Revista n.º 1066 / ISSN 1885-6039

La Danza de Los Enanos (I).

Miércoles, 13 de julio de 2005
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 61

No se puede negar que, a pesar de las valías y maravillas de todos los actos de las Fiestas Lustrales palmeras, la Danza de Los Enanos posee un atractivo infinito. Este secular espectáculo tiene dos días importantes en la fiesta. Uno es mañana jueves. Otro será el próximo sábado 23 de julio, momento en el que ofreceremos la segunda parte de este documentado y formativo ensayo de nuestro corresponsal palmero.

Foto Noticia La Danza de Los Enanos (I).


 

(...) ¿Qué son los Enanos? De ellos puede decirse mucho: un prodigio de inocencia, originalidad e ilusión: puede decirse con Nervo: quien los vio no los puede jamás olvidar. De ellos puede decirse todo, menos decir qué son. Porque no basta describir y decir que hay un premioso paseo de treinta magos cansados, o frailes agobiados, o astrólogos lentos, o romanos tardos, o cardenales torpes, según convengan en aparecer cada lustro: en todo caso se mueven apoyados en lanza, cayado, vara, báculo, rejón, según convengan cada lustro, y cantan cansinos, hasta que el propio cansancio y la impaciencia de la gente los mueve a entrar por una de las dos puertas de una pequeña caseta. En ese instante irrumpe una polca schnell y los que van entrando salen por la otra puerta de manera inmediata convertidos en enanos saltarines, ágiles, alegres, prodigiosos y danzan y danzan y danzan y trenzan la magia de la danza que la gente danza mientras los vive (...). (Luis Cobiella Cuevas. Pregón de la Bajada de La Virgen, 2000).



Su origen lo encontramos en las fastuosas representaciones primigenias del Corpus Christi. Desde el primer instante en el que las primeras familias de los conquistadores se asentaron en la “Villa del Apurón” -como se conocía a la incipiente capital palmera-, se iniciaron los solemnes cultos al “Cuerpo y la Sangre del Señor”. Se fueron representando las celebraciones intramuros con gran ornato y, ya en el exterior de los templos que se iban edificando, procesiones multitudinarias, sentidos autos sacramentales y graciosas danzas en honor al Santísimo, actos muy aplaudidos por la feligresía.



El Obispo de Canarias don Diego de Deza y Tello ordenó el 19 de agosto de 1558 que en la fiesta de Corpus se iniciara la piadosa costumbre de hacer un teatro en la misma puerta de la iglesia de El Salvador donde se entronizara al Santísimo Sacramento y allí se llevase a cabo dignamente las representaciones, danzas y regocijos en su honor.



Es precisamente en estos importantes actos donde surgen unos “Xigantes” en el siglo XVII, sufragados por el antiguo Cabildo de la Isla (hoy Ayuntamiento capitalino). Junto con esos mascarones gigantes también actuaban “cabezudos y enanos” como se hacía tradicionalmente en algunos pueblos y ciudades peninsulares. Así, por el Siglo de las Luces, aparecieron en las entrañables fiestas palmeras unas figuras regordetas y fachosas que satirizaban a la gente del común y a las personalidades de la época, a las altas instituciones, etc., todo ello envuelto en el más socarrón y exquisito buen humor.



El desaparecido historiador palmero Fernández García nos informaba de que “los enanos quedaron como una singularidad en la fiesta lustral de La Palma, a diferencia de los que se llevaban a cabo en la Península, puesto que nuestra danza y las figuras reúnen unas características especiales”. Así mismo, los festejos se completaban con unas espectaculares loas marianas y carros alegóricos y triunfales en honor a Nuestra Señora la Virgen de Las Nieves, Patrona de La Palma y de los Palmeros. Existe un antiguo manuscrito de1744 en el que dice ser el “Primer auto mariano”.



Llegaron las reales órdenes prohibiendo las danzas y los gigantes en las sacras procesiones en tiempos del rey Carlos III (1780). Previamente el Obispo de Canarias don Fernando Suárez de Figueroa había censurado este tipo de actos en las iglesias palmeras a finales del siglo XVI, pero nunca dejaron de representarse en los festejos, aunque haciéndolo en las plazoletas y lugares públicos.



El simpático y entrañable mascarón, tradicional en las fiestas castellanas de Corpus que pasaría a Valencia y a otros lugares, había suscitado el interés y curiosidad en las cortes y círculos culturales europeos desde el inicio de la civilización occidental y que “en 1833, veinte años después de la muerte de Viera y Clavijo, iba a iniciar por sí mismo, gracias a la fe y a la creatividad de los palmeros, una nueva singladura histórica en la capital de La Palma”.


