Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Las devociones y fiestas marineras en Canarias durante el Antiguo Régimen.

Martes, 24 de Junio de 2008
Manuel Hernández González
Publicado en el número 215

Estamos ante un texto fundamental para entender la historia de las celebraciones marineras en nuestras islas. De nuevo, el historiador Manuel Hernández nos ofrece su saber y dedicación concretamente sobre este tema atractivo cultural, religiosa y antropológicamente hablando. Les dejamos con sus palabras que, sin duda, se convierten en claves para poder entender nuestra circunstancia festiva.



El culto a San Telmo y la Virgen del Buen Viaje.

San Telmo y la Virgen del Buen Viaje son los patronos de los marineros canarios de los siglos XVI y XVII. San Pedro Telmo forma parte de esa pléyade de santos legendarios en los que su biografía y su propia existencia están insertas en un mar de dudas. Se supone que nació en Galicia entre 1180 y 1190. Su nombre real era al parecer San Pedro González de Fromista, muerto en Tuy en edad muy avanzada. Según la creencia popular predicó por toda esa región obrando prodigios y milagros entre los marineros, conjurándoles tempestades1. También se cree que es una cristianización del culto pagano a los Dióscoros y una asimilación fonética de San Erasmo, aplicándole el dominico de San Pedro González, que fue canonizado popularmente cinco años antes que por la Iglesia ese confuso añadido de Telmo2.

Es bien significativa la relación entre la festividad de San Telmo y el calendario lunar relacionado con la regeneración de la cimiente, al igual que acontece con las campesinas de San Benito y San Isidro. No es causal que fuera una fiesta móvil celebrada el segundo día de Pascua de Pentecostés. Esta festividad recalca una hebrea análoga que se celebra 50 días después de la Pascua y que tenía un marcado pronunciamiento agrícola relacionado con el fin de la cosecha que daba comienzo por Pascua. Finalización que en la simbología cristiana ha pasado a coincidir con la bajada del Espíritu Santo a los apóstoles y por tanto con el término de la misión terrena de Jesús. Resulta significativo que el cristianismo como religión del pan nunca ha renunciado a esta constante relación simbólica con el campo y los meses. Pero con una relación que al expresarse en términos lunares de fecundidad, alcanza también a las mareas. Entre los judíos presenta un carácter marcadamente de sacrificio, una connotación simbólica que no sólo se presenta en el misterio eucarístico, ligado al pan. Jesús, grano que debe morir para renacer, encarna el antiguo misterio del renacimiento periódico de la vida por sí misma tras el letargo invernal. La cruz como árbol de la vida conduce a la teofanía vegetal, evoca las divinidades vegetales, a los dioses del cielo de la fecundidad que mueren y renacen. La coincidencia de la Pascua con el tiempo equinoccial-primaveral nos muestra su simbiosis con el calendario lunar; no en vano la Pascua es la primavera luna llena de primavera y Pentecostés, la culminación de la ofrenda ritual, tras la resurrección de la vida y la cosecha que aquélla conllevaba3.

Responde a esa integración simbólica dentro de los ritmos festivos el patronazgo de la Virgen del Buen Viaje, celebrado precisamente el día de la Luz o de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre. El Buen Viaje o Buen Aire, desde el punto de vista iconográfico, es una variante de la Virgen de la Misericordia. En la tabla de Alejo Fernández del Palacio Real de Madrid se le aprecia con su manto abierto sin ayuda de ningún ángel, hinchado por el aliento piadoso de sus devotos. Las mismas naves parecen también guarnecerse bajo su manto, tirante como una vela. La imagen entera semeja viajar viento en popa hacia el cielo4.

