Revista n.º 1061 / ISSN 1885-6039

La camisa tradicional femenina del periodo XVIII-XIX

Viernes, 15 de diciembre de 2006
Ricardo Reguera
Publicado en el n.º 135

Las camisas son unas prendas de lienzo que en esta época se colocan directamente sobre el cuerpo y por lo general bajo una prenda exterior de ajuste. Si bien el cuerpo de la camisa solía quedar oculto, las mangas y el escote eran casi siempre visibles. Las camisas femeninas aparecen en los protocolos durante todo el periodo que ahora tratamos, es decir desde principios del siglo XVIII hasta mediados/finales del XIX1, aunque conocemos que su uso rebasa estos límites. La camisa junto con el justillo de lienzo debieron constituir dos prendas que en el conjunto del indumento formaban casi una unidad, ya que es muy frecuente que en los protocolos las registremos conjuntamente como si fueran prendas asociadas: “camisa y justillo delgado”, “camisa y justillo de traer”.

Foto Noticia La camisa tradicional femenina del periodo XVIII-XIX

Las camisas son unas prendas de lienzo que en esta época se colocan directamente sobre el cuerpo y por lo general bajo una prenda exterior de ajuste. Si bien el cuerpo de la camisa solía quedar oculto, las mangas y el escote eran casi siempre visibles. Las camisas femeninas aparecen en los protocolos durante todo el periodo que ahora tratamos, es decir desde principios del siglo XVIII hasta mediados/finales del XIX1, aunque conocemos que su uso rebasa estos límites.

A mediados del siglo XIX recogemos en los protocolos algunas camisas que se especifican como interiores. Estas camisas (propias de la etapa siguiente y distintas a las de este periodo) se diferencian principalmente en que quedan completamente ocultas, por lo que su calificación de interiores es totalmente correcta. Este tipo de camisas interiores se localiza al final de este periodo porque son propias de la etapa siguiente.


Ilust.1: Antigua camisa de lienzo casero con elementos propios de las camisas femeninas de este periodo.



Ilust. 2: Detalle de una camisa interior de la etapa siguiente (XIX-XX). Éstas conservan aún algunos elementos típicos de las camisas del periodo XVIII-XIX.

Las camisas de esta etapa son unas prendas imprescindibles de la indumentaria femenina que se llevaban constantemente puestas, teniendo datos incluso de camisas que se usan en la mortaja. Al igual que el hombre, la mujer de este periodo podía usar la camisa sóla sin más prendas encima (5, pág. 175), aunque esta circunstancia era mucho menos frecuente en la mujer, que por lo general siempre llevaba una prenda de ajuste sobre la camisa. Estas camisas solían ser tan amplias y bajas que se llevaban hasta para dormir, haciendo el papel de los actuales camisones (8, pág. 34) y pudiendo hacer innecesario el uso de otras prendas interiores como las enaguas blancas (8, pág. 9). De la información protocolaria deducimos que, de forma generalizada, cada mujer solía tener dos tipos de camisas que se distinguían por la calidad del lienzo empleado y, en contadas ocasiones, por la aplicación de algún tipo de adorno. Por ello existían camisas que se registran en los protocolos simplemente como finas, delgadas o buenas, frente a otras camisas que se califican de ordinarias, gruesas o de traer “dos camisas gruesas y otra fina” o “cuatro camisas, dos delgadas y dos ordinarias”.

Entre las camisas distinguidas destacan en los protocolos las confeccionadas con lienzos finos de bretaña, platilla y holán u holanda, y entre las ordinarias las realizadas con lienzos de coleta, casero, crea y ruan. Ya en el siglo XIX recogemos también algunas camisas finas de hamburgo y otras más ordinarias de muselina.

Las formas de las camisas femeninas eran diferentes a las masculinas, tal y como se desprende de la lectura de algunos protocolos cuatro camisas finas de mujer. Aún así, al igual que las de hombre, las camisas de mujer estaban realizadas bajo un patrón bastante sencillo a base de cuadriláteros en el que se empleaban unas cuatro varas, dos camisas de holanda, 4 varas cada una, distinguiéndose en ellas dos partes básicas: las mangas y el cuerpo o árbol. Las mangas, que podían ser largas o cortas, acababan en puños y en la axila tenían el cuadradillo o escudete característico. Los cuerpos o árboles eran bastante bajos y llegaban como mínimo hasta más abajo de las caderas. Cuando los lienzos eran estrechos se les incorporaba nesgas a ambos lados de los hombros para darles más vuelo. El escote era muy sencillo, simplemente una abertura en redondo o rectangular con una aletilla corta y sus botones o una simple abertura con un botón y una presilla, soliendo presentar también numerosas tablitas y frunces.

Aparte de los citados elementos, tenemos referencias protocolarias de que, como mínimo hasta la primera mitad del siglo XVIII, a las camisas se les incorporaba en la parte inferior unos ruedos o faldas que aumentaban bastante el tamaño de esta prenda. El largo de estas faldas podía ser tan bajo que incluso permitiría eludir las enaguas interiores, con lo que la camisa y la enagua formarían una sola prenda (1). Probablemente ésta sea la razón de haber localizado en los protocolos camisas enteras y enterizas en las que no se especifica el tejido, indicando con ello que son camisas que llevan las faldas incluidas. Es posible también que estas faldas, aún estando ligadas a las camisas, fueran prendas sueltas similares a las enaguas blancas cuatro camisas, dos delgadas y dos de coleta y sus faldas. Suponemos que estas faldas o ruedos servían a la vez para dar volumen y ahuecar las enaguas y basquiñas. Estas partes inferiores de las camisas aparecen también en las camisas femeninas tradicionales de numerosas regiones peninsulares (9, pág. 63), siendo conocidas por lo general como faldas (8, pág. 8) (7, pág. 32).

