Revista n.º 1079 / ISSN 1885-6039

Importación Ilegal.

Miércoles, 19 de mayo de 2004
Víctor Batista
Publicado en el n.º 1

Entremeses: Longorones de Valleseco al Ron de Flor del Pozo de Las Calcosas. De primero, Pulpo con castañas, a la manera de Vilaflor, regado con un buen Vino de Corralejo. Como Segundo: Baifo de Órzola, con Salsa de Rapadura. Postre: Melón de Las Conchas al Guarapo... Todo muy rico, todo muy canario pero... ¿dónde coño estamos? (con perdón).

Gente disfrutando de la fiesta de los Indianos en La Palma


Fiesta de Los Indianos en Santa Cruz de La Palma.Quien más, quien menos, nos hemos prestado alguna vez y, a menudo, con más frecuencia conforme van pasando los años, a rememorar las escenas más representativas de nuestra infancia y juventud… y si este rato es compartido con alguien que se preste a la grata divagación (acompañada de los pertinentes gestos de asombro ante el redescubrimiento de esas páginas semiconscientes de nuestra memoria), seguramente desgranaremos un sinfín de acontecimientos que mucho tendrán que ver con nuestro anterior entorno particular, es decir, el lugar, época y circunstancias en las que hemos vivido. ¡Claro que sí!... esta memoria, que más que meros recuerdos, constituye una parte importante de nosotros mismos, un porqué somos lo que somos, se erige en lo que podría denominarse nuestra carta etnográfica particular, en nuestro sello identitario local o, más bien, nuestra pequeña denominación de origen. Y a poco que reflexionemos sobre ello, cuán celosos nos volvemos al establecer diferencias locales sobre los modos y maneras que tienen los demás de defender esas peculiares variantes de tal juego, tal canción, o tal manera de gastar (o mejor, usar) el tiempo, durante esa coordenada vivencial anterior que todos llevamos implícita. Y de eso se trata, no precisamente de establecer esas diferencias (que también), sino de dar rendido homenaje a todas las particularidades que, de a poquito y todas juntas, van labrando una definitoria encrucijada histórico-temporal, que nos retrata a todos y cada uno de nosotros inmerso en un entorno, en un lecho cultural, en un contexto rico en matices, variado en posibilidades de expresión, pero maravillosamente distinto (incluso con las coincidencias), de cualquier otra persona, otro lugar, otra época.

Y a estas alturas se estarán preguntando perplejos que a qué viene toda esta perorata… Créanme que a mí me pasa lo mismo… pero no porque no sepa de qué estoy hablando, más bien por la perplejidad que me causa la serie de acontecimientos que va desgastando paulatinamente toda esta riqueza que nos define y engrandece, nuestro patrimonio etnográfico. Es que una cosa es investigar, difundir, preservar; y otra muy distinta es llegar, copiar, exportar… sin ningún atisbo de escrúpulo (muchas veces por puro desconocimiento), tras la inocente máscara de la justificación de la fiesta, donde se parapeta un dardo directo y certero contra la etnodiversidad que tan particularmente distintos nos hace a cada pueblo del mundo mundial (como está de moda decir).

Y es que el peor enemigo del desconocimiento, es el maridaje peligroso entre la tozudez y la simpleza de espíritu, albergados en el hostal de la ignorancia… (Mmmmm ¿por qué digo esto? ¡Ah...! ¡Ya!). Alguna vez se han preguntado qué coño hacemos en Canarias celebrando el Hallowen… Sí, ya saben, esa fiestita en donde todo el personal se viste de muerto, o diablo, o bruja, o todo lo que tenga que ver con lo esotérico, y de esta guisa se plantan los críos de portal en portal a pedir convite o susto… algo muy lindo… (de lástima). Pero, ¿y aquí?, ¿qué motivación nos lleva a instalar esa tradición importada que nada o poco tiene que ver con nuestra festividad de Todos los Santos y Los Bailes y Fiesta de Finados?, porque nosotros sí tenemos otras manifestaciones sincrético-religiosas que requerirían algo más de atención por parte del profesorado de primaria y secundaria, por citarlos en directa relación con lo del Hallowen dichoso, compartiendo éstos complicidad con el sector empresarial, al que le viene como anillo al dedo este tipo de campañas, o las del Papá Noel (¡esa es otra!). No nos extrañemos de estar celebrando dentro de poco el Día de Acción de Gracias, o el Baile de Graduación, según los dictados de la Escuela Hollywood… (para llorar).