Varios elementos en ese culto no son menos significativos. En primer lugar la asociación de la Virgen marinera con las alturas, expresión de la integración en el reducido marco insular del mar y la montaña, de la estrecha conexión entre arriba y abajo en la vivencia festiva insular. No en vano las romerías conectan las alturas con la costa, como se puede apreciar en las de los garachiquenses a la Virgen de Guía, precisamente una Nuestra Señora de la Luz, a cuyo simbolismo nos referiremos seguidamente; o la de los esperanceros las del Carmen y del Rosario, del Realejo de Abajo y el Puerto, de la que hablaremos más tarde. Es bien significativo que esa Patrona de los mareantes (a la que, como recoge Juan Primo de la Guerra sobre la ermita de San Telmo santacrucera, se le venera con “pequeños cuadros que representan tormentas y embarcaciones en peligro y son anatemas que han ofrecido los navegantes”5), sea patrona de lugares altos de las islas. En la villa de arriba orotavense, Icod el Alto y El Tanque se le da culto. En esa última su festividad se desplaza a una fecha próxima al 8 de septiembre, el 31 de agosto, para no coincidir con el aledaño Los Silos, cuyo patronazgo es precisamente La Virgen de La Luz. Copatrona de la localidad, su fiesta reunía los aditivos tradicionales de las fiestas isleñas con sus enrames, tabladillos, libreas, bailes y entremeses6. Cuenta la leyenda que los marinos y emigrantes querían una Virgen con una advocación apropiada para rogarle llegar a buen puerto en sus travesías. Nada mejor para ello que tal denominación, decidiendo ponerla en la parte alta de la isla para que velase la entrada de los barcos.

Un segundo elemento, no menos significativo, es la celebración por lo marineros de la festividad de la Virgen del Buen Viaje el día de la Natividad de Nuestra Señora, 8 de septiembre, vinculándola con la de la Luz. Debemos de recordar que incluso en la ermita de San Telmo palmera, donde había, además de la del Buen Viaje, una de la Luz, ésta se procesionaba en esa fecha. La simbiosis con el ciclo de la fecundidad está también presente en la celebración de esa fiesta. Es la de la Virgen del equinoccio que nace mientras maduran las vides y sostiene en la mano la espiga del pan espiritual. En aquel raro y delicado momento equinoccial, suspendido entre estío e invierno, entre luz y tinieblas, llega ella para reconfortarnos contra la oscuridad que aún dulcemente, pero con todo inexorablemente, derrama sus sombras sobre la tierra. Las noches más tarde se enfriarán y alargarán. Sólo cuando parezcan ya victoriosas, la Reina dará luz al Señor del solsticio. Es la última expresión mariana del verano, camino de la concepción del Niño el 8 de diciembre, tras la cándida vejez otoñal. Es la ceremonia de los cirios cuando la luz se va y las golondrinas se preparan para abandonar Europa7.


La difusión de sus cultos por el Archipiélago.

Todas las islas del Archipiélago, con excepción de las dos más orientales, contaron con ermitas bajo la advocación del patrón de los mareantes. En San Sebastián de la Gomera existió una, aunque nada de ella ha llegado hasta nosotros. Se le menciona en el segundo testamento de Guillén Peraza (1544). Se le describe en lugar próximo al actual parador, por encima del castillo grande de los Remedios. Fue destruida en 1571 por los piratas hugonotes, por lo que no aparece en el mapa de Leonardo Torriani en 1590. Volvió a ser reconstruida, citándolas en 1689 Núñez de la Peña. Sobre esa fecha la incluía Pedro Agustín del Castillo en un plano en el paraje citado, reafirmado también en otro más exacto del siglo XIX8. La de El Hierro, situada en el puerto de La Estaca, se encuentra muy reformada. Aparece citada por Núñez de la Peña en en la misma fecha nombrada. En 1719, cuando se hallaba en una situación precaria, se decide retirar su imagen “totalmente indecente y arruinada” a la parroquia. Es una imagen de vestir con hábito dominico con un barquito de madera en la mano. El templo fue reconstruido a mediados del XVIII. Su actual retablo es de 18799.

