Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Una ermita diferente en Las Puntas.

Sábado, 14 de Marzo de 2015
Redacción BienMeSabe.
Publicado en el número 565

La Asociación de Vecinos “Los Verodes” de Las Puntas y el arquitecto Alejandro Beautell presentan: “Una ermita diferente en Las Puntas”, el próximo martes 17 de marzo a las 19:30 horas, en el Centro de la Asociación de Vecinos de Las Puntas. A continuación reproducimos las palabras del arquitecto de la obra en su discurso.

 

Como Arquitecto de esta obra, quiero dejar constancia de las aspiraciones que me han movido en la concepción de este templo.

Esta es una ermita diferente, es, si se quiere, una construcción dura, áspera… sin concesiones a la ornamentación, es una obra que se muestra casi desnuda. Cuando algo es diferente, tendemos, en un primer momento, a rechazarlo. Podríamos preguntarnos porqué no se parece a otras ermitas que todos conocemos…

Decía San Agustín que “la belleza es el esplendor de la verdad”, por lo tanto, sin verdad no puede haber belleza. Con estas palabras, San Agustín no se refería a la belleza fácil y cómoda, a la belleza epidérmica, la que se queda en la superficie, sino a esa otra belleza más compleja y sútil, la que nos obliga a mirar de una manera diferente, la que surge de las cosas verdaderas.

Por ese motivo esta ermita no imita a las ermitas del s. XVII, que son bellas sí, pero porque son verdaderas y se levantaron con el arte y la técnica de aquel momento (grandes muros de piedra y barro, techumbres de madera de tea cubiertas de teja árabe). Pero al levantar una nueva iglesia hoy, la imitación de aquel pasado, no tiene sentido, no dejaría de ser eso, una imitación… una falsedad.

San Juan Bautista, era un hombre sobrio y austero, el propio Jesús lo contrapuso a quienes “están en los palacios reales y visten finos ropajes”. El Bautista es “la voz que clama en el desierto”, recordándonos que debemos escoger la sobriedad como modo de vida. Esta humilde ermita que lleva su nombre, clama también contra los excesos del pasado, demostrando que un nuevo arte sacro es posible.

La belleza y el arte van íntimamente unidas a la fe y así lo entiende nuestro Obispo y así lo ha entendido D. Sergio, el párroco, y eso, para un arquitecto, es de agradecer. Por eso, cuando alguien me dice, que la institución de la Iglesia está anticuada, le digo que no se equivoque, que la Iglesia, como diría el poeta, “es antigua como el mar, pero moderna como las olas”. Es añeja y sabia, pero está viva y avanza con los tiempos.

Ahora voy a dar algunas claves para comprender mejor esta ermita. El programa de necesidades de una ermita, no es otro que la liturgia, facilitar la celebración del Sacramento de la Eucaristía, y la mejor manera de hacerlo, a mi juicio, es potenciando el Misterio.

La ermita, en planta, tiene forma de triángulo, que en la tradición cristiana representa el Misterio de La Santísima Trinidad: Padre Hijo y Espíritu Santo.

El Altar se sitúa en el ángulo más agudo del triángulo y su bisectriz constituye el eje principal del templo. Todos los elementos del templo, la pila bautismal, los bancos, el altar, la cruz y el sagrario se disponen alineados con respecto a este eje. Existe un punto, fuera de la ermita desde donde confluyen todas las líneas del edificio. Es una metáfora de la línea de la vida de un cristiano: el bautismo, la asamblea y finalmente la comunión del banquete celestial, representado en el punto más alto donde se derrama la luz cenital, sobre el presbiterio.

Se pretende favorecer el encuentro con el Misterio, por eso el exterior nos incita a entrar para descubrirlo. Un espacio donde poder orar, introvertido, protegido del ruido del mundo. No hay muebles, ni distracciones, todo es masivo… como rocas de hormigón. Dentro sólo está la luz.

La luz dorada que se derrama sobre el presbiterio, hace que la ermita nunca sea igual, la percepción del espacio va cambiando conforme los rayos del sol inciden en ella.

Con los duros tiempos que corren, el presupuesto disponible era escaso y la austeridad no fue solo una convicción moral, fue una necesidad.

No teníamos oro, pero teníamos la luz, no teníamos mármol, pero el hormigón nos valía, no hay filigranas de yeso, pero el tiroliano de picón nos sirve, tampoco encontrarán lámparas de cristal, pero cuando caiga la tarde, lás bombillas nos iluminarán de la misma manera. Sencillez y Verdad.

Para terminar quiero agradecer a todas las personas que con su esfuerzo han contribuido a levantar esta ermita de San Juan, empezando por la Contrata C. Expósito y con un agradecimiento especial a Jesús, Aarón y Óscar, el albañil y peones de la obra, que han puesto una ilusión en su trabajo que me ha emocionado. Gracias también al aparejador de la obra, Eloy Fernández y a D. Federico y a D. Sergio párrocos de NS de La Candelaria. Gracias D. Víctor también, por apoyarme en los momentos difíciles.

La arquitectura, sin gente que la use no es nada, así que hoy empieza la vida de esta ermita, que la disfruten y la protejan porque es para ustedes. Gracias.

Alejandro Beautell, arquitecto.

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