Los viejos que aquí se ven
y cantamos con afán,
le imploramos a Miriam
nos dé siempre la salud;
y que torpe nuestro ser,
a pesar de nuestras canas,
como flores más lozanas,
en alegre juventud
(Coro de Viejos. Domingo Carmona, 1905).



Alberto José Fernández García nos informaba de que “la noticia más antigua que hemos encontrado de la Danza de Los Enanos, nos la da el sacerdote don Celestino del Castillo Martín (1817-1874) con motivo de la real proclamación de Isabel II”. El clérigo había escrito el 27 de diciembre de 1833 que “a las ocho, además de la iluminación, empezó en las plazas y calles un graciosísimo baile de seis enanos y otras tantas enanas vestidas a la española antigua y terminó a medianoche”. Este primer documento conocido se conserva en el archivo particular del cronista de la capital palmera don Jaime Pérez García.


Un soplo de juventud
torne a nuestro corazón
reliquia de inspiración
del tiempo aquel que se fue.
Y de la danza al compás,
nuestras antiguas gargantas
a Miriam estrofas santas
cantarán llenas de fe.
(Coro de Viejos. José Felipe Hidalgo, 1910).



La periodista palmera doña María Victoria Hernández complementaba y ampliaba esta primera data documental con una referencia inédita hasta entonces: “a las ocho de la noche del veinte y siete empezó en la Plaza principal una graciosísima contradanza de seis enanos e igualmente número de enanas perfectamente imitados y vestidos a la Española antigua, costeados y ejecutados por varios jóvenes, bajo la dirección de Don Miguel Torres, con cuya diverción todo el Pueblo estuvo muy gustoso y entretenido hasta tarde de la noche”. Reseña documental escrita por el escribano del Cabildo palmero don Manuel del Castillo Espinosa, con motivo de la proclamación de doña Isabel II el 26 de diciembre de 1833 que se halla custodiada en la Biblioteca Pública Municipal de Tenerife.


Hendido el pecho de dicho y gloria,
vibrantes himnos cante a María,
llevando un triunfo nuestra alegría
dulces cadencias hasta su altar.
Y con las palmas de cien combates,
Fieles, alcemos verde dolceles
Que, en noble ofrenda, nuestros laureles
Sus sienes castas han de nimbar.
(Coro de Guerreros. José Felipe Hidalgo, 1910).



Existe otro folleto sin firma, atribuido a don José Díaz Duque y publicado en 1985, donde se dice que don Miguel de Salazar y Umarán tuvo la brillante idea de la transformación con doce hombres vestidos del siglo XVII y “las enanas ya transformadas se introducían en la segunda parte”. Sin que se den más detalles ni se aporte fuente documental alguna, se afirma que fue ideada para la Bajada de la Virgen de 1835. Así, de esta feliz idea salió la representación de “unos danzantes con levita, ajustado calzón y bicornio francés”. Las enanas surgieron ante el éxito de los enanos. Fue doña Josefa Salazar Arrocha quien “presentó réplicas femeninas, aderezadas a la española, con miriñaque, mantilla, flor y peineta para tapar el secreto.”

(...) Los enanos de La Palma, nos comenta Juan Julio Fernández, son desproporcionados, pero elegantes, algo fachendosos, pero no fanfarrones; un tanto narcisos, más petimetres. Y, por encima de todo, son simpáticos, alegres, confiados y ¡entrañables! Siguen siendo, a pesar de mostachos y perillas, y crecidas melenas, un mucho niños y un tanto locos, rendidamente entregados a la historia y al mito en esta gruta encantada que sigue siendo la isla donde la última referencia es la Virgen de Las Nieves (...). (Miguel Martín, «La Danza de Los Enanos»).



Una nueva referencia histórica tiene lugar en el periódico local El Time en 1865. Allí se comentaba que en la “Danza de este año intervinieron doce parejas de enanos de ambos sexos, perfectamente figurados”. En esa edición se contó con la dirección de don Miguel Torres Luján.



Continuaron las menciones en los diferentes periódicos en sucesivas ediciones. Así, en La Palma (1875) se nos informa de que “se ejecutó la antigua danza de enanos”; en El Eco (1885): “por la noche se ejecutará la antigua y conocida danza de enanos de ambos sexos”; en El Adalid (1895) ya se menciona como uno de los números más tradicionales de las Fiestas Lustrales que recorrieron las calles y plazas de la capital un jueves 16 de abril de aquel año.


