Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Cuentos contextualizados XXII: La venganza de don Gallo.

Viernes, 09 de Septiembre de 2011
Manuel García Rodríguez
Publicado en el número 382

A los gritos de auxilio, emitidos por Pedrito, acudió su madre, y se cuenta que ésta acusó al Señor Gallo de intento de asesinato en primer grado con premeditación y alevosía.

 

Corrían los años cincuenta del siglo pasado. Por aquella época creo que Pedrito tendría ocho o diez años aproximadamente. Era el más pequeño de los cuatro hermanos de aquella  familia, razón ésta por la cual su madre sentía por él una adoración especial. Mi prenda, lo llamaba cariñosamente su madre, y ese amor filial era muy bien percibido por el resto de sus hermanos que, con sana envidia, miraban celosos al benjamín de la familia y se sentían envidiosos, por ser ellos menos mimados que éste.

 

Eran aquellos tiempos en los que escaseaban los básicos alimentos necesarios para la diaria supervivencia. Razón ésta por la cual había que ingeniárselas para, con  una agricultura de subsistencia, tener de todo, sin necesidad de acudir al mercado para comprar, entre otras razones porque a veces ni tan siquiera dinero había para ello

 

Por lo tanto, El Gallinero era en la casa algo muy especial, del que se debía cuidar con cariño y esmero tanto el continente gallinero y, más aún, el contenido las gallinas por ser éstas productoras de los sabrosos y tan deseados huevos. Como quiera que las gallinas y su jefe, el Señor Gallo, necesitaban comer a diario, era necesario disponer de la consiguiente alimentación y ésta había que extraerla de la tierra, sembrando maíz (millo) el cual después de cosecharlo se  suministraba a diario a las señoras gallinas y a su jefe el Señor Gallo.

 

Ocurría que a veces escaseaba o se había terminado el maíz pero, como es lógico, era necesario seguir alimentando diariamente a las gallinas porque de lo contrario éstas se declaraban en huelga de hambre y no  ponían los tan esperados huevos,  base -como decía- de la alimentación diaria de la campesina familia. Para remediar esta funesta situación de carencia doña Luisa, la sufrida ama de casa, pensó que más que segar hierba para después dárselas a sus queridas gallinas como alimento, lo mejor sería que las propias gallinas salieran a comer la hierba por  motu propio, in situ.

 

Para llevar a cabo tal determinación era necesario disponer de alguien que cuidara a las Señoras Gallinas, en evitación de que éstas se dispersaran por el campo y no regresaran a su lugar de origen, o sea, al gallinero. Engendrada tan fecunda idea, vio la madre en su hijo Pedrito el posible Pastor Gallinero que podía llevar a la realidad lo que hasta entonces sólo había sido una idea preconcebida. Lo que no sabía su madre es que el pequeño Pedrito, tiempos atrás, había tenido una acalorada disputa con  Don Gallo, jefe y señor del gallinero, por razones de competencia.

 

Según contaban, los que estas escenas contemplaron, resultaba que Pedrito observaba a diario el poderío absoluto que el gallo tenía dentro del gallinero y ello engendró en él una inconmensurable y malsana envidia, pues a él nadie le obedecía, precisamente por eso, por ser el más pequeño, es decir, por ser un niño. Por otra parte, la elegancia de Don Gallo y su presencia física propiciaban el que Pedrito pasara los días y las noches pensando en qué estrategias utilizaría para terminar de una manera o de otra con la provocativa arrogancia de Don Gallo.

 

Era Don Gallo un señor elegante, bien vestido, con traje de color negro oscuro brillante, tipo frac, con elegante cola casi a nivel de su cresta, de la cual sobresalían cuatro plumas  sabiamente colocadas a modo de banderas que recordaban poderíos adquiridos en el pasado. Poseía una cresta proporcionada a su figura, roja, de un rojo intenso encendido, terminada en cuatro puntiagudos flecos. Pico largo de color caoba oscuro, acabado en una bien formada curva diseñada para las pelea con el enemigo y, cuando no, para atrapar el millo que constituía para él su rico manjar. Pecho desafiante cubierto por una hermosa corbata de color rojo que sintonizaba con el rojo encendido de su cresta. A la altura de sus tobillos le sobresalían dos hermosas espuelas tan afiladas como bisturí de cirujano y en disposición de rajar al que osara desafiar su inmenso poderío. Era pues Don Gallo un fiel reflejo del Nuncio Canoro, de quien don Luis de Góngora y Argote da cuenta en su obra.