La de Las Palmas de Gran Canaria, sostenida por la confraternidad de mareantes que lleva ese nombre, fue erigida en el antiguo muelle de la ciudad en el siglo XVI, figurando en el plano de Torriani. Incendiada en la invasión de Van Der Does de 1599, su actual edificio es de mediados del siglo XVIII, sustituyendo al antiguo que se encontraba ruinoso. Fue comenzado el 9 de mayo de 1745 y se terminó en el 20 del mismo mes de 1747. En 1778 se le añadieron las gradas de mármol, costeadas por la Hermandad, y las peanas de los altares de Nuestra Señora de las Angustias y de Buen Viaje y el de la capilla mayor. Era su propósito también ladrillar toda la iglesia10. Dos años antes se había encargado al maestro Antonio Rodríguez la pintura y dorado del arco toral de la capilla, que costó 90 pesos, abonándosele oros 10 por la cofradía “por lo bien que lo hizo”; por esas mismas fechas se gastaron otros 3.000 en la adquisición de un órgano, una campana de tres quintales y diversos ornamentos11. En la Confraternidad, reorganizada en 1705, desempeñaron un papel significativo los pescadores de altura en el banco pesquero canario-sahariano, dado que Las Palmas fue el centro de esta actividad extractiva tan trascendental en el suministro de proteínas animales a la población isleña.

En La Palma la ermita de San Telmo ya estaba levantada en 1574. su cofradía fue fundada en 1591. Para sostener su culto los mareantes se comprometían a entregarle el uno por ciento de las ganancias entre 1675 y 1680, se le construyó un nuevo templo, para cuya financiación aumentaron su aporte en un medio por ciento, mientras que durasen las obras. Su retablo de la capilla mayor estaba ya dorado en 1717. La primera imagen salía en procesión en unas andas, pero más tarde fueron sustituidas por un galeón de 2 por 2´50 metros tallado y dorado, en cuyo interior se traslada. Como acontecía en el resto del archipiélago salía en procesión después de Pascua de Resurrección. A la Virgen de la Luz se le daba culto en esta ermita el 8 de septiembre, festividad que fue sostenida desde 1652 por un legado de un tributo de 500 reales de Ana González Lima. Su hijo político, el regidor José de Arce y Rojas, trató en 1680 de trasladarla hacia la capilla de San Francisco Javier, que el mismo había erigido, pero por la oposición de la Cofradía sólo se le permitió la celebración de su octava con otra imagen que poesía en esa ermita. Continuó con el sufragio de su culto en 1766 María del Patrocinio Volcán y Medina en 176612.

En la isla de Tenerife se le dio culto en los tres grandes puertos del comercio exterior: Garachico, Puerto de la Cruz y Santa Cruz. En el primero su ermita tuvo su emplazamiento frente a San Sebastián en 1579, siendo trasladado a otro en el camino hacia el barrio de San José, hasta que se incendió a consecuencia de la erupción de 1706 y no se volvió a reedificar. Su imagen y su culto fue trasladado a la de los Reyes, sita en el barrio que lleva su nombre, que sí fue reconstruida tras ser afectada por el volcán. En ella residió hasta su extinción en el siglo XIX la cofradía encargada de su culto. En el Puerto, contaba con solar desde 1502 y se erigió como tal en 1608. Convertida en iglesia del convento dominico de San Pedro Telmo, pasó de hospicio a vicaría entre 1616 y 1657. En 1959 accedió a ser Priorato. Ante la falta de patrono efectivo y la grave penuria se nombró en 1678 como patrono a la Hermandad del Rosario13. Se incendió en 1778, pereciendo en él la imagen de su titular, pero no la de la Virgen del Buen Viaje, que pasó a la hornacina central del retablo que la cofradía de mareantes había levantado en 1713 en la parroquia de la Peña de Francia desde 1713. En él habían colocado a San Nicolás de Bari y puesto un retablo entero durante la mayordomía de Juan Francisco Ferrera. En 1714 se ajustó en 8.000 reales su dorado con José Antonio Acevedo “maestre de la arte de pintor y dorador”, vecino de la localidad14.

