Revista n.º 1072 / ISSN 1885-6039

La décima o la vida: el dilema de Toribio.

Martes, 14 de febrero de 2006
Miguel Ángel Hernández Méndez
Publicado en el n.º 92

Don Toribio Barrera Chinea era un gran aficionado a la décima y tenía una tonada maravillosa para cantar el punto cubano, al estilo antiguo, como él las aprendió escuchando a los indianos en las ventas. La línea de la vida y de la décima se entrecruzaron en su existencia y una y otra estuvieron íntimamente ligadas.

Foto Noticia La décima o la vida: el dilema de Toribio.



Unidades de centena, unidades de millar, unidades de millón... recitaba don Toribio Barrera con la mirada absorta en otro tiempo. Mira, esas lecciones nos las daba Guillermo Ascanio1 en la cárcel, en Madrid. Yo le preguntaba para qué servía todo eso y él nos decía que era importante saber las cantidades, para que no nos engañaran. ¿Sabes? Yo lo vi el día que se lo llevaron para fusilarlo.



Don Toribio Barrera Chinea era un gran aficionado a la décima y tenía una tonada maravillosa para cantar el punto cubano, al estilo antiguo, como él las aprendió escuchando a los indianos en las ventas. La línea de la vida y de la décima se entrecruzaron en su existencia y una y otra estuvieron íntimamente ligadas. No podría ser de otro modo.

Don Toribio fue obligado a ir a la guerra civil española, "desertando" con otros paisanos en el frente de Madrid -lo consideraba su deber como militante de la Federación Obrera de Vallehermoso-. Al terminar la guerra es detenido (en la cárcel se recrea escuchando décimas a Francisco Castellanos, natural de Güímar), se le procesa y pide "pena de muerte". Me trajeron una lista con los nombres de mis ‘defensores’ (eran militares franquistas) y vi que había uno que se llamaba Tomás Morales y, como sabía una décima donde aparecía entre los intelectuales canarios, me dije: ‘Yo soy canario y éste también’. Y lo nombré. Cuando vino a verme, me preguntó por qué lo había escogido. Entonces le recité la décima de Castellanos:

Entre los intelectuales
voy a nombrar a Castillo
a Monteverde y a Trujillo,
a Jordán y a Tomás Morales.
A Porlier como a González
y a otros grandes pensadores
que se rodean de honores
por sus cerebros preclaros,
nombrando a Silva, Tinguaro,
Bencomo y otros doctores.


Y le caí bien: consiguió que no me condenaran a muerte.

Sentados en su bodega -en El Cercado, La Gomera-, mientras la bruma rocíona iba tendiendo su manto y al calor del excelente vino, don Toribio, a sus ochenta y tantos, exhibía su portentosa memoria recitándome en décimas la geografía cubana, dándome la altura exacta del Pico Turquino -techo de Cuba- tal y como venía en la mítica controversia de Santana y ‘Limendú’ -Limendoux-. Me hablaba de cuando iba de ojeador de caza para los ricos del Valle, del calzado de cuero de vaca que no dejaba huellas en el monte, de cuando con su padre bajaban troncos por la noche -con los faroles apagados- a los carpinteros de Vueltas, Valle Gran Rey...



Y mientras me iba transmitiendo sus vivencias y sabias opiniones sobre el mundo que nos ha tocado vivir, me dice de repente: Ése sí que era un hombre. ¿Quién, don Toribio?, le pregunté. Guillermo Ascanio. Ya no quedan hombres así.


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1 Guillermo Ascanio Moreno (Vallehermoso, 1907–Madrid, 1941). Fue uno de los fundadores del Partido Socialista de La Gomera en 1930, y por su activismo político y militancia jugó un papel fundamental en los movimientos obreros en la época de la II República española.

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