Peregrinos de la fe
en la sacra religión,
venimos con devoción
a rendir culto a Miriam.
Y pedirle con afán,
al pie de su ara bendita
nos dé su gracia infinita
para nuestra salvación.
(Coro de Peregrinos. José Acosta Guión, 1915).



Fernández García nos los describía así: “las figuras fachosas se vestían de igual forma a como lo hacen en la actualidad, pero suplían el gorro actual por un miriñaque de abrir y cerrar al centro, en el arco inferior. Al comenzar al baile, lo elevaban sobre la cabeza, y al cerrarlo, en forma de abanico, quedaba formado el sombrero. Las enanas también vestían de miriñaque, que no elevaban, pero el cuerpo del bailarín era cubierto por una capota o con mantilla y peineta adornada con flores”. Como podemos apreciar, una apariencia muy diferente a la actual. La presencia de estas enanas en el baile duró hasta 1900, pero siempre fueron hombres los figurantes y nunca mujeres.

Jueves, noche. 8 de abril de 1875: la tradicional Danza de Enanos, vestidos con exquisito esmero, especialmente las hembras. Salió de la Plaza de San Francisco (...).

Jueves, 10 de julio de 1980: Danza de los Enanos (ahora sólo bailan los hombres). Espectáculo entrañablemente unido a la fiesta de la Bajada. De gran ingenuidad y gracia. Letra: Manuel Henríquez Pérez. Música: Domingo Santos Rodríguez (...).



Cuando en 1905 se anunciaron los Viejos que, después de una danza coreada -con letra del poeta satírico Domingo Carmona Méndez (1854-1906) y música del culto doctor Elías Santos Abreu (1856-1937)- se transformarían en Enanos por invención de Miguel Salazar Pestana, la capital lucía aseada y romántica con el primer alumbrado público del Archipiélago: los focos eléctricos sustituían las hachas y teas en las iluminaciones.


Madre, de tu altar al pie,
llenos de cristiana unción,
nuestra eterna salvación
te venimos a implorar.
Nuestra fe te consagramos
y por reina te aclamamos
de la tierra y de la mar.
(Coro de Monjes. José Acosta Guión, 1920).



La peculiar y extraordinaria Danza mágica contó con libretos del versátil José Felipe Hidalgo (1884-1971) y de José Acosta Guión (1881-1967); José Lozano Pérez (1890-1951) escribió inspirados y sutiles madrigales entre 1925 y 1950; Félix Duarte Pérez (1895-1990) firmó las loas estudiantiles de 1955 y las cardenalicias de 2000. Manuel Henríquez Pérez, entre 1960 y 1995, aún después de su muerte, batió el récord de permanencia como autor de la letra de los coros que dan paso a la transformación de los enanos. El letrista, nacido en 1923 en la capital palmera y de la que llegó a ser su cronista oficial, falleció el 24 de julio de 1993. Su último “homenaje” de amor a Nuestra Señora de Las Nieves fue en la Bajada de 1990, participando en la “Peña” de los Enanos, ese año, con el atuendo alegórico de “navegante”.


De nuestros remotos reinos
hemos venido a adorar
a la Virgen de Las Nieves
Reina y Madre Celestial.
Como es nuestra protectora,
Con un no mentido afán
nuestras espadas fulgentes
defenderán a Miriam.
(Coro de Reyes. José Lozano Pérez, 1925).



A partir de 1905 (Viejos) y por este orden, se sucedieron las distintas representaciones y sus autores: en 1910, Guerreros y después Viejos en dos transformaciones con letra de José Felipe Hidalgo; 1915, Peregrinos; 1920, Monjes Blancos, de José Acosta Guión; 1925, Reyes; 1930, Japoneses; 1935, Romanos; 1940, Doctores; 1945, Nazarenos; y 1950, Consejeros, todas con versos de José Lozano Pérez; 1955, Estudiantes, de Félix Duarte Pérez; 1960, Taumaturgos; 1965, Atenienses; 1970, Dominicos; 1975, Astrólogos; 1980, Musulmanes; 1985, Peregrinos;1990, Navegantes; 1995, Vikingos; 2000, Cardenales, todas debidas a la pluma de Manuel Henríquez Pérez. En la edición de 2005 la alegoría será la “Marcha de los Caballeros”, cuya letra es de Luis Ortega Abraham y música de Juan Francisco Medina.