 

Ya sea por venganza o por envidia, el caso es que todos los días Pedrito, al pasar ante el gallinero, desafiaba al Señor Gallo, tanto de palabra como de obra, con movimientos provocativos en desafiante insinuación, llamándolo de todo: desgraciado, sinvergüenza y otra serie de adjetivos de obsceno contenido que yo por razones obvias no expongo aquí. Cuando estos calificativos oía, el Señor Gallo en su interior se retorcía de rabia y pensaba: "Si algún día yo salgo de esta cárcel y te cojo, te destripo, desgraciado...”; pero su pensamiento no lo manifestaba a Pedrito, que seguía creyendo que el Señor  Gallo era "bobo de naturaleza" o padecía de profunda sordera.

 

 

Así pasaron los días y los meses previos a la suelta de las gallinas.

 

- Pedrito, ¿por qué no me sueltas las gallinas y las cuidas en la huerta? -le dijo su madre un día-.

 

Pedrito no se lo pensó dos veces porque ahora vio que llegaba su oportunidad de venganza... Abrió la puerta del gallinero, salió la primera de las gallinas y así fueron saliendo una a una, hasta que el Señor Gallo pensó que ya las tenía todas fuera del gallinero y que, por lo tanto, ya era el momento de salir él a poner orden. Mientras este desfile de damas se iba sucediendo en el tiempo, Pedrito pensaba: “En cuanto salga el Señor Gallo le voy a dar tan tremenda patada en el trasero que se acordará de mí durante toda su vida".

 

Apenas el señor  Gallo salió, se puso en posición de ataque, miró hacia los lados y al ver a Pedrito se le subió la sangre a la cabeza  y se encaró personalmente con él. Era tanta la furia que el Señor Gallo demostraba tener que Pedrito abandonó sus propósitos y huyó despavorido, gritando "¡Socorro…! ¡Socorro…! ¡Socorro...! ¡Este desgraciado me quiere matar!".

 

En su loca huida, se le soltó el cinto y… perdió los pantalones. Al ver esta imagen de desnudo, el Señor Gallo pudo vislumbrar dos pelotas que a Pedro le colgaban de sus partes íntimas, así que pensó: "Este sinvergüenza no sólo quiere apoderarse de mis gallinas, sino que además se ha llevado dos de los más hermosos huevos, y para mayor desgracia ya los lleva envueltos y bien sujetos a un palo".

 

Víctima del daltonismo que padecía, el Señor Gallo confundió el color de la piel humana con el blanco del huevo de gallina. Así pues, convencido de que aquello no eran otros que los huevos de sus queridas gallinas, resultó que con este pensamiento en su mente envistió las dos pelotas de Pedrito con tanta energía y furia que a punto estuvo de dejarlo estéril para toda su vida, y si no lo consiguió fue porque éste, por arte de magia, se subió repentinamente sus pantalones.

 

A los gritos de auxilio, emitidos por Pedrito, acudió su madre, y se cuenta que ésta acusó al Señor Gallo de intento de asesinato en primer grado con premeditación y alevosía. Así que, tras un juicio sumarísimo, fue tanta la penalización que recayó sobre Don Gallo, por el delito cometido, que después de ser condenado a garrote vil acabó siendo parte importante de un arroz amarillo, de esos que su madre sabía elaborar con singular acierto. Se cuenta que cuando Don Gallo fue descuartizado, un cirujano, amigo de la familia, contemplando el ojo del gallo, descubrió que efectivamente el pobre gallo padecía daltonismo y que por ello confundió los atributos de Pedrito con los huevos de sus queridas gallinas.

 

A partir de este incidente, cada vez que Pedrito pasaba cerca de un gallo, y aunque éste estuviese dentro de su gallinero, se sujetaba bien los pantalones "por si acaso". Aún hoy, a sus setenta años, el recuerdo de aquel incidente le produce una súbita subida de la presión arterial ya que si Don Gallo se hubiese salido con la suya, en estos momentos él no tendría los nietos que ahora tiene.

 

 

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Foto de portada: http://www.ecologiablog.com

 

 

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