Asistí la semana pasada al Encuentro Educativo Canarias vive en la escuela. Tradición, Cultura y Futuro, celebrado en Lanzarote y organizado por la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.
Lo primero que uno piensa es: “¡coño, qué bien!”. Apostar por Canarias: y más pensando en el ámbito educativo, donde está presente el futuro. Profesores, padres, alumnado... unas 700 personas en torno a tan importante tema. Exposiciones, talleres, comunicaciones, mesas de trabajo... ¿Se puede pedir más? Pues sí, yo entorpezco y digo sí.
Los contenidos canarios forman parte de programas clandestinos de algunos profesores. Es decir, si tales puntos están recogidos en los currículos, si son materia obligatoria, ¿cómo es posible que sea muy poco -a la luz de la cantidad de docentes que ejercen- lo que se haga? ¿Y qué hace la inspección educativa?
No se nos esconde que hay un déficit significativo de conocimientos en el profesorado sobre el contexto canario. La razón es un mal estructural: en las universidades lo canario forma parte de la optatividad (Canarias es optativa); nuestros políticos, autonombrados “nacionalistas”, tienen muy poco interés real en que sepamos de y pensemos en Canarias (quién los viera con el rabo entre las patas). Todo ello, evidentemente, tiene una causas históricas en las que ahora no voy a entrar.
Aun así, en muchos centros educativos hay iniciativas importantísimas, como quedó demostrado. Pero eso tampoco quita para que: 1º. Estos Encuentros se realicen con asiduidad y públicamente; 2º. Los invitados no sólo sean las personas que ya estén metidas en estos fregaos, porque si no nos quedamos casi en el mismo sitio; 3º. Actos como estos se pueden hacer sin tantos lujos.
El acto inaugural reflejó la doble cara de este Encuentro: la maravilla de escuchar las voces de tres niñas con El Colorao (símbolo, ellas, de todas las personas preocupadas, la mayoría que estuvo en el Encuentro), junto a las intervenciones de “las autoridades” reflejadas en la ponencia inaugural, cansina, de Manuel Lobo Cabrera: la imagen de los intereses que allí más de uno quería mover. Es decir, la gente que trabaja diariamente a ras de suelo y del corazón; y los otros, los descarados de la alta cultura, que actúan sólo mirando arriba, allá arriba, donde se mueven otros intereses: las mentiras que nuestros jóvenes demuestran saber des-interesándose por ellos, los de la política institucional, que miran arriba porque arriba están ellos mismos; los de una de las caras de aquel acto, que quisieron hacer un acto político en el más rancio sentido de la palabra; a los que casi nadie hizo caso después de haber escuchado aquellas tres voces que -ellas sí- inyectaban promesas futuras a nuestro oído.