Revista n.º 1068 / ISSN 1885-6039

Una vida en el mar.

Lunes, 26 de junio de 2006
Javier Velasco Vázquez
Publicado en el n.º 111

Un porcentaje significativo de las gentes asentadas en los núcleos costeros desarrolló una intensa actividad en el medio acuático, muy probablemente en directa relación con la obtención de los recursos alimenticios que éste ofrece. Parece viable proponer que, además, sería la pesca, y en concreto la desarrollada con la ayuda de redes, la que provocaría preferentemente la aparición y desarrollo de esta anomalía ósea.

Foto Noticia Una vida en el mar.



La investigación bioantropológica, es decir, la dedicada a los restos humanos arqueológicos, tiene en el archipiélago una tradición más que centenaria. Durante muchas décadas estos estudios tuvieron una base conceptual racista y pretendían precisamente el planteamiento de axiomas de contenido raciológico en los que fundamentar las visiones sobre el pasado prehispánico de las islas.

En la actualidad, creemos que, por fortuna, el planteamiento de los estudios bioantropológicos es bien distinto. Superados ya los preceptos de corte raciológico, la investigación sobre este tipo de evidencias aspira en el presente a ofrecer elementos de juicio sobre los que cimentar la explicación histórica de los modos y condiciones de vida de los grupos asentados en Canarias a lo largo de la Prehistoria. Puede decirse, desde este punto de vista, que los restos humanos arqueológicos constituyen un documento histórico de primera magnitud y que su análisis depara gran cantidad de información sobre los procesos sociales acaecidos en ese remoto pasado. Esta vía de trabajo cuenta con la ventaja, además, de hacerse precisamente de la mano de aquellos que fueron los protagonistas de los eventos históricos a los que se pretende tener acceso. Son, por ello, huesos con historia.


Exostosis en el canal auditivo en un individuo procedente de la Guancha-El Agujero (Gáldar).

Dentro del amplio elenco de posibilidades que ofrecen los estudios bioantropológicos existe una categoría que la bibliografía especializada denomina marcadores de actividad. Según la definición propuesta por K. Kennedy, tales marcadores son una expresión evidente de la plasticidad ósea ante presiones extracorporales, así como bajo la influencia de otras fuerzas "internas" que no son atribuibles a alteraciones patológicas, metabólicas, bioquímicas, hormonales, a los intercambios enzimáticos o anomalías de orden vascular o neuronal. Uno de estos marcadores son las denominadas exostosis auriculares o exostosis del canal auditivo, que corresponden a hiperplasias óseas que pueden formarse en el tracto medio o en la entrada del conducto auditivo externo, conformando una anomalía característica bien descrita en varias poblaciones arqueológicas. Según recogen diferentes autores existe una estrecha relación entre el grado de desarrollo de estas exostosis y la frecuencia de la exposición del canal auditivo al agua fría. De este modo, se ha propuesto que la vasodilatación resultante de dicha situación provocaría una excitación local del perióstilo y, por ello, una estimulación anormal de la actividad osteoblástica (creación de tejido óseo). La continuidad en el desarrollo de los hábitos que comportan este hecho conlleva la repetición de la dinámica descrita y, por ello, la sucesión de reacciones exostósicas locales. A tal efecto, para la aparición y desarrollo de tales lesiones el contacto de la persona con el agua fría debe ser frecuente, regular y suficientemente prolongada. De este modo, ha sido puesta en relación con poblaciones en las que el contacto directo con el medio acuático constituiría una parte fundamental de sus actividades cotidianas, especialmente en lo que se refiere a la búsqueda y obtención de recursos alimenticios procedentes de estos entornos (mar, ríos, lagos, etc.).

En un reciente estudio desarrollado sobre 358 individuos procedentes de 27 yacimientos prehispánicos de Gran Canaria se ha documentado que algo más del 13% de esta población padeció esta anomalía ósea, sin que se constataran diferencias entre hombres y mujeres. Pero es más, teniendo en cuenta sólo los asentamientos ubicados en las proximidades de la línea de costa, este marcador está presente en un 35% de los cráneos analizados, siendo poco más del 1% cuando se observan por separado los procedentes de las medianías y cumbre de la isla.


Costa de Gáldar.

Estos datos, unido a las referencias documentales y arqueológicas disponibles hasta el momento, permiten el establecimiento de una relación directa entre la incidencia de este marcador óseo en la población prehispánica de Gran Canaria y una de sus actividades económicas más importantes: la depredación del medio marino (marisqueo y, especialmente, la pesca). Una propuesta que cobra mayor verosimilitud si tenemos en cuenta que las técnicas de captura desplegadas por esta población conllevarían ese contacto directo, regular y frecuente con el agua del mar: Si acaso veían andar en la costa algún bando de sardinas, que hace luego señal en el agua, como eran grandes nadadores, echábanse a nado hombres, mujeres y muchachos, y cercaban el bando de las sardinas y íbanle careando para la tierra, dando palmadas o con palos en el agua. Y cuando lo tenían cerca tomaban unas esteras largas de juncos, con unas piedras atadas a la parte baja: llevándola como red, sacando a tierra mucha sardina (Abreu y Galindo, 1977: 160)*.

