Martes, 8 de marzo de 2005
Redacción BienMeSabe
Publicado en el n.º 43
Las mujeres canarias, como en la mayoría de las sociedades rurales, han sido fuentes y pozos de trabajo y sabiduría, correas de transmisión oral de nuestra Cultura Popular.
La mujer ha desarrollado históricamente una doble función social, por un lado la de madre o ama de casa por su condición sexual, pero también por otro lado la de colaboradora en la economía familiar desarrollando otras tareas paralelas. Muchas de estas actividades están intrínsicamente relacionadas: hacían la comida pero primero buscaban la leña para el fuego; daban de comer y ordeñaban los animales; trabajaban en el campo en todas las faenas, desde la siembra a la recogida, e incluso en las descamisadas, para llevar los frutos a la mesa o colaborar en el sustento familiar, intentando sobrevivir ella y los suyos con los medios que tuvieran a su alcance.
En sus pocos ratos libres nuestras mujeres no paraban de realizar otras tareas artesanales: la cerámica, cestería, calados, costura, etc. o incluso desempeñaban labores tradicionales como curanderas, pinocheras, lavanderas, etc.
Afortunadamente en estos últimos años son muchos los reconocimientos y estudios sociales o trabajos de investigación que se han realizado para reconocer ese papel fundamental de la mujer canaria en el mundo rural, desmintiendo la relación que existía entre la gente que vivía en nuestros campos y el atraso o la incultura, sin valorar que nuestros hombres y nuestras mujeres mayores han enriquecido nuestro patrimonio cultural, humano y social.
En este sentido merece la pena destacar, con motivo de la celebración del Día de la Mujer, el trabajo de un grupo de profesores de la Universidad de La Laguna que intentan recuperar del olvido el testimonio y las experiencias de la mujer canaria para evitar que su voz se pierda en el tiempo. Dicha investigación promovida y dirigida por la Catedrática de Historia de la Educación, Teresa González, lleva por título [i]Mujeres, Educación y Realidad: Las Mujeres Rurales en Canarias[/i], y está subvencionado por el Instituto Canario de la Mujer.
Según Teresa González, [i]se pretende hacer visible y escuchar la voz de las mujeres del mundo rural, campesinas, pinocheras, leñadoras, gangocheras, alfareras, cesteras o tejedoras, y también rescatar a rezadoras y curanderas[/i]. Asimismo, destaca [i]que la costumbre, el comportamiento y la censura social son similares en todo el Archipiélago, pese a la dispersión geográfica e insular[/i].
Es difícil para muchos “urbanitas” entender las dificultades que muchas de estas personas tuvieron para sobrevivir con las dificultades sociales y políticas, o las penurias económicas que desembocaban muchas veces en “pasar hambre”, sometidas a la moral religiosa de la época y a la consideración social vejatoria de “campurrias”.
Ejemplo de estas dificultades era, por ejemplo, la creencia extendida “de que era bueno dar a los niños una infusión con los excrementos del ratón porque con eso se les quitaba el problema de orinar en la cama de noche”. La situación era de tal manera que muchas mujeres antes de acostarse orinaban en su jarrita de agua para calentarla y poder lavarse los pies.
Para finalizar este homenaje, hay que decir que igualmente era una costumbre de nuestras mujeres acabar el día, después del duro trabajo cotidiano, o tras el JOLGORIO de una taifa o baile de cuerdas, desempeñando otro papel que ha enriquecido de forma extraordinaria nuestro patrimonio musical: nos referimos, cómo no, al ARRORRÓ, del que hay ejemplos ilustres anónimos u orgullosamente dormidos bajo la trapera herreña de Valentina “la de Sabinosa”.