente diferencia a nuestro timple de los demás guitarrillos españoles y portugueses es su caja de resonancia estrecha, alargada y abombada por debajo. Esto sí que no hemos logrado encontrarlo en la Península, aunque sí en el ámbito hispanoamericano, donde seguramente la importante emigración canaria ha impuesto la manera nuestra de construir ciertos guitarrillos tiples. Esta forma tan peculiar de caja resonadora, ¿se trata de un invento canario? ¿Será un producto del ingenio de aquellos constructores de Fuerteventura o Lanzarote a los que la tradición popular evoca?
No debemos desestimar el dato histórico aportado por nuestro diligente cronista Néstor Álamo, quien asegura haber leído en un viejo cuaderno de apuntes del antiguo ejecutante de timples lanzaroteño Jeremías Dumpiérrez que la caja abombada del timple fue invento de un tal Alpañe, carpintero catalán que ejerció su oficio en Las Palmas a fines del siglo XVIII. Este interesante dato, desde luego, está pendiente de más precisas comprobaciones paralelas al manuscrito de Dumpiérrez. Pero que se hable allí de «invención» podría considerarse aventurado, pues podemos demostrar que la caja abombada del timple ya estaba inventada desde mucho antes... fuera de Canarias. Detengámonos en ello para dejar en el aire las posibles vías de penetración, sin descartar el dato de que el tal Alpañe haya podido ser una de ellas.
En primer lugar, hemos de olvidarnos de lo que ahora existe en la Península y remontarnos a lo que ya existía siglos atrás.
Se sabe que en tiempos pasados hubo en Canarias muchos esclavos traídos de la costa de África. A mediados del siglo XVI había en Fuerteventura y Lanzarote más moriscos que españoles. Varias veces fueron esas islas arrasadas por la piratería berberisca y repoblada con profusión de africanos capturados en la costa atlántica. Nos preguntamos ahora si la construcción canaria del clásico guitarrillo tiple español con una caja resonadora inspirada en la de aquellas guitarras morunas, precisamente como novedad vinculada a Lanzarote y Fuerteventura (según evocan nuestras tradiciones), no será una consecuencia de la huella africana que debió quedar en las islas más orientales de nuestro Archipiélago.
Estas alternativas sólo van referidas, como queda expresado, a la introducción de la actual forma del timple en el Archipiélago, pero sin excluir la existencia en Canarias de guitarrillos tiples con otras formas en épocas muy anteriores a aquella, por ejemplo, en que se dice que llegó el misterioso catalán Alpañe. En este sentido hay que consignar que en las islas orientales existen dos variantes de afinación, tocantes a la tercera cuerda, y que en Tenerife se elimina la quinta, dejándole al instrumento sólo cuatro cuerdas. Todo esto, que presupone la coexistencia actual de por lo menos tres técnicas de digitación diferenciadas, parece indicar que la vigente forma del timple, al imponerse, absorbió a diferentes tipos de guitarrillos de rasgueo que ya existían y se tocaban en Canarias y que mostraban marcadas diferencias entre sí.
Sea como fuere, lo cierto es que nuestro timple cumplido y de fondo jorobado, el camellillo, como familiarmente se le llama, ha cobrado en las Islas una personalidad propia y, por su gran aceptación colectiva, casi forma parte ya de la idiosincrasia insular.
3. Semblanzas en una entrevista
El pasado doce de noviembre tuvimos una oportunidad única de reunir a cuatro representantes de la música popular canaria, que nos comentaron las causas y azares de su afición por este género.
Es fundamental el recurso étnico mas antiguo, como es la tradición oral, o sea, tod@s y cada un@ han recibido desde la infancia el estimulo de una madre en los quehaceres de la casa o el campo, o el de un padre que acompaña su tarea, al hilo de una letra que se pierde en el tiempo... así conocimos los avatares de "Mariquilla el Pino la de San José se quiere casar sin saber coser, pobrecillo novio, ay pobre Rafael", o los silbos y relación entre el yuntero y sus bueyes.
También, de esa presencia oral, recordaban cómo hombres y mujeres dedicados a las faenas propias de las plantaciones, sean tomates o sean plátanos, se tiraban las puntas con sus coplas y entretenían la dureza del trabajo. Quizás, el cantar, siempre ha estado originado por las ganas del ser humano de superar sus carencias emocionales.