La presencia de este particular marcador bioantropológico en la población prehistórica de Gran Canaria pone de manifiesto algunas cuestiones relevantes.

En primer lugar, desvela como un porcentaje significativo de las gentes asentadas en los núcleos costeros desarrolló una intensa actividad en el medio acuático, muy probablemente en directa relación con la obtención de los recursos alimenticios que éste ofrece. Parece viable proponer que, además, sería la pesca, y en concreto la desarrollada con la ayuda de redes, la que provocaría preferentemente la aparición y desarrollo de esta anomalía ósea. Unas actividades que, como ya se apuntó antes, serían habituales y practicadas a lo largo de buena parte de la vida de los individuos que padecieron esta lesión. No en vano, algunos autores no dudan en calificar las exostosis auriculares como “marcador o enfermedad profesional”, especialmente teniendo en cuenta su naturaleza y las condiciones necesarias para su aparición. Podríamos preguntarnos si sería arriesgado hablar para la Prehistoria de Gran Canaria de auténticos pescadores, es decir grupos de personas dedicadas a una actividad especializada en la cual se generan más bienes que los estrictamente dedicados al consumo propio. No parece una propuesta descabellada, más aún si tenemos en cuenta que, según diferentes fuentes, los primitivos canarios contaban con especialistas en diversos trabajos cotidianos (loceras, carniceros, carpinteros…), a los que podríamos añadir ahora la pesca.


Detalle depósito funerario del Lomo de Caserones (La Aldea de San Nicolás).

En segundo lugar, el estudio de las exostosis auriculares entre la población prehispánica de Gran Canaria revela que la actividad económica que origina su aparición se desarrollaba con especial intensidad desde los asentamientos costeros. Ello implica una marcada territorialidad en el desempeño de este tipo de labores, en virtud de la cual determinados enclaves podrían generar una producción excedentaria. Es muy probable, además, que los bienes así obtenidos pasaran a circular luego por el espacio insular en el marco de las redes de distribución (intercambio, etc.) a las que aluden las primeras fuentes escritas sobre los aborígenes. De darse por buena esta posibilidad, habría que decir que los recursos marinos no constituirían un caso excepcional para la Canaria prehistórica, ya que este mismo fenómeno de circulación por el territorio se observa para otros bienes de consumo como la obsidiana.

En tercer lugar, no en todos los asentamientos costeros analizados se detecta la presencia de individuos con exostosis del canal auditivo. Ello significa que no siempre puede establecerse una relación unívoca entre el lugar en el que se ubica el hábitat y las estrategias económicas que desde éste se despliegan. En otros términos, la organización económica de estas poblaciones no responde a un patrón de determinación ecológica, sino que es reflejo de los diversos elementos que rigen un modelo social complejo que alcanza en el marco insular su máxima expresión.

En último lugar, las dataciones de algunos de los espacios en los que se ha detectado este marcador bioantropológico permiten plantear, al menos como hipótesis de trabajo, que sería en los últimos siglos de la secuencia del poblamiento prehispánico de Gran Canaria (quizás entre los siglos XI-XV) cuando se asista a una intensificación de la explotación del medio marino, acaso en consonancia con un incremento exponencial de la principal actividad económica de los canarios: la agricultura.

Sin embargo, quizás lo más destacado de la información expuesta, además de otras muchas evidencias, es que pueden descartarse totalmente aquellas afirmaciones que sentenciaban que los canarios “vivieron de espaldas al mar”. Nada más lejos de la realidad. El mar fue para estas poblaciones no sólo un lugar del que obtener recursos básicos para su subsistencia, sino también un espacio en el que materializar unas formas de vida arraigadas.


Para conocer más información sobre la pesca entre la población prehispánica de Gran canaria es imprescindible la consulta de la obra La pesca entre los Canarios, Guanches y Auaritas (Editado en 1996 por el Cabildo de Gran Canaria) de la que es autora Carmen Gloria Rodríguez Santana.

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* El uso de redes o aparejos similares en la pesca se encuentra probado también a partir de la representación específica de las ictiofaunas presentes en los yacimientos prehispánicos de Gran Canaria (Rodríguez, 1996).


Espacio funerario en cueva en la Necrópolis de El Hormiguero (Firgas).

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