Bueno, ni que decir tiene que gran parte de esa responsabilidad recae directamente sobre todos nosotros por ser tan permisivos con las modificaciones de nuestras maneras y modos de vida, y ser tan poco sensibles a la precaria salud de nuestras propias señas y símbolos de identidad. Es que tan poco sensibles somos que, confundiendo el aquello con las témporas, y con el desarrollo y mejora del tejido informativo en el archipiélago (sobre todo la tele, la tele y la tele…), hayamos cogido un poco el gusto a determinadas manifestaciones festivas locales, y queramos trasplantarlas alegremente sin reparo alguno, sólo por la condición de que sean divertidas y, a nuestra manera, algo esnob, incluirlas en los programas de las fiestas patronales, o las de Navidad, o las de Carnaval… ¿Se imaginan cómo quedaría la celebración de La Rama de Agaete en Tefía?, ¿o la de Los Enanos de Santa Cruz de La Palma en mitad de Teguise? Es que, por disparatado, hasta se le podría coger el gusto a este delirio imaginativo, y sería peligroso. No se entiende que seamos tan capaces de proteger nuestra pequeña idiosincrasia personal, y no defendamos de igual manera los intereses de la memoria colectiva, sin comprender que participa la una de la otra, y nada serían ambas de no llevar esa compenetración tan necesaria que hace que la historia y el patrimonio lo conformen las personas, las de antes, las de ahora y las que vengan, pero también el entorno geográfico, climático, ecológico, histórico…

Es que ante tanta riqueza, no me cabe en la cabeza acontecimientos como los que hemos vivido (entre otros) en los últimos festejos que con motivo del Carnaval se diseminan por toda nuestra variada geografía. Y no voy ahora a tratar de enjuiciar el Carnaval reciente (murgas, comparsas, reinas, cosos, rondallas, concursos, etc.), por mucho que se empeñen algunos en hablar de éste como el Carnaval del pueblo, que indudablemente se ha instalado en nuestra sociedad y sigue estando sujeto a cambios y aportaciones acogidas o no por los que viven estos acontecimientos; sino de otro que va siendo relegado a perder ese título de Tradicional y que, en algunos casos (en algunos), no se está en disposición de garantizar su continuidad. ¿Hacemos un pequeño repaso?, vale, pero les garantizo que hay muchas otras maneras de celebrar tradicionalmente la precuaresma, que lo que vamos a reseñar en estas líneas: ¿Todo el mundo conoce, o ha oído hablar de Los Diabletes de Teguise, Los Carneros de Frontera, Los Indianos en La Palma, Matar la Culebra en Tenerife, Los Bailes de Piñata en Gran Canaria, La salida de las Cabras en La Aldea, Los Buches en Lanzarote, o simplemente, Salir de Mascarita a lo ancho y largo de nuestras islas?

Quizá algunos hayan estado, en el mejor de los casos, en un espectáculo, o programa de Televisión, que detallara las particularidades de estas celebraciones que, dicho quede, constituyen toda una leyenda viva de conexión con nuestro ancestral conocimiento patrimonial, gracias a no pocos colectivos y personalidades, que se han encargado de dar los apoyos imprescindibles para catalogar y estudiar estos acontecimientos. Pero muy pocos de nosotros habremos estado en el lugar y momento adecuado para presenciar en su propio entorno natural, la verdadera fortaleza impresionante de la esencia viva de estas manifestaciones. En realidad, todos debiéramos tener esta posibilidad al menos una vez en la vida; seguro que otro gallo nos cantaría. Y es que ,dentro de poco, casi no nos hará falta movernos de nuestro municipio para gozar en directo de un remedo de puzzle, que nos hará viajar, al menos con la imaginación, por diversos escenarios de nuestra geografía. Total… ¡ya lo hacemos importando tradiciones del resto del mundo! ¡¿Por qué no hacer lo mismo con las nuestras?! Como son nuestras… ¿qué más nos da? Y si encima son divertidas, pues bienvenidas sean (una pena).