En el convento dominico la confraternidad contaba con retablo propio con derecho a sepultura en el que estaba colocado la Virgen del Buen Viaje. En 1733 adquirieron una nueva imagen de Nuestra Señora por 507 reales y 6 cuartos. Hasta entonces se le daba culto a la primitiva “que se halla muy antigua en el convento”, repartidos sus gastos “en cada un año entre 4 y 6 mareantes, y muchos por sus cortedades no pueden sufrir su costo”. Desde esas fechas se obligan a sostener tanto esa fiesta como la de San Telmo 23 marinos y sus descendientes con el uno y medio por ciento de sus ganancias15.

Dentro de la batería de San Telmo los marineros le construyeron una ermita bajo su advocación, que es la que ha subsistido hasta nuestros días. En 1773 14 maestros del tráfico de las islas crearon una capellanía en ella para culto de Dios y “consuelo y alivio de los fieles cristianos, en especial de muchos pobres que por su pobreza carecen del ornato correspondiente para concurrir a la parroquial y conventos a cumplir con el precepto eclesiástico de oír misa todos los domingos y días festivos”. Determinaron que con el sobrante de las limosnas compraron varios sitios con árboles frutales. El capellán designado para ello se encargaría de “obtener licencia de confesores a quienes ocurrir por ser en este lugar corto el número de ellos y nuestro oficio de tanta incomodidad nos hemos obligado a dilatar el tiempo señalado, causándolos muchas veces no tener confesor determinado donde recurrir en el día que nos hallamos con algún sosiego de la tarea”. Critican la morosidad de los mayordomos en pasar las cuentas, “que se pasan diez y más años”. El clérigo de menores Antonio Bethencourt fue designado su primer capellán, que debía ser hijo, nieto o descendiente de “hombre de mar”16. El Gremio de mareantes estableció una escuela de primeras letras en 1804, que fue suprimida en 1826.

La ermita de San Telmo santacrucera se remonta a principios del siglo XVI. Figura en el plano de Torriani de 1588. Su riqueza en el XVII explica su elección por los franciscanos para fundar su convento. En el primer cuarto de esa centuria comenzaron las fiestas de la Virgen de Buen Viaje, que hasta ese momento se hallaba en la parroquia. En el retablo de la capilla mayor, en el lado del Evangelio, se encuentra el nicho de San Telmo y en el de la Epístola la Virgen. El central lo preside San Pedro de las Marinas17. Se trató de instalar en la localidad, a imagen de la de Sevilla, una escuela de San Telmo para la formación de pilotos. Fue su inspirador el Veedor de las Rentas Reales Lázaro de Abreu, que se ofreció a construir en “el salón contiguo a la casita que para mi gabinete fabriqué en la Marina de este Puerto”, pero el proyecto se frustró18.
 
La decadencia del culto a San Telmo y la Virgen del Buen Viaje es parejo al auge de una nueva devoción del XVIII, la Virgen del Carmen, a la que nos referiremos más adelante. Pero también es hijo de la crisis por la que atraviesa el gremio de mareantes despojado de bienes por la política desamortizadora gubernamental y agrietado en sus ingresos por la ruina del comercio. En Garachico “la cofradía de San Telmo no tiene más fondos que las limosnas de los barcos de pescar, que ascenderán a 13 pesos anuales destinados para la función del santo, servicio de misas y cera para los difuntos mareantes. Hoy no pagan los barqueros y está casi extinguida la cofradía”19.

Las fiestas, pese a todo, prosiguieron en el siglo XIX, aunque ciertamente decadentes. El cronista portuense relata el embarque y baile de la tarde del lunes de Pascua de Pentecostés de 1826, en que se volcó una lancha cargada de hombres y mujeres, ahogándose 4 personas, por lo que “se prohibió para los venideros hacerse embarques ni paseos de mar en dicha festividad”. En 1862 “tampoco hubo misa ni función el segundo día de Pascua en la ermita de San Telmo, la cual ni se abrió su puerta, cuya llave quedó inventariada en abril último a la muerte del Capitán de Mar”. Al año siguiente, sin embargo, “se celebró con mayor lucimiento que de costumbre”20.


