Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

La saga de los Corujo II: La música que viene de atrás

Domingo, 18 de septiembre de 2005
Cirilo Leal Mújica
Publicado en el n.º 70

En el exilio en la propia isla está el origen de los Corujo.

Foto Noticia La saga de los Corujo II: La música que viene de atrás

Domingo Corujo le rinde el homenaje del recuerdo a Francisco González, el fundador de la saga de los Corujo y también a su abuelo Juan Corujo, el jariano, una figura imprescindible en la tradición de los ranchos de Pascua de Lanzarote. Un pastor que supo inculcar el amor a la música y al baile a su parentela en San Bartolomé, Lanzarote. Esa herencia musical sigue latiendo en el corazón de los Corujo. El maestro de guitarra clásica, Domingo Corujo Tejera, es una persona de abierto y con gran capacidad de recepción y memoria. La paciencia y la capacidad de observación le convierten en un ser que capta las vivencias ajenas y sabe transmitirlas. Es capaz de hacer un alto en la narración de su trayectoria vital para prestarle la palabra, la voz y los sentimientos a otras personas que se han cruzado en su existencia. Por tanto, de narrador de su vida o cronista de los hechos y pensamientos de otros, de paisanos y de personajes del mundo, de su isla natal, de Canarias, de Venezuela y del mundo, que para eso lo ha transitado en varias direcciones. La rosa de los vientos que impulsan los rumbos perdidos de la memoria, le conducen, igualmente, del presente al pasado, de la historia contada a viva voz o los mitos de población de la isla de Lanzarote cuando en la isla no existían fronteras con el continente africano.


El abuelo jariano.

Domingo Corujo vuelve la mirada hacia atrás y se encuentra de frente con la figura del abuelo paterno Juan Corujo, el hombre que disponía de una ovejada en San Bartolomé. Este hombre sembró el profundo amor y pasión que los Corujos sienten hacia la música. Su familia llegó a constituir el rancho de Pascua más importante de San Bartolomé.

"Mi abuelo es un hombre mítico en las cuestiones de las tradiciones de Pascua. Lo llamaban el Jariano porque procedía de Haría. Él era uno de esos hombres que, aunque no era practicante de ninguna religión, estaba abocado a la fiesta de la Pascua, a las misas de luz y a los ranchos de Pascua. Esas misas de luz se celebran al amparo de la oscuridad y eran previas a la Navidad. Los ranchos cantaban en versos todo el proceso anterior al nacimiento del Niño y, luego ya, en la Pascua, cuando ya había nacido Jesús, se transformaban en cantores de la esperanza. Mi abuelo tenía un rancho de Pascua integrado por su propia familia, sus hijos, sus hijas, nietos y allegados. Eso ocurría durante ese periodo, pero el resto del año, se tocaba y se bailaba todos los días, en la calle, delante de la casa. Todo el mundo bailaba descalzo porque eran caminos de tierra. Si llovía o hacía frío se tocaba y bailaba dentro, pero nunca se interrumpía. Ese espíritu, ese ánimo festivo le venía de atrás, de tradición familiar".


El patriarca del destierro.

La memoria familiar de Domingo Corujo se encadena a los recuerdos transmitidos de padres a hijos por el conducto mágico de la oralidad. Un asalto atrás en el tiempo nos lleva a la figura de Francisco González, el fundador de la saga de los Corujo que procedía de Yaiza.


Domingo Corujo Tejera (1945).

"El exilio en la propia isla está en la raíz del nacimiento de los Corujo. La historia comienza en Yaiza, en las Playas del Papagayo, allá frente a la isla de Lobos. En esa zona hay unas caletas pequeñas, una de ellas es la playa de Afche. Afche era un príncipe beréber del continente africano que vino a vivir a ese lugar con su familia, ganado y todo. Él fue el padre de Yaiza. Cerca de Afche estaba el caletón de los González, de donde procede mi familia. Según datos encontrados en los archivos del ayuntamiento de Yaiza, en la casa de mis tatarabuelos se contabilizaba un piano. Si había un piano o una pianola, hay que pensar que alguien lo tocaba. Francisco González tenía ocho hijos y una hija. Vivían, como toda la gente de aquella zona de malpaíses y de aquella época, del ganado. La chica quedó en estado. El novio la abandonó. Se fue a Montevideo y nunca más se supo de él. En aquel tiempo de cristianos viejos, una mujer que daba a luz un hijo y no había marido conocido, era una afrenta. Había que lavar la cara de la familia, el honor familiar y echarla de la casa. La Isleta, en Gran Canaria o Miraflores, en Tenerife, estaba llena de chicas repudiadas por sus familiares después de haber quedado encintas y haber sido engañadas por los hombres. De alguna manera, para mantener a sus hijos, tenían que emplearse en lo que pudieran y se prostituían. Francisco González rompió esa costumbre y no echó a la calle a su hija menor. No les quedó otro remedio que poner tierra por medio y se exiliaron al lugar más lejano de Yaiza. Partieron con las cabezas de ganado hacia Haría".

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