Decíamos que es una entrevista única, ya que por desgracia, uno de los tertulianos, Carlos Peatow, fallecería meses después de una enfermedad repentina. Aquella mañana de noviembre reunimos alrededor de una mesa con queso y vino tinto a Manolo Ríos con su laúd, antiguo miembro de "Los Hijos de la Noche" y "Los Cebolleros", al mencionado Carlos Peatow, guitarrista timplero antiguo miembro de "Los Gofiones" y maestro folclorista, a Mari Nati Saavedra, solista de distintos palos, colaboradora de "Los Cebolleros", de "La Parranda de Gáldar", miembro de "Alborada Guanche" y un etcétera grande, Pancho Orihuela miembro de "Los Cebolleros" y de la actual "Parranda Cuasquías", acompañándolos también la guitarrista y miembro de la escuela de folclore de Gáldar, Rita, que aportaba las reflexiones mas jóvenes.
Manolo Ríos.
Tod@s tuvieron distintas cunas y distintas infancias, pero caracterizados por el común denominador de tener alguien en casa que practicase el folclore. Todos vivieron la guerra civil y la post-guerra, y coinciden en caracterizar al ambiente cultural de la época como bastante pobre, salvedad de la música, ya que las rondallas de los pueblos a las que se apuntaban los niñ@s era una de las pocas actividades a las que dedicarse. También las distintas sociedades y posteriores tele-clubs fueron lugares donde la música y las letras populares se fueron desarrollando.
La infancia de nuestros protagonistas discurrió en juegos como la caldereta, las chapas y el boliche, elementos muy distintos a los que entretienen hoy a la infancia y sus lugares de diversión se limitaban a las fiestas de Gáldar, Guía, los campos y las romerías, lugar este donde mayor proyección adquirió la música. La tradición oral era más frecuente ya que no existían televisiones y hasta los años 40-50 no se generalizó el uso de la radio, con lo cual la palabra y las ideas de las personas rellenaban el vacío de las tardes.
Mari Nati destaca que empezó en la música porque le gustaba, le entretenía, podía pasar rato con sus amigos y amigas y la única condición que le pedían era tener buena voz. Comenzó tocando el timple y luego la guitarra, pero la tarea era muy cansina y se especializó en los distintos palos del canto. Pancho comenzó porque le gustaba cantar y no se le daba bien tocar los instrumentos, Manolo comenzó porque su familia siempre se reunía a cantar y esto le despertó el gusanillo y Carlos, en su infancia, tuvo una enfermedad del corazón y para entretener las tediosas tardes de la recuperación le regalaron un timple, actividad que conservaría hasta su muerte.
La música que predominaba en su juventud era el folclore, pero este no tuvo mucha trascendencia hasta que Néstor Álamo empezó a componer a partir de los años sesenta, por lo que comienza a darse un cambio en los ritmos y las letras; a esta etapa le debe su despertar la solista Mari Sánchez y su grupo Los Bandama con canciones como la ya mítica Sombra del Nublo.
Este cambio en la música va unido a los cambios que va teniendo la propia dictadura en la que vivieron los protagonistas y a principio de los años setenta comienza a darse un cambio en las demandas políticas y sociales que van teniendo su parangón en distintas letras de nuevos grupos que hacen evolucionar el folclore canario. Canciones como El intermediario de Los Sabandeños describen y denuncian una situación por la que el agricultor canario viene pasando desde siempre. A Los Sabandeños podemos unir los nombres de distintos grupos y solistas que han participado en esta etapa de cambio, así tenemos a Los Gofiones, Los Huaracheros, Los Guanijay, Los Cebolleros, Totoyo Millares y su extensa labor en la promoción del timple, para llegar a la explosión de una savia nueva que está representada mayormente por grupos como Taburiente y Mestisay.
