Hoy, 22 de junio de 2005, se cumplen 75 años de la Coronación Canónica de la Virgen de Las Nieves por Mandato Pontificio del Papa Pío XI. Aquella radiante y soleada mañana de 1930, el Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Tedeschini y Serina, Arzobispo de Lepanto -luego Cardenal Camarlengo de la Iglesia-, procedió a entregar las dos fabulosas coronas, previa bendición, a las autoridades eclesiásticas, civiles y militares. Entre otras importantes personalidades se encontraban el Obispo de la Diócesis, Fray Albino González y Menéndez Reigada y don Blas Hernández Luján, Delegado del Gobierno en La Palma (que tenía la representación para este acto de S.M. el Rey Alfonso XIII)… Al entregar las magníficas y valiosas coronas, el Delegado Papal exigió a todas las autoridades presentes el juramento de que serían fielmente custodiadas y que jamás serían utilizadas para otros usos que aquellos para los cuales se consagraban solemnemente. Actuaron de padrinos doña Rosario Becerra y Cosmelli y don Tomás Sotomayor y Pinto, Gentilhombre de Cámara del Rey. Fue precisamente aquella dama quien había donado todas sus joyas a la Virgen “Morenita” para que fueran invertidas en las coronas de brillantes, oro y esmeraldas que habría de ponérsele en esta suntuosa ceremonia. En las dos piezas está representada, de una manera especial, la más alta y sublime expresión de fe y cariño que los Hijos de La Palma han tributado, desde siempre, a su venerada Virgen de Las Nieves. El instante de la coronación fue perpetuado por la cámara de ocho milímetros de don Emilio Carrillo, primeras imágenes cinematográficas de la “Reina de La Palma”.
Una figura importante de quien había partido esta idea fue el presbítero palmero don José Crispín de Paz y Morales, antiguo Rector del Santuario y Capellán de la “Virgen Morena” entre 1903 y 1924. Una iniciativa compartida por su sucesor, don Antonio Pérez Hernández, párroco entre 1924 y 1959. También fue imprescindible la actuación de la “Junta de Señoras Pro-Coronación”, presidida por doña Emilia Morales González, viuda de Pinto de la Rosa quien había hecho también un importante acopio de limosnas y de joyas.
La primigenia “Rambla de Cuba”, hoy “Avenida de El Puente” de la capital palmera, acogió la tan anhelada ceremonia en una preciosa y soleada mañana de junio. Hoy se cumplen sus “Bodas de Diamante”.
La Virgen había pernoctado la noche anterior en la Parroquia de Ntra. Sra. de La Encarnación y ese mismo día había entrado triunfalmente en El Salvador, después de presenciar el “Diálogo entre el Castillo y la Nave” y la “Loa de Llegada” en su honor. Otro detalle a tener en cuenta es que jamás las Canarias habían tenido el alto honor de ser visitadas por ningún Nuncio de Su Santidad, y menos aún con especial Delegación Pontificia como en este caso.
Don Pedro Manuel Francisco. De Las Casas, actual Rector del Santuario de la Patrona Palmera, describía cómo había sido la espectacular ceremonia, tenida al aire libre, en estrado y ante un altar efímero elevado al efecto. Una muchedumbre con sus mejores galas asistió al emotivo acto. Según el Boletín Oficial del Obispado de la época fueron más de 30.000 personas.. En el documento se decía: reunida, con el corazón rendido de amor para festejar a la celestial Patrona, la mitad aproximadamente de la población total de la Isla.
Un gigantesco toldo alargado cubría a modo de palio una buena parte del altar y aledaños. Bajo él se entronizaron las andas de baldaquino de plata de la Virgen, el vestigio más remoto de nuestra ubicación en la civilización cristiana y la cultura occidenta. Junto a la venerada imagen se hallaba en lugar preferente el Pendón Real, todas las cruces parroquiales de la Isla, diversas representaciones insulares, regionales y nacionales, autoridades eclesiásticas, civiles, militares… prelados, canónigos, beneficiados, arciprestes y todos los sacerdotes palmeros.
La fórmula de la Coronación fue la siguiente: Como nosotros coronamos llenos de veneración y respeto tu Imagen en la tierra, haz que merezcamos ser por Ti coronados con corona inmarcesible en el Cielo...
En el preciso instante de la Coronación, se produjo un atronador sonido de cohetes y salvas de honor a los que se unieron los cañonazos del Castillo y la Nave, los aplausos y los vítores de la enfervorizada multitud que ya lloraba, el repique de campanas y los sones de la Marcha Real. Un estremecedor instante que quedó grabado para siempre en la memoria de aquellos afortunados testigos y así lo comunicaron a sus descendientes.
Las fotos que aparecen en este artículo pertenecen al Archivo General de La Palma/ Colección FSFC.