Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Los rieles del tranvía. A quien corresponda.

Lunes, 18 de Septiembre de 2006
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el número 123

En estos días se pueden ver al principio de la calle de Triana los raíles o rieles del antiguo tranvía (llamada La Pepa después de la Segunda Guerra Mundial) al descubierto, a la espera de quedar a la vista de todos, reliquia arqueológica industrial, como memoria del desarrollo de la Ciudad y de la Isla, debajo de unos ladrillos de cristal. Las autoridades municipales tienen en su mano la decisión. La palabra del poeta que transmite las sensaciones de una ciudad que va cambiando adaptándose a la modernidad suscitaría el cariño y el respeto a las cosas nuestras que ya pasaron. Además haríamos extensivas dichas palabras a las nuevas generaciones de lectores.



En estos días se pueden ver al principio de la calle de Triana los raíles o rieles del antiguo tranvía (llamada La Pepa después de la Segunda Guerra Mundial) al descubierto, a la espera de quedar a la vista de todos, reliquia arqueológica industrial, como memoria del desarrollo de la Ciudad y de la Isla, debajo de unos ladrillos de cristal.

La vista de esos rieles o raíles me ha traído al recuerdo una versión de un poema de Tomás Morales en que recuerda un tranvía humoso, negro y destartalado.

Se me ha ocurrido que bien podríamos tener a la vista la reflexión de Tomás Morales sobre un amanecer de otoño en la calle de Triana. ¿Cómo? Colocando el soneto citado, con caracteres bien legibles, al lado de los rieles de nuestro antiguo tranvía. Sería una forma de que los paseantes de Triana pudieran sentir las antiguas emociones que nos transmite el poeta acerca del nacimiento de un día de trabajo en la primitiva Las Palmas.

Las autoridades municipales tienen en su mano la decisión. La palabra del poeta que transmite las sensaciones de una ciudad que va cambiando adaptándose a la modernidad suscitaría el cariño y el respeto a las cosas nuestras que ya pasaron. Además haríamos extensivas dichas palabras a las nuevas generaciones de lectores.

La idea se podría extender hasta poblar los rincones de la ciudad más característicos con las palabras de sus poetas recordándolos. Ejemplos tenemos en Agaete.

El soneto sobre el que hablo se titula “Estampa de la ciudad primitiva”. Apareció publicado en el Libro segundo de Las Rosas de Hércules, dentro de la Sección “Poemas de la ciudad comercial”, con pie de edición de 30 de diciembre de 1919, aunque por la correspondencia con los amigos sabemos que en esa fecha no estaba aún el libro editado, sino en proceso de edición. Tres pliegos estaban preparados el 10 de enero de 1920, según una carta que en esa fecha escribía a Saulo Torón.

El soneto, en dicho libro, trae a su pie una fecha: 1909, y va dedicado al amigo pintor Pepe Hurtado de Mendoza. Hay que decir que muchos de los poemas de Las Rosas de Hércules se escribieron recién publicado el primer libro de Morales, Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, allá por 1908. No he logrado encontrar la razón de la dedicatoria, si no es que se trata del reconocimiento amistoso del que, entre amigos, llamaban Pepito Hurtado, con aficiones comunes a Morales por el dibujo. Se sabe que entre 1920 y 1921, proyectaba ilustrar una edición de lujo del poema de Morales “Oda al Atlántico”. Las guardas del Libro primero de Las Rosas de Hércules están firmadas por José Hurtado de Mendoza. También se conserva una caricatura del dedicada “Al divino Tomás Morales”, firmada por “El pequeño Pepito (Juguete cómico)”.

En 1903 se autorizaba el cambio de motor de vapor por el eléctrico en el tranvía de Las Palmas de Gran Canaria. En 1909, aún tenía en la memoria Tomás Morales el humo de la máquina. Pero pasemos a ver cómo apareció el poema en Las Rosas de Hércules:

ESTAMPA DE LA CIUDAD PRIMITIVA

A Pepe Hurtado de Mendoza


Un sol isleño vierte su claridad temprana
sobre la nebulosa madrugada otoñal.
Envuelta en la silente quietud de la mañana
despierta poco a poco la vida comercial.

Los primeros rumores de la jornal faena
difunden en la bruma su vuelo mercantil
y el agudo silbato de una fábrica llena
la ciudad con el júbilo de su clamor fabril.

En la serenidad de las calles desiertas,
los almacenes abren sus metálicas puertas
que al correrse rechinan con estridente son;

y súbito, en sus rieles de acero encarrilado,
pasa un tren humeante, negro y destartalado,
dejando en el ambiente su vaho de carbón.

1909


La calla de Triana en torno al año 1900, sin apenas nadie de gente.Hace algún tiempo copié el mismo texto de un cuaderno de recortes de poemas del archivo del profesor y poeta teldense Fernando González.1 En el recorte no aparece ni la dedicatoria ni la fecha indicada. El colector de recortes debió tomarlo de alguna revista o periódico que yo no he logrado localizar. Lo copié porque, además de las diferencias apuntadas, noté alguna otra con respecto al poema que apareció en Las Rosas de Hércules.

Esta versión, no elegida por Tomás Morales para su libro, y que es posiblemente la primera en el tiempo, sin dedicatoria y sin fecha al pie –como se ha dicho–, es en esencia la misma que he presentado arriba, salvo algunas pequeñas diferencias de puntuación y el cambio del sintagma tren humeante por tranvía humoso, en el último terceto, que reza:

y súbito, en sus rieles de acero encarrilado,
pasa un tranvía humoso, negro y destartalado
dejando en el ambiente su vaho de carbón.


¿A qué se deberá la elección de la versión que finalmente se impuso?

A mí me gusta más esta versión con tranvía humoso. ¿Y a ustedes? Hay quien afirma que el término tren va unido al de carbón; y tranvía al de electricidad. (Esta es la noción común que tenemos del significado de las dos palabras. El Diccionario de la Lengua Española académico no hace esta distinción; sí el de María Moliner). Por otra parte, ya vimos lo que sucedía en 1903 en Las Palmas.

Y ya que hablo del tranvía de nuestra ciudad, permítaseme recordar el nombre de Juan Bautista Antúnez como primer concesionario del tranvía (que transfirió su concesión al Banco de Castilla, y éste a la Sociedad Anónima Tranvía de Las Palmas, allá por febrero de 1920). Lo hago porque se anda afirmando por ahí que fue Luis Antúnez.

También querría recordar que la llamada La Pepa, muy posterior, no era en su época ni tren ni tranvía, sino un híbrido, ya que se trataba de una locomotora que funcionaba con carbón, pero que arrastraba los vagones del antiguo tranvía.


Las fotos han sido tomadas del Archivo de la FEDAC.

Nota.

1. Su biblioteca y archivo pertenecen hoy al Cabildo Insular, a cuyos funcionarios agradezco las siempre solícitas atenciones que he recibido para mi pesquisas.

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Comentarios
Domingo, 15 de Octubre de 2006 a las 08:09 am - A.A

#01 leí, detenidamente el articulo. Acertada y coherente me parece la petición. Con ello, daremos presencia a Tomas Morales, cantor del sonoro atlantico casi olvidado hasta nuestros días y vagará por nuestra memoria la vieja y asmática máquina con la que se inicio la modernidad.