Revista n.º 1069 / ISSN 1885-6039

Sobre un soneto de Alonso Quesada.

Jueves, 25 de mayo de 2006
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el n.º 106

Este texto pertenece a Las discretas emociones. Acaba de ser publicado por la revista Moralia de la Casa Museo Tomás Morales de Moya.

Foto Noticia Sobre un soneto de Alonso Quesada.



De Las discretas emociones. Soneto para pedir el desencanto de su persona a una señora de ojos negros, briosos y fatales como nunca él los había visto.

Por ver ojos azules, dueña mía,
dictó mi encanto la Divina Hada:
La seca humanidad que yo lucía
en manso corderillo fue tornada.

Así la pena fue; y en el lejano
jardín de los Ensueños heme ahora
sintiendo en mi vellón pasar la mano
de la Princesa Azul, que es mi señora...

¡Oh, encanto del dolor, suave y divino,
como lo triste que del alma vino
para volar al alma de la Amada...!

¡Y sé que acabará el hechizo mío,
de aquel manso mirar, si todo el brío
de tus ojos me das en tu mirada!

Alonso Quesada.


Este soneto apareció en la revista El Apóstol, Las Palmas, nº. 21, 30-VI-1911, p. 6, tomado del ¿libro? / de ¿la sección de poemas? “De Las discretas emociones”, firmado por Alonso Quesada, con la dedicatoria: “Para El Apóstol”. El Apóstol era la revista en que Francisco González Díaz hacía “apostolado” a favor de la repoblación de árboles en nuestras Islas.

La revista Moralia*, de la Casa-Museo Tomás Morales de Moya (nº 5, 2005), presentada el 28 de abril de 2006, publica un estado de este soneto, “hasta ahora inédito”, en el apartado “Restauraciones”, con el título “Abanico pintado a mano con soneto autógrafo de Alonso Quesada” (pp. 45-46). Se reproduce fotografía del abanico (p. 45: dama con sombrero; p. 46: la parte donde está el soneto autógrafo, firmado por Alonso Quesada). Se transcribe el soneto, quizás con prisas, porque no se ha respetado en su totalidad la escritura del autor. Creo que la transcripción fidedigna, salvo error por las dificultades de leer con una lupa, es como sigue:


(Soneto para pedir el desencanto)

Por ver ojos azules, dueña mía,
dictó mi encanto la Divina Hada:
la seca humanidad que yo lucía
en manso corderillo fue tornada...
Así la pena fue, y en el lejano
jardín de los Ensueños heme ahora
sintiendo en mi vellón pasar la mano
de la princesa azul, que es mi Señora...
¡Oh, encanto de dolor suave y divino
como lo triste que del alma vino
para volar al alma del amada!
¡Y sé que acabará el hechizo mío,
de aquel manso mirar, si todo el brío
de tus ojos me das, en tu mirada!

Alonso Quesada
Junio 1911


Quien mire el soneto con lupa en la revista de Moya (pues con lupa hay que mirarlo, ¡y vaya lupa!, ya que parece se nos quiere hurtar su clara lección) se dará cuenta de los aspectos no respetados. En primer lugar, no se transcribe el paréntesis del título, ni el modo de presentarse éste en el abanico, con mayúscula solamente en la letra inicial. Tampoco se respetan las sangrías de los primeros versos de las cuatro estrofas, que muestran claramente la estructura del soneto. En la revista El Apóstol, aparece el soneto con sus cuatro estrofas diferenciadas por espacios, y con sangría en la primera palabra de cada estrofa. En el abanico, aunque no aparecen las cuatro estrofas separadas, sí se encuentra la sangría de sus primeros versos. En el primer verso del soneto, su transcriptor lee “tus”, en lugar de “ver”. En el verso segundo del segundo cuarteto, transcribe “sueños”, en lugar de “Ensueños”; en el verso tercero, lee “parar”, en lugar de “pasar”. En el verso cuarto, yo leo “Señora”, con inicial mayúscula. En el primer verso del primer terceto, no se transcribe la coma después de “¡Oh”; y es posible que el verso acabe en coma, pero parece que su lugar está ocupado por una cinta del abanico. Al final del primer verso del segundo cuarteto, es posible que exista una coma, como en el soneto publicado en El Apóstol; de nuevo la cinta parece que no nos la deja ver. En el último verso del poema, se deja de transcribir la coma después de “me das”.

Casi coincide la publicación de la minifotografía del abanico y la malhadada transcripción del soneto con la de otro soneto, en este caso de Tomás Morales, que se acaba de exhumar de la prensa de la época en la revista Noticias. El Museo Canario.**

Igual desatención, creo, muestra la explicación, comentario o apostilla que se hace del soneto, al que se califica de “sentido y clásico”. Si parece todo lo contrario: sarcástico, irónico y muy moderno, aunque con anclajes y guiños a la tradición, como no podía ser menos en Alonso Quesada. ¿Se puede identificar un poema como clásico sólo porque aparezca un tópico literario? Creo que no se puede comentar un poema –al menos para una revista que se quiere un referente “de estudios modernistas”– siguiendo al yo lírico: Aquí dice esto, aquí dice lo otro; ahora le pasa tal y luego cual, y la otra no lo quiere y él desea morir por eso. Todo el comentario descansa en el seguimiento que se hace de las diferentes situaciones vividas por “el poeta”. Quizás esto valga para alumnos de la ESO. El sujeto lírico no debe identificarse con el poeta, ya lo decía el manual de Lázaro Carreter. Con haber puesto: “La anécdota del soneto es tal”, hubiera bastado; y además hubiera quedado muy a tono con las descripciones de catálogo en que abunda la revista.

