...que pudieron ser más. Me acerqué hasta la terminal del Jet-Foil, donde tenía que recoger a Dacio Ferrera, procedente de Fuerteventura, para llevarlo hasta Gáldar, donde participaría en un Encuentro de Folías organizando durante las fiestas en honor al apóstol Santiago.
Llegó con un ligero retraso a eso de las 6.40 de la tarde, acompañado del amigo Abelardo “El Tormento”, quien también participó en un encuentro de solistas en Fuerteventura. Nos saludamos e inmediatamente nos dirigimos hacia la cafetería, en principio a tomar un par de cafés. Al café le siguió una larga arrancadilla, aderezada de innumerables coplas recitadas.
Fue sorprendente comprobar lo caprichosa que es la inspiración, cuando Dacio sacó de su cartera varias servilletas en las que había anotado algunas coplas, como el mejor antídoto contra el sigiloso olvido. A medida que avanzaba la arrancadilla, las coplas se convirtieron en cantos, truncados a eso de las ocho cuando cerró la cafetería.
Dejamos a “El Tormento” en Guanarteme y arrancamos hacia el Norte. Por el camino, Dacio se deshizo en elogios hacia el norte de Gran Canaria, comenzando por Las Canteras, siguiendo por el Auditorio Alfredo Krauss, y continuando por el mar en esta parte de la isla. Los rompientes le parecían preciosos, así como el aspecto grisáceo del mar, el contraste de las tonalidades de grises en las nubes, especialmente marcado con el color mandarina que imprimía la puesta de sol.
Llegamos al local en el que se celebraba el ensayo general, y aquí se produjo uno de los momentos más emotivos de la noche: el reencuentro de Dacio con Juan Quintana, “El Claca”. Cuando Dacio supo que “El Calca” estaba en el local, se acercó hasta él y le preguntó, agarrándole la mano con firmeza: ”Usted me saca veinte quintanas. ¿Sabe quién soy yo?”. “El Claca” lo miró y respondió amablemente: “Pues no.” Dacio le indicó “Soy Dacio Ferrera”, y a “El Claca” le cambió la cara, visiblemente sorprendido. Con la mano izquierda le quitó el sombrero a Dacio, lo reconoció y se fundieron en un amistoso abrazo. Comentaron algunas batallas, de actuaciones en las que ambos participaron y del tiempo que llevaban sin verse... cosas de la historia.
A Dacio le apetecía otro café, que acompañó con un bocadillo de pata. Nuevamente, elogios hacia lo buenas que son las patas en Gran Canaria, con un aroma realmente envolvente. En estas, la caprichosa copla volvió a Dacio y otra servilleta fue la encargada de combatir el olvido.
Sobre las diez de la noche acudimos al ensayo general, en el que se daban cita varios solistas del noroeste de Gran Canaria. Se creó un ambiente lleno de camaradería entre ellos, propiciando un momento de cierta magia musical.
Y llegaba la hora de cenar. Poco esfuerzo hubo que hacer para que Dacio no se fuera al hotel, así que nos acercamos en Gáldar hasta un conocido local para los amantes de la música y de la buena comida, donde se combinaron papas arrugás con buen queso semicurado y calamares con tacos de pescado, regado todo con ron de palma.
Cuando se acercaban las doce de la noche, decidí que ya era hora de retirarse a descansar para ir a trabajar unas pocas horas más tarde, a menos que pretendiese ir a trabajar directamente desde allí. En efecto, al día siguiente me confirmaron que no salieron del local hasta bastante después del “sopuesto”, tras varias horas de música aprovechando la presencia del irrepetible Dacio Ferrera.