La Danza de Enanos consta de dos partes:

- La primera, al son de una marcha sencilla y pegadiza, siempre de autor local y a coro unísono, se interpretan emocionadas salves y loas a la Virgen de Las Nieves; una ofrenda interpretada por hombres “de tamaño normal” vestidos con suntuosas capas y varas largas (en forma de bastón, báculo, farol, remo, cayado, lanza… según sea la alegoría representada) que les sirven de apoyo durante la función, mientras “componen una añeja coreografía de filas, rombos y corros”. El coro o “la Peña” -grupo de cantantes ataviados de la misma guisa que el resto-, que representan personajes, que cambian de una fiesta a otra, y que suelen encarnar unos híbridos de la historia y de la fantasía-, se ha situado en una tarima y en un tono más alto interpreta a dos voces las siete estrofas de la loa. Repiten hasta ocho veces el estribillo. Durante la interpretación de éste, “los danzantes se paran y, desde filas paralelas y cara al público, repiten en tono mayor sus orígenes lejanos y su encendida devoción”. Aquí cantan danzarines y Peña. Año tras año, y con estos cambios de personalidad, van cambiando también las letras y la música, aunque ésta es siempre tan parecida con las anteriores, que podría afirmarse que no cambia, que ha sido siempre la misma.

Suena la música, y a su son, salen a través de una pequeña caseta de dos puertas, dos hileras de hombres, ataviados de largas túnicas, que por sus dibujos, nos dejan conocer la personalidad de quienes las visten; un año han sido estudiantes, otro doctores, otro astrólogos, cada año son distintos los personajes, que viene a ofrecer sus cantos a la Virgen de Las Nieves, porque esto es lo que nunca cambia sus canciones, son siempre loas a la Virgen:


Desde remotos confines
hemos venido soñando,
sobre las ondas del mar,
y a la Virgen de Las Nieves
nuestra loa le ofrecemos
porque con fervor queremos
verla en su trono reinar.
(Coro de Astrólogos, Félix Duarte, 1960).


Y mientras ellos cantan el estribillo, cinco escogidas voces, subidas sobre una peña, van lanzando al aire sus enfervorizadas letras a María. (Félix Duarte, Bajada de La Virgen- Historia).

- La segunda parte supone la mágica transformación en enanos fuera de la vista del público en el interior de la caseta bellamente decorada y de dos puertas. “Cuando el tránsito por el túnel diáfano de la Caseta materializa el secreto y cambia peregrinos (guerreros, astrónomos, estudiantes, nazarenos, reyes, frailes, viejos, navegantes…) por los minúsculos danzarines, la emoción sólo deja sitio al baile ingenuo y trepidante, a la agilidad, destreza y gracejo de los liliputienses, cuyos pasos, cada vez más rítmicos y veloces, el gentío palmea ilusionado”. (El Secreto del Enano)

Protagonistas indiscutibles de las Fiestas Lustrales de La Bajada de La Virgen, la Danza de Los Enanos evoca un sentimiento especial para los palmeros y a todos aquellos que nos visitan, siempre sorprendidos por unos segundos de misterio y magia en la noche del jueves durante la transformación, momentos en los que aparece, de repente, el primer enano. Es el instante del milagro, el feliz encantamiento que se refleja en las mil expresiones de la cara de las gentes (…). (Miguel Martín, La Danza de Los Enanos).

Los graves trovadores se retiran con el último compás y, con un leve fru-frú de tela, un simpático fanfarrón abre la cortina y otea a la audiencia con descaro; ésta le responde con aplausos y asombros, y el Enano número 1 adelanta su pie derecho, calzado con zapatilla de charol y hebilla dorada y da el primer paso; rompe a bailar y otros, a su espalda, le secundan y forman filas simétricas que, con marcialidad y gracia, trenzan la celebérrima polca, que principia solemne y acaba frenética. (El secreto del Enano).

Ya han terminado los cantos y las evoluciones, ahora empieza lo grande, lo misterioso, lo que verdaderamente llama la atención de esta danza, ahora es cuando después de pasar a través de la misma caseta, los vemos salir de nuevo, pero… ya no son aquellos hombres, ahora, son pequeños y simpáticos enanitos, ataviados de gran sombrero e impecable levita. ¿Cómo han logrado transformarse? Ésa es la pregunta que ronda todos los cerebros de nuestros visitantes, la noche de la Danza de Enanos. Y los simpáticos Enanos, no saben cantar, por eso, le ofrecen a la Virgen lo que saben hacer, bailar maravillosamente una alegre polka (...). (Félix Duarte).

 

 

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