En los protocolos se deduce que muchas de las camisas enterizas estaban confeccionadas por entero con el mismo tejido, una camisa de holán enteriza, aunque éste no era siempre el caso otra camisa enteriza de crea y mangas de holanda (3, pág. 165). Se conoce que en la confección de las camisas era muy frecuente que para cada una de sus partes se utilizara una calidad de lienzo distinto, circunstancia que también se da en otras camisas tradicionales del norte peninsular (4, pág. 118). Por ello, para las mangas, que eran la parte más visible, se empleaban los lienzos más finos, dejando para los cuerpos y sobre todo para los ruedos o faldas los lienzos más bastos, ya que estos últimos elementos estaban siempre ocultos y sufrían más desgaste: una camisa de ruan los cuerpos y las mangas de bretaña, una camisa de platilla con faldas de coleta, una camisa fina llana con sus ruedos de coleta, 13 varas de crea para camisas,... 3,25 de bretaña para las mangas de las camisas....

Por lo general no presentaban ningún tipo de añadido decorativo, aunque registramos algunas bordadas de seda o de hilo azul o negro: “una camisa labrada de tisú azul”, “una camisa de coleta labrada de hilo azul”, “una camisa fina bordada de seda negra con sus ruedos de coleta y otra llana con sus ruedos también de coleta”, “más otra camisa enteriza de crea y mangas de holanda con pecho labrado de seda” (3, pág. 165). Se conoce que este tipo de adornos (presentes sobre todo en puños y borde del escote) constituyeron en España una influencia típicamente morisca (2, pág. 49). Como únicos elementos incorporados estaban los botones, que eran preferentemente de hilo. En algunos protocolos hemos localizado unos artículos, llamados vuelos y vueltas, que las mujeres se colocaban en los puños de las camisas a modo de bandas o volantes para adornar los brazos o muñecas, estando éstos asociados a vestidos distinguidos de mujeres acomodadas.


Ilust. 3: Prototipos de camisas femeninas en este periodo: 1 De manga corta y escote redondo. 2 De manga larga, escote cuadrado y con faldas.



Ilust. 4: Niña vestida de típica de Lanzarote a principios del siglo XX con una camisa de mangas encañonadas.

A veces las mangas de algunas camisas presentaban como una especie de ondulaciones o finas tablitas como resultado del encañonado. Este tipo de adornos fue muy común en las camisas tradicionales de Gran Canaria y Tenerife (6, pág. 185, 203). El hecho de conocer testimonios fotográficos de algunas camisas del traje típico de Lanzarote de principios del siglo XX con estos encañonados puede ser una evidencia del antiguo uso de esta práctica en Lanzarote.

Es curioso apreciar que en los protocolos son comunes las camisas femeninas que se registran en corte, es decir camisas que por algún motivo aún no se han acabado de confeccionar.

La camisa junto con el justillo de lienzo debieron constituir dos prendas que en el conjunto del indumento formaban casi una unidad, ya que es muy frecuente que en los protocolos las registremos conjuntamente como si fueran prendas asociadas: “camisa y justillo delgado”, “camisa y justillo de traer”.

1: Los protocolos consultados (testamentos, cartas dotales e inventarios) son mayoritariamente de Lanzarote y están comprendidos entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX.


Bibliografía citada.

1.- BANDRÉS OTO, Maribel: “El vestido y la moda”. Larousse. 1998.
2.- BERNIS, Carmen: “Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. I Las mujeres”. Instituto Diego Velázquez, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1978.
3.- BRUQUETAS DE CASTRO, Fernando: “Legajo 2721 (1619) de Juan de Higueras, escribano, del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas”. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Memoria Digital de Canarias. 1993.
4.- CASADO LOBATO, Concha: “La indumentaria tradicional en las comarcas leonesas”. Diputación de León, segunda edición. 1993.
5.- CRUZ RODRÍGUEZ, Juan de la y otros: “Alfred Diston y su entorno. Una visión de Canarias en el siglo XIX”. Catálogo de la exposición de su mismo nombre. Organismo Autónomo de Museos y Centros, Cabildo de Tenerife y CajaCanarias. Tenerife, mayo de 2002.
6.- CRUZ RODRÍGUEZ, Juan de la: “Textiles e indumentarias de Tenerife”. Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife y otros. 1995.
7.- FRAGUAS Y FRAGUAS, Antonio: “El traje gallego”. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 1985.
8.- HOYOS SANCHO, Nieves de: “El traje regional de Galicia”. Anejo XIX de “Cuadernos de Estudios Gallegos”. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Santiago de Compostela, 1971.
9.- VILLOLDO DÍAZ, Natividad y otros: “Tejido artístico en Castilla y León”. Junta de Castilla y León. Burgos, 1997.

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