La conversión de la Virgen del Carmen en Patrona de los Marineros en el siglo XVIII.

Frente a esas devociones tradicionales, el culto del Carmen, que tiene su inspiración en las misiones carmelitas, se introduce como devoción marinera en las islas en el siglo XVIII, fenómeno que es paralelo al de todo el país. Es significativo ese mismo papel en la muerte como sustituto del Arcángel San Miguel, que queda desplazado en los Cuadros de Ánimas. La iconografía carmelitana es, desde esa perspectiva, muy reciente. En ella se reviste desde el siglo XVIII como constante el escapulario, el gran privilegio de la orden, que ofrece en su diestra. En las composiciones los ángeles lo ofrecen directamente a las almas. Se transforma en la Virgen redentora, misericordiosa, que intercede ante las calamidades y saca a las ánimas del Purgatorio21. La Virgen del Monte Carmelo, que había tenido devoción preferentemente en lugares interiores, en los que gozó de especial arraigo en el XVII, tales como Tacoronte, La Orotava o La Laguna, comienza a ser venerada por las gentes del mar en la centuria siguiente. La fundación de la cofradía del Carmen en Santa Cruz en 1675 sirve de precedente para su estímulo devocional en el Siglo de las Luces, contribuyendo especialmente a su esplendor los hermanos Logman, beneficiado y vicario respectivamente, de un puerto que alcanza su auge mercantil en esta centuria22.

En el Valle de La Orotava es significativo el singular culto que dan los marineros portuenses a la Virgen del Carmen sita en la iglesia del convento agustino del Realejo de Abajo, al que acudían en romería, tal y como relata Lope de la Guerra, que refiere que “el camino entre el Puerto y La Orotava estaba divertido con la mucha concurrencia de gentes que venían a la función del Carmen”23. Será precisamente la Octava la fiesta predilecta de los marineros. Esa devoción permaneció incólume hasta bien entrado el siglo XX, en que se sustituyó por una nueva Virgen, esta vez portuense, a la que se tributará desde entonces su embarque en esa localidad. El Carmen es una imagen del XVIII, que tenía altar y camarín, erigiéndose su confraternidad en 173024.

Es bien significativo al respecto una vez más la vinculación entre el mar y la montaña que acontece en la romería que los esperanceros le tributan a esa Vigen de la Montaña convertida paradójicamente en Patrona de los Mareantes. Como refleja Álvarez Rixo, “el sábado de Naval de cada año vienen muchos hombres y mujeres del lugar de La Esperanza en romería a dicha efigie del Poder de Dios, a causa de cierto voto que hicieron sus antepasados por una epidemia que en lo antiguo hubo en este pueblo. Antes de bajar a este Puerto llegan al Realejo donde visitan a la Virgen de Afligidos en aquel convento franciscano, y a la del Carmen en el de San Agustín. También traen varios dones entrando muchas veces de rodillas a venerar la citada imagen. Y por la noche pasaban a cantar una salve con tono y frases particulares a Nuestra Señora del Rosario de este Puerto, mientras que existió el convento dominico, divirtiendo antes y después a estos naturales, cantando y bailando por las calles al son del pandero y las castañuelas. Al día siguiente de madrugada regresan a su lugar”25. La llegada acontece el 15 de octubre, octavo. Tañen, precisa el cronista portuense, “sus tajarastes y castañuelas, cantando y bailando por caminos, calles y plazas”, preciso dato etnográfico que vincula el ancestral canto y baile con los panderos. Esa vocación marinera de un pueblo campesino se expresa en la Salve que “cantan por sí mismos y sus mujeres (...) con un tono particularmente semejante al que usaban los costeros canarios cuando levaban las anclas”. A él “concurría mucha gente de nuestro pueblo”. Sus romances cantados eran “obscenos y sus dichos y acciones después que se van enfrascando también”, mostrando la ironía y la sátira presente siempre en la cultura popular26.