A colación de todo esto, y siguiendo con la referencia del Carnaval, hemos sido testigos de la inclusión en los programas de fiesta de determinados municipios grancanarios (desconozco si en otras islas también se ha dado el caso) de una imitación del Baile del Indiano, para regocijo del ignorante, y desesperación del palmero que ve que, una vez más, se exportan y copian impunemente tradiciones que nos pertenecen a todos, pero también a un entorno, a un lugar y un momento que los han acunado y justificado desde hace mucho tiempo. La desviación drástica de una de las variables (de las más importantes) de estos tesoros patrimoniales festivos, como la de la exportación a otros lugares por puro capricho, no hará más que confundir y desvirtuar el verdadero valor etnográfico de estos acontecimientos que alguien, algún organismo, alguna ley, o por lo menos la propia conciencia, debiera proteger. Y no es descabellada la idea, porque bajo el epígrafe de Patrimonio, conviven muy diversos conceptos, y no se debiera dejar de lado nuestras singularidades festivas y tradiciones locales. Si existe protección legal para unas cosas, es justo que exista también para esta riqueza cultural.

Definitivamente, el celebrar el Baile del Indiano en Arucas o en Las Palmas de Gran Canaria, como se ha anunciado en estos últimos Carnavales, no deja de ser un atropello a los valores más intrínsecamente apegados a nuestro perfil identitario como pueblo, como cultura, como nacionalidad. Alguno me dirá que la utilización de polvos de talco en el Carnaval local de otros lugares distintos a Santa Cruz de La Palma ya era así, y que incluso el Hallowen se hacía en Canarias desde hace mucho más tiempo. Pues sorpréndanse, porque es cierto: en algunos lugares (La Gomera, Fuerteventura...) el uso de harina, gofio y polvos de talco en los carnavales tradicionales locales era algo común. Pero una cosa es reivindicar las señas de identidad de estas fiestas, adaptadas a cada rincón de nuestras islas, y otra muy distinta es el plagio barato de ir vestido impecablemente de blanco, armado con el consabido paquete de talco, y entonando el Mamá Inés, como remedo lejano de lo que esta fiesta significa verdaderamente para los palmeros, y para todos aquellos que hemos tenido el privilegio de presenciarla en su verdadero entorno natural.

Por cierto, se me olvidaba lo del Hallowen. ¿Sabían que en el siglo pasado la población inglesa en la zona tinerfeña del Realejo, era tan consolidada y numerosa que, durante bastante tiempo, este colectivo celebró esta fiesta siguiendo la tradición de sus orígenes foráneos? Resulta bastante curioso pero, en todo caso, sigue sin cuadrarnos el que todos los niños canarios en edad escolar tengan que seguir esta tradición cada año, y que las campañas publicitarias sigan a pie juntillas esta nueva moda que, de no remediarse, pasará a consolidarse como una intrusión más en el ya deteriorado panorama tradicional canario.

De todas formas, bien podríamos seguir hablando de la intercanarización de nuestro folklore, en boca de los distintos grupos folklóricos de cada zona, que igual cantan a una isla que a otra, con la salvedad (hasta hace bien poco) de los grupos de las islas menores, pero que poco a poco han ido siguiendo a los grupos grancanarios y tinerfeños, y se han tirado al pozo de la mezcla de nuestros estilos tradicionales, tanto de bailes como de canto.

Pero eso será materia de otro encuentro. De momento, les dejo con esta píldora, para digerir como se quiera o pueda. Si les apetece, nos encontramos en el foro, o en el correo electrónico. Amigos y amigas... El debate está servido.

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