Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

¡Viva la Virgen de El Socorro! (Incluye MUESTRA DE FOTOS)

Lunes, 10 de Septiembre de 2012
Luisa Chico Pérez
Publicado en el número 435

Pero yo pienso que lo que queda impreso en la piel del romero de El Socorro es la entrada al templo de la Señora. Allí, cientos de personas esperan con ansiedad la llegada de la romería, en medio del calor y el aroma a albahaca que adorna por completo la iglesia.

 

Cuando oímos hablar de madrugada, pasodoble, albahaca y devoción, a muchos nos pueden llegar mil asociaciones de ideas a la cabeza; pero cuando hablamos de madrugada + pasodoble + albahaca + devoción, el resultado final es: Bajada de la Virgen del Socorro.

 

Y si escuchamos hablar de todo eso en las primeras horas de un 7 de septiembre, y además tenemos el privilegio de haber nacido en Güímar (Tenerife), todos sabemos que hablamos de una fiesta muy especial. El día en que nuestra Señora baja a la orilla para que los guimareros, y todo aquél que desee acercarse por allí, podamos disfrutar de su presencia.

 

De regreso de la romería me preguntaba si yo sería capaz de transmitir en un artículo, y desde mi humilde pluma, tanto sentimiento y devoción. Quiero creer que sí; al menos intentaré que los que la han vivido alguna vez, sobre todo si este año no han podido ir, sientan por unos minutos el sueño del madrugón, el sonido del pasodoble, el olor a albahaca recién cortada y la emoción de la cercanía de la Señora casi rozando su piel.

 

Bajada del Socorro… La romería que te atrapa y de la que ya nunca te puedes separar. Una tradición impregnada de devoción y fiesta que se ha trasmitido de padres a hijos desde hace cientos de años que, a veces, parece imposible que siga tan arraigada en el corazón del güimarero.

 

Bajada del Socorro… Cuántas historias se han fraguado en los ardientes kilómetros de su recorrido. ¿Qué hijo del pueblo o su entorno no tiene en la memoria una historia especial vivida algún día, más o menos cercano en el tiempo, en ese trayecto?

 

 

Hoy, cuando llegué a la plaza de San Pedro, ésta ya se encontraba abarrotada de gente, nos resultó casi imposible entrar en el Casino para tomar el primer caldo del día, mientras esperábamos que terminara la Santa Misa y la Patrona nos regalase su presencia en la puerta de la iglesia; pero entramos y lo tomamos saludando aquí y allá a los somnolientos conocidos que íbamos encontrando en el camino. Una mezcla de sueño e ilusión brillaba en casi todos los rostros.

 

Los niños, sobre los hombros de sus padres, deseosos de transmitirles su amor por esta tradición, miraban asombrados el gentío. De vez en cuando nos teníamos que apartar para dejar paso a un anciano con bastón y dificultosa movilidad que trataba de conseguir un lugar privilegiado desde el que ver pasar a la Señora. Y el río de gente seguía llegando a la plaza, todos unidos por una misma ilusión: ver salir a la Patrona e impregnarse de su amor.

 

Y de pronto estallaron los voladores, sonaron los tajarastes de la Danza de Cintas y la Virgen parecía sonreírnos desde la puerta de San Pedro. Se nos aceleró el pulso, tanto a los que somos creyentes como a los que no, y el corazón nos latió gozoso en el pecho. El pasodoble del Socorro sonaba aquí y allá desde hacía rato anunciando la buena nueva de la proximidad de la fiesta. El peculiar sonido de las bandas de música de Güímar se dejaba oír por doquier, y mucha gente les acompañaba con la archiconocida letra de Pedro Guerra Cabrera, quien junto a Miguel Castillo Alfonso compusiera en su día el que hoy es el himno de El Socorro.

 

Nuestra Señora ya partió,
con sus romeros hacia el mar,
va cuesta abajo,
lentamente, hasta el lugar,
donde una tarde
en Chimisay apareció.

Nuestra Señora ya partió,
con sus romeros hacia el mar,
y en El Socorro amaneció,
la alegre ofrenda del cantar,
coplas que brotan sin cesar del corazón.

La romería sigue sin parar,
hasta la ermita de su devoción,
y la guitarra empieza a pregonar,
que ya la fiesta comenzó.

Silba la flauta, suena el atabal,
en la Asomada crece la emoción,
y la parranda vuelve a madrugar,
con su estribillo y su canción.

Al recordar,
aquella historia que el guanche vivió,
repicarán
viejas campanas en el corazón.

Y al regresar,
por los caminos que ya recorrió,
volverá a vivir,
nuestra Señora, su fiesta mayor.

