El día 20 de abril de 1970 se desencadenó un fuerte temporal de viento en el Valle de Aridane que destrozó las plantaciones de papas y de plátanos, sobre todo en la zona de Triana, La Laguna, Todoque y La Costa. También produjo importantes daños en los almendros en El Paso y Tajuya. Sólo de esta última fruta se estimaron los daños en unos cinco millones de pesetas (de las de hace treinta y cinco años).
Una terrible racha de más de ochenta kilómetros por hora derribó casi en su totalidad la humilde vivienda de un guarda de la Sociedad de Cazadores, don Jesús Denis Ojeda. Eran aproximadamente las siete y media de la tarde. La prensa de la época la describía “de una sola planta, en forma de tres naves, con la central doble”. La desmesurada fuerza del viento destrozó techos y tabiques mientras don Jesús se encontraba ausente de la casa, concretamente en el Pinar de Ferraz, sobre Los Barros. Sin embargo, se hallaban en su interior: su suegra, doña Nieves Fernández Capote -una anciana de 80 años-, su esposa, doña María Nieves Capote y sus hijos, Jesús Manuel, de 13 años, y la pequeña María Isabel, de año y medio. Todos dormían en aquellos instantes.
La Guardia Civil acudió rápidamente para socorrer a la familia, temiendo encontrarse con una catástrofe. No tardó en llegar ya que la distancia entre Cuartel y el domicilio era de unos cien metros. Los escombros lo cubrían todo. Hallaron las camas con los hierros retorcidos debido al desprendimiento del techo. El aspecto era desolador. Sin embargo, atónitos, no comprendían cómo los cuatro moradores estaban en perfecto estado, eso sí, cubiertos completamente de polvo. No encontrando respuesta alguna, finalmente admitieron que estaban ante un hecho milagroso. “¿Cómo si no se explicaba aquel prodigio?”.
El padre llegó ansioso y aterrorizado a las ruinas de su casa, pero cuando vio a unas vecinas con la pequeñita María Isabel en brazos, rompió a llorar y a temblar. Pensaba que jamás la volvería a ver viva. Al descubrir al resto de su familia, todos sanos y salvos, corrió hacia ellos y los abrazó, gritando alabanzas a Dios y a la Virgen.
Muchos vecinos habían ayudado a los miembros de la Benemérita a retirar los escombros acumulados sobre los durmientes, siguiendo las directrices del joven Guardia Civil don Germán Guerra Medina. Este comandante, que había sido el primero en llegar al lugar tras oír los gritos de terror de doña Nieves, repetía sin cesar: “¿Quién viendo esto no cree en milagros?, ¿cómo se podía explicar todo esto? ¡Lo estamos viendo y nos parece mentira...!”.
Poco tiempo después llegó Pablo Barreto, con cámara y libreta, para tomar nota y fotografías de la dantesca escena y su milagrosa historia. Su propia experiencia sería publicada en la prensa local dos meses después del incidente. En ella se detallaba cómo incluso los cuadros de las paredes se habían hecho añicos, exceptuando el de la “Virgen de Las Nieves” que colgaba sobre una de las camas aplastadas. Tanto los agentes como todos los vecinos y curiosos, al contemplar el marco de la “Morenita” -de rica tradición milagrosa-, que surgía radiante de entre todo aquel amasijo de hierros, polvo y destrucción, lloraban y le rezaban. Algo estaba claro: había sido otro de sus tantísimos prodigios. El propio periodista recogió el sentimiento unánime de los presentes: “Todos aquí ven un milagro debido a Nuestra Patrona en este año de Fiestas Lustrales. Y nosotros también. También nos parece ver al lector con una sonrisa de duda o quizá de burla. Pero ello no nos molesta lo más mínimo porque también a nosotros nos habría pasado otro tanto de no haber visto y oído cuanto aquí pasó”.
BIBLIOGRAFÍA.
BARRETO GONZÁLEZ, Pablo P. «En 1970, también existen milagros», Diario de Avisos, 24 de junio de 1970.