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Lunes, 16 de Abril de 2007
Antonio Henríquez
Publicado en el número 153
Acaba de aparecer el libro de memorias de María Rosa de la Torre Millares, que dejó preparado su hijo Bernardo Víctor Carande Millares, cuando le sobrevino el final de sus días. Esta edición lleva mucho tiempo esperando salir a la luz, esquivando censuras de todo tipo, tanto del entorno familiar como institucional. El fallecimiento del polifacético Bernardo Víctor Carande en 2005 ha dejado en manos de sus hijos la tarea de vencer las dificultades y poder ver en la calle el libro de su abuela. La oportunidad la ha hecho posible una editorial de las características de Anroart que con este libro añade una tesela más al mosaico de la vida canaria de comienzos del siglo XX.
4 de Agosto de 1915
A mi hermana María de la Encarnación El recuerdo de todo lo pasado, con estas tardes claras, se acentúa en el alma como si la inconsciente quietud de los primeros años encontrase oportuno retornar al presente; mi presente perdido en el silencio de esta tierra que no es la tierra mía. ** Bajo este sol de Agosto, el ancho campo se interna, gris, dentro del horizonte. Allá, junto a la mar, está un cariño que naciera en mi ausencia, pero que el alma intenta precisarlo. ¿Cómo será mi hermana? Y la dorada infancia de mi vida volvió a mí, presurosa, del recuerdo: Ella será muy rubia y muy alegre, y una nueva ilusión para la casa. Y mis ojos buscaron en la Altura la afirmación de la ilusión forjada. ¡Que la tierra era mucha, y más el mar para buscar afirmaciones prontas! Mas el alma indagó estérilmente por la altura infinita y silenciosa, y así pasó la ausencia, sin que hallara la sencilla visión tan deseada. ** He regresado a casa. Hace unos días. Cuando más luminoso era el ensueño, precursor de un futuro de bondades, mi hermana abandonó la única senda. Dijérase que sólo había nacido por llenar el vacío de mi ausencia1, y todo aquel cariño que forjara, pensando en ti, allá, en otras regiones, repartido quedó en todas las cosas que para la familia eran recuerdos; aquí, un día… Allí, cuando jugaba… Y la casa nos habla de certezas para que comprendamos que te fuiste. ………………………………………... FIN Las locas aventuras que corrimos sin pensar que vendrían consecuencias, dejáronnos el alma un poco vieja, para crearnos nuevas ilusiones, y en lo nuestro buscamos el consuelo. Esto esperé de ti, cuando mi vida se complicó de un modo lamentable, y no encontré más solución posible que el retorno a la estancia primitiva. Porque todo el que espera de la vida más fuerte que la vida ha de esperar, para batirla en el momento dado con la seguridad que da el cerebro. Y yo no soy así: poca cabeza para solucionar con diplomacia. En casa me lo dicen muchas veces y por temor a un futuro complicado. Tú no puedes saber cómo es tu hermano. Si no te hubieras muerto, algún día hubieras comprendido mis locuras, que acaso te contaran los mayores. ¡Si supieras…! Cuántas veces he pensado en tu cara serena e infantil que me hiciera olvidar de mis errores, por todo aquel cariño que sobrara… ¡Mi cariño que nunca conociste, pobre hermana, que nunca conocí! N. de la Torre Millares. Las Palmas 4 de Noviembre de 1915. |
#01 Bellísimas palabras de mi parienta.