 

El descenso hacia la costa comenzó a discurrir por las calles de Güímar, y se reanudaron los reencuentros mientras la Virgen avanzaba orgullosa, sobre los hombros de quienes se peleaban por cargarla, mirando al horizonte azul, casi del mismo tono que su manto.

 

Cuando el sol apareció en ese horizonte, ya miles de personas caminaban cuesta abajo atravesando el pueblo rumbo a La Asomada, donde nuestra Señora descansaría y sería honrada por todos. Luego, algunos subieron la montaña, a pesar de los esfuerzos de los ecologistas y medio ambiente porque la gente se conciencie de lo nefasto que es esta práctica para el entorno; y otros arroparon por delante y por detrás a la imagen siguiendo el camino, está vez polvoriento, hasta su hogar.

 

Pero yo pienso que lo que queda impreso en la piel del romero de El Socorro es la entrada al templo de la Señora. Allí, cientos de personas esperan con ansiedad la llegada de la romería, en medio del calor y el aroma a albahaca que adorna por completo la iglesia. A ellos se van sumando los romeros que se adelantan a la imagen para poder vivirlo en el interior donde, cuando llega la Virgen, ya no cabe un alfiler.

 

Este año de 2012 fue una parranda quien entró cantando el pasodoble abriendo paso a la Señora hasta el altar, una de las muchas que acompañan la romería con sus canciones, y que terminan su recorrido en la iglesia cantándole; a ella se unió enseguida la banda de música que esperaba en un lateral de la iglesia.

 

 

Vivir la emoción que impregna a todos los asistentes en esos momentos es algo increíble; a veces pienso que en un momento así, incluso los que se definen como no creyentes pero que siguen la romería como tradición, sienten la llamada de la Virgen: es inevitable. Hay tanta emoción, amor y devoción a nuestro alrededor que debo confesar que cada vez que puedo vivirlo salgo de ese templo totalmente renovada, lo que hace que vuelva año tras año.

 

Luego, ya en el pueblo de El Socorro, sigue la fiesta. Comienza el peregrinar de parrandas y gente de casa en casa, donde siempre son bien recibidos y agasajados. Lo sé porque he hecho ese peregrinar en más de una ocasión, este año acompañando a mis buenos amigos del Rancho Bienmesabe.

 

Muchos terminan bañándose en la playa aliviando así el calor y el polvo del camino. Algunos regresan felices a sus casas con la satisfacción de sus promesas o su tradición cumplidas. Y muchos otros esperan la ceremonia de los guanches, que representan el momento del descubrimiento de la Señora por el pueblo aborigen que habitaba esa costa hace 502 años, y que se celebra a media tarde.

 

Yo soy de las que volvieron a casa después de visitar algunas en El Socorro, con la satisfacción de un deseo cumplido: pedir a nuestra Señora protección y paz. Creo que hoy gritaré una vez más desde estas líneas: ¡Viva la Virgen de El Socorro!

 

 

Muestra de fotografías



El caldo


En la iglesia




Los guanches

 

 

Comentarios
Martes, 25 de Septiembre de 2012 a las 00:12 am - victorio díaz marrero

#02 Mi enhorabuena , por tan entrañable artículo, a la hija del ilustre maestro don Domingo Chico, a quien conocí siendo director del Colegio Alfonso X el Sabio y yo secretario del Colegio de Chacona, actual Julián Zafra . Mis antepasados maternos eran güimareros de Chacayca, de lo cual me siento muy orgulloso.

Apoyo totalmente la sugerencia de David Díaz Reyes sobre la indumentaria de los guanches.. ¡Ya está bien de disfraces de ovejas lanudas ! Los guanches usaban unos vestidos bellísimos elaborados con pieles gamuzadas de oveja pelibuey y de cabra que nada tienen que ver con los que se empeñan en seguir usando. Catedráticos de la talla de Antonio Tejera Gaspar y Juan Francisco Navarro Mederos lo llevan diciendo desde hace muchos años. A ver si, de una vez por todas, güimareros y candelarieros se ponen de acuerdo, unifican criterios y se visten como nuestra tradición aborigen manda.

Martes, 11 de Septiembre de 2012 a las 16:10 pm - David Díaz Reyes

#01 ¡Qué bien el artículo! Qué bien nos sabe a los güimareros. Muy bonitas las fotos, en especial la última, donde salen dos guanches bastante bien ataviados, con vestimentas con rigor, no como las otras de oveja lanuda mezcla de algodón de azúcar y oso amoroso. A pesar del arraigo entre la población (de los últimos 100 años, más o menos), el uso de esta última ropa no se sostiene ni históricamente ni climáticamente (ponerse eso en verano...). De todos modos, que conste que respeto cómo se quiera vestir cada uno.