(Ver el vídeo "Fiestas de Mayo", editado por Proyecto Cultural de Desarrollo Comunitario de La Aldea, 2002).
Cruz del Siglo. La Aldea. Teodor Maisch. 1927
De pequeño recuerdo que, en La Aldea, íbamos las tardes del 2 y 3 de mayo a Las Tabladas y a su Cruz del Siglo. Allí se congregaba mucha gente, en el mismo veril del risco que da al precipicio del gran barranco, teniendo todo el valle Aldea a la vista. Espectáculo visual impresionante que el fotógrafo Teodor Maisch inmortalizó en 1927 con unas espectaculares panorámicas del paisaje aldeano de principios del siglo XX. La Cruz del Siglo -me decía, en 1986, la nonagenaria Titita Martín, según recordaba ella de niña-, fue levantada en 1901 con gran expectación, como tantas en la isla. La vemos desde abajo, desde todos los puntos cardinales del valle. Tenía su encanto y su mágica relación con la muerte. Según se posaran en ella uno o dos guirres -oía decir yo de pequeño- representaba algún fallecimiento próximo de algún vecino, como aún se dice que cuando entierran a una persona un domingo otra muere en la semana. Las otras cruces que conozco tienen su leyenda: la Cruz de la Cañavera en la entrada a El Hoyo Bajo, las cruces de la Degollada de Tasarte… todas en los caminos.
El binomio camino-cruces es inseparable en Canarias y en la Cumbre alcanza una dimensión especial. Las cruces mayores, decían los caminantes que marcaban distancias y tiempos al andar, señalaban desviaciones, cercanías a núcleos de población y eran descanso de los caminantes y de los cortejos fúnebres. Las pequeñas también constituían el recuerdo de fallecimientos in situ o promesas. Y si de día eran jalones de orientación, de noche o con las brumas del alisio que en cascadas rebasan la cumbre de barlovento, generaban temores; pues a muchas las rodeaban halos mágicos, a veces fantasmagóricos, transmitidos de generación en generación por la tradición oral. Y es que, además, algunas son muy antiguas y han dado la toponimia a varios lugares. Por ejemplo, de La Cruz del Toril y La Cruz de María hay referencia escritas en 1691 y 1693, respectivamente (LUJÁN HENRÍQUEZ, 1995).
Le oía cuentos a mis parientes de Tasarte en los que decían que la Cruz de Timagada marcaba un jalón de descanso cuando iban caminando desde este lugar para la otra parte de la isla, tras subir por El Paso del Cañadón, llegar a Ojeda, atravesar el pinar y llegar a Tejeda desde El Toscón. Esta era un lugar de paso de tantos lugares, sobre todo de los vecinos que venían de El Carrizal y El Toscón hacia Tejeda para compras, “papeleos”, las misas de madrugada, bailes… Arriba, en la Degollada, también descansaban en esta cruz, hoy celosa guardián de tantos recuerdos y secretos del pasado reciente. Tras una hora de trayecto se llegaba a la Cruz de Tejeda, nudo de caminos que venían de todas partes de la costa y las medianías.
Pero si quieren más cuentos y leyendas les diré que desde La Cruz de Tejeda, camino hacia Artenara, el siguiente paso lo marca La Cruz de Los Moriscos, dirección hacia el filo de los riscos de Chapín, sobre las estaciones arqueológicas de Cueva del Caballero y El Cagarrutal o la más distanciada Cueva de Los Candiles (con grabados rupestres aborígenes). Esta última es conocida como Cueva del Diablo porque, según la gente del lugar, unas luces misteriosas aparecían en determinadas noches del año. Más allá se llegaba a La Cruz de La Montaña, para descender a Artenara por La Cruz del Toril (lugar de brujas con el que los mayores asustaban a los pequeños en sus travesuras). El camino continuaba hasta La Cruz de La Atalaya y, tras atravesar el pueblo, pasaba por Los Cofritos (grandes peñascos en forma de cofre) en el comienzo del antiguo camino de Acusa; y La Cruz de El Brezo hasta La Cruz de Acusa, que indicaba la desviación hacia Acusa. Poco más allá, entrando en el pinar, estaba la tres veces centenaria Cruz de María, en el comienzo del camino hacia La Aldea. Esta última cruz llevaba el halo mágico más denso de todas. Se decía que estaba emplazada en un espacio de aquelarres brujeriles, punto donde la gente aseguraba ver destellos de una luz: el alma en pena -decían- de un cura allí enterrado que se aparecía en carne y hueso, como creían ver unos carboneros. De La Cruz de María regresamos hacia La Aldea y, después de unas seis horas, avistamos de nuevo el valle en los riscos de Cueva Nueva. Descendemos por los lomos hasta La Cruz del Pino y desde ésta hasta las cruces del Peñón Rajado en Castañeta.
La Cruz del Navegante o Cruz del Saucillo
Fue célebre la fiesta que el 8 de junio de 1884 allí se celebró para colocar una (cruz) nueva, supliendo a la primitiva, puesta por unos marinos que habían hecho esta promesa. Toda Gran Canaria se congregó en El Roque ese día. [Isla Azul de Pablo ARTILES, 1937: 188].
La tarde de cada 2 de mayo aún se mantiene la tradición de engalanar La Cruz del Saucillo; aunque sin el esplendor de antaño, cuando se congregaban gentes de La Hoya del Gamonal (San Mateo), Tenteniguada e incluso de Tirajana. El camino acceso, trazado por la banda sur; las pequeñas cruces y construcciones de piedra seca levantadas allí, indican lo frecuentado que era este lugar.
BIBLIOGRAFÍA
HERNÁNDEZ PÉREZ: M. V. (2005), Breña Alta. Fiesta de la Cruz. Ayuntamiento de Breña Alta. San Miguel de La Palma.
LUJÁN HENRÍQUEZ, J. (1995), “Cruces en los caminos de Artenara”, en el Programa de Fiestas Virgen de La Cuevita-1995. Artenara, 1999.
MARTÍNEZ GARCÍA, J. (1993), Rutas de Montaña. 50 Itinerarios por Gran Canaria, MAPFRE-Guanarteme. Las Palmas de Gran Canaria.
______________ (1999), “Las Cruces de Gran Canaria”, en La Provincia, dominical de 26-IX-1999, Las Palmas de Gran Canaria, pp. 41-45.
CABRERA MUJICA, J. J. (Coordinador) (1987), Guía Natural de la Hoya del Gamonal y Camaretas. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.
SUÁREZ MORENO, F. y SUÁREZ PÉREZ A. (2005), Guía Etnográfica de Gran Canaria. Cabildo de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.
El vídeo que ofrecemos pertenece al entrañable y atractivo dvd sobre el Ciclo del Año del Proyecto Cultural de Desarrollo Comunitario de La Aldea, al que agradecemos profundamente el habernos dado permiso para la reproducción de una de sus partes.