Piensan los entrevistados que desde esta etapa en adelante y el respaldo étnico dado por Nanino Díaz Cutillas y su programa Tenderete, la juventud ha participado más en la música e incluso han establecido cambios que han dimensionado positivamente, e incluso universalizado una música que era de ámbito local. Esta juventud ha fusionado la música, sacándola de una cierta falsa pureza en la que estuvo encasillada; así Domingo Rodríguez "El Colorao" virtuoso de Tetir, Jose Antonio Ramos, Toñín Corujo, Benito Cabrera, y Arteara han conseguido rejuvenecer y mantener viva una música que estuvo a punto de perderse.
Este último apartado nos llevó a un debate sobre si la música debe quedarse como se heredó del pasado o debemos aventurarnos a innovarla, y todos partieron del ejemplo de Totoyo Millares, y cómo a partir de su escuela ya no ha habido rubor por cualificarla de otra manera. Esto unido a los datos que a continuación planteamos nos llevará al final de este artículo a una reflexión sobre la identidad canaria.
4. Origen de los géneros de la música canaria
Si echamos una visión a La Enciclopedia temática e ilustrada de Canarias del Centro de la Cultura Popular Canaria (año 1999) nos encontramos con los siguientes datos; el tajaraste es un legado aborigen, con su origen en el noroeste africano, los ranchos de ánima fueron introducidas por monjes franciscanos en la conquista de las islas orientales, el Baile del vivo provienen de danzas judeo-sefardies del norte de Tetuán, la Danza del trigo tiene un origen también sefardí y proviene del protectorado de Marruecos, los romances llegan en la época de la conquista a final del siglo XV, el arrorró que cantamos aquí tiene su origen en Medinaceli (Soria) y las tres piezas fundamentales que consideramos que estructuran nuestro folclore como son isas, malagueñas y folías tienen orígenes distintos pero llegan a Canarias en el siglo XVIII. Así la isa, relacionada con la jota peninsular, proviene del reino asturleonés, las malagueñas derivan del fandango andaluz y las folías, como su propio nombre nos indica, tiene un origen francés, folíe significa locura y desde este país se incorporó al archipiélago a la fecha antes señalada. Mazurcas y polkas se incorporan a Canarias en el siglo XIX acompañando a las emigraciones polacas que se dirigen a Sudamérica, la berlina proviene de Berlín (Alemania) y la habanera comienza a ser uno de los estilos que viene de regreso de América, y así podríamos estar hablando de todos esos componentes de lo que llamamos música canaria.
5. Reflexión
Con nuestros contertulios llegamos a la conclusión del orgullo que debemos sentir de tener un patrimonio étnico musical tan amplio, pero debemos, a la hora de definir la propia identidad, eso que llamamos, la canariedad, huir de esencialismos ficticios que mientan sobre nosotros mismos; a eso que llamamos música canaria vemos cómo debemos emparentarla con ritmos que se dan en tres continentes, por lo que viendo los préstamos culturales que hemos relatado, consideramos que la identidad es mas bien un proceso histórico cultural que cambia, se moldea, se mezcla y sigue vivo de otra manera en el paso del tiempo, desechando así las teorías que hablan de una canariedad que nunca ha cambiado y ha ofrecido resistencias a todo lo que viene del exterior, quizás nosotros seamos la consecuencia de las mezclas entre lo interno y lo externo. Queremos que esto sirva como reflexión para todos los mensajes xenófobos y excluyentes que se dan en la actualidad respecto a la inmigración.
Por poner un broche final que les dé un ejemplo a esto que decimos ver la trayectoria de ese instrumento que asociamos tanto a la isla como es el timple. Teniendo unido su origen a las vihuelas centroeuropeas comienza a fusionarse y desarrollarse con instrumentos del norte de África apareciendo como tiple, en un principio, adquiriendo el nombre de timple en el siglo XIX y siguiendo la ruta viejera que caracteriza al homo sapiens llega a las costas sudamericanas donde se reinventa como charango. Vemos la estela entonces de que la mezcla es verdaderamente lo que hace pervivir a las músicas del pasado y que la identidad, quizás, sea ese producto histórico que nosotros concebimos con un sello particular pero que compartimos con otros muchos pueblos.
Este artículo ha sido realizado por las alumnas Vanessa Santana Moreno y Keila Medina García de la asignatura Antropología del IES Guía, durante el curso 2006/2007, quienes han sido coordinadas por Tazarte Sánchez Moreno.