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1. BONNET, S. “La Confraternidad de mareantes de San Telmo en Gran Canaria”. Museo Canario nº21-22. Las Palmas, 1947. P.13. Sobre las advocaciones marineras en Canarias, véase, HERNÁNDEZ MURILLO, P. “Las advocaciones religiosas de los mareantes en las Canarias Occidentales”. Revista de Historia Canaria nº184. La Laguna, 2002.
2. GÓMEZ TABANERA, J.M. (Ed.). El folklore español. Madrid, 1968. Pp. 356-357.
3. CARDINI, F. Días sagrados. Tradición popular en las culturas euromediterráneas. Barcelona, 1984. Pp.138-140. Sobre el marco festivo, véase, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. La religiosidad popular en Tenerife durante el siglo XVIII (Las fiestas y las creencias). La Laguna, 1990.
4. TRENS, M. María, iconografía de la Virgen en el Arte español. Madrid, 1946. P. 265.
5. GUERRA, J.P. Diario (1800-1810). Ed. de Leopoldo de la Rosa. Tenerife, 1976. Tomo II, p.198.
6. PÉREZ PESCOSO, J.P. “El Tanque. Fiestas de la Virgen del Buen Viaje”. El Día, 24 de agosto de 1986.
7. CARDINI, F. Op. Cit. p.165-166.
8. FRAGA GONZÁLEZ, M.C. Arquitectura mudéjar canaria. Tenerife, 1977. P.155. DARIAS PRÍNCIPE, A. La Gomera, espacio, tiempo y forma. Madrid, 1992. P.137.
9. FRAGA GONZÁLEZ, M.C. Op. Cit. p.163. ÁVILA, A. Lo humano y lo sacro en El Hierro. Tenerife, 1998. Pp.248-249.
10. Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (A.H.P.T.). Archivo Zárate Cólogan. Carta de Bartolomé Morales a Juan Cólogan. Las Palmas, 16 de octubre de 1778.
11. BONNET, S. “Op. Cit”. p.15.
12. FERNÁNDEZ GARCÍA, A.J. “Notas históricas de La Palma. San Telmo”. Diario de Avisos. Santa Cruz de la Palma, 17, 18, 19 y 20 de septiembre de 1969.
13. CALERO RUIZ, C. “El convento dominico de San Pedro Telmo en el Puerto de la Cruz”. Homenaje a Alfonso Trujillo Rodríguez. Tenerife, 1982. Tomo I, pp.151-175.
14. A.H.P.T. Protocolos Notariales. Leg. 3810. 10 de julio de 1714.
15. RUIZ ÁLVAREZ, A. “Las imágenes de San Telmo y Buen Viaje: su fiesta”. La Tarde, 21 de mayo de 1955.
16. Archivo del Obispado de Tenerife. Capellanías. Leg. 45. 9 de noviembre de 1773.
17. TARQUIS RODRÍGUEZ, P. Retazos históricos. Santa Cruz de Tenerife. Siglos XV al XIX. Santa Cruz de Tenerife, 1973. Pp. 252-255.
18. Archivo Municipal de La Laguna (A.M.L.L.) Sign. C-IV-13.
19. MARTÍNEZ DE FUENTES, F. Vida literaria. Manuscrito. Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (A.R.S.E.A.P.T.) Tomo II, f.128.
20. ÁLVAREZ RIXO, J.A. Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava, 1701-1872. Introd. de María Teresa Noreña Salto. Tenerife, 1994. Pp. 290, 454 y 465.
21. TRENS, M. Op. Cit. pp.380-382.
22. TARQUIS, P. “La última procesión del Carmen de Rodrigo Logman”. La Tarde, 16 de julio de 1957.
23. GUERRA Y PEÑA, L.A. Memorias. Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII. Las Palmas, 2002. Estudio y notas de Enrique Romeu Palazuelos. P