Al final, se comete otro error a mi parecer grave, puesto que el comentarista va más allá del poema que se comenta y hace lucubraciones, ajenas al poema, sobre la falta de correspondencia de la destinataria. A nadie, al menos a los lectores inteligentes, le importa esa correspondencia. El texto se acaba y basta; la crítica no debe añadirle una coma. La apostilla interpretadora (es también, y ha sido, el tono de buena parte de la revista, que a veces más parece un elenco de tasaciones que un foro de ideas) en literatura, como es el caso, resulta infantil y digna de un eco de sociedad, pero impropia, resulta obvio, de la altura con que se autoproclama una publicación patrocinada por una institución pública a la que se le supone el conocimiento elemental de las labores que ha de desempeñar en el seno de la sociedad.

La prisa, tal vez, ha hecho que no se caiga en la cuenta de las posibles implicaciones autobiográficas del poema. El soneto nos da algún dato de ese tipo, que, por lo demás, aparece en varias partes de la obra posterior del autor.

Por la revista El Apóstol nos enteramos, además, de algunos pormenores bibliográficos. Parece que el soneto pertenecía a una serie de poemas (o a un libro) titulada Las discretas emociones. La revista citada nos da otra pista para leer la anécdota del poema de manera distinta a como lo hace Moralia. En el título, más bien glosa explicativa, se nos dice “Soneto para pedir el desencanto de su persona a una señora de ojos negros, briosos y fatales como nunca él los había visto.”

La lectura del soneto parece llevarnos, quizás, a uno de los rasgos más salientes de la escritura de Alonso Quesada: la ironía (no sólo en el asunto, sino en el lenguaje), el juego de ingenio, casi a punto de sarcasmo.

El término “Ensueño” lo utilizará mucho Alonso Quesada. Quizás sea la palabra que más se repita en el posterior El lino de los sueños. También aparece varias veces en Los caminos dispersos. Un poema, también de Alonso Quesada, que publicó El Apóstol*** unos meses antes que el soneto “flabelical”, se titulaba “En el abanico de una dama llena de gentileza”. Allí emplea tambien el término “ensueño”.

¿No creen que las obras de nuestros escritores merecen más respeto?

_______________

* De nuevo insisto en la inadecuación de este nombre, consagrado hace ya mucho tiempo, como título, entre otros, de una de las obras de Gregorius Magnus (San Gregorio), a uno de cuyos códices don Agustín Millares Carlo dedicaba en 1918 un estudio (“Un códice notable de los libros Morales de San Gregorio Magno sobre Job”). Moralia in Job se titula en el original el libro del Papa. Los que pusieron el nombre a la revista debieron repasar la tercera declinación latina, para recordar que moralia es un plural neutro (traducible como “las cosas morales”). Si se quería latinizar el apellido de Tomás Morales, y así darle mayor prestigio a la revista, bastaba seguir los normales procedimientos de derivación de nuestra lengua, y dar con Moralesiana, o algo por el estilo, es decir, con un término que viniera del apellido Morales, y no del abstracto moral. Algo parecido a la obra de Rubén Darío: Parisiana. En algún artículo de la revista se habla de la “poesía moraliana”. Quizás suene bien, pero no se atiene a lo que se quiere decir. La ninfa Egeria que pulula por los aires de Moya parece no contar entre sus conocimientos con los rudimentos de la lengua del Lacio. Además, ¿por qué titular revistas con palabras con marchamo latino? El contenido es lo que importa.

** Por cierto, se cita la exhumación del soneto de Tomás Morales en la p. 23 de la revista moyense (en el apartado “Ediciones especializadas y bibliografía sobre Tomás Morales”); pero no así la publicación por la Editorial Anroart, una semana antes de que apareciera la revista de El Museo Canario, del libro Prosas. Tomás Morales, recopilación de todo lo que se ha podido reunir de lo escrito en prosa por Tomás Morales, que se encontraba disperso en publicaciones, muchas de ellas, de difícil acceso. Por lo visto este hecho no reviste carácter de acontecimiento digno de reseña. Entendería esa actitud en una institución privada, pero en una publicación entregada a la difusión de la obra de Tomás Morales, que pertenece al Cabildo de Gran Canaria, parece, de entrada, inexplicable, cuando no despreciativa con un trabajo que no capitaliza la Casa-Museo.

*** nº. 15, 30-IV-1911, p. 8: “Del libro de versos La rima que vino de Toscana (Para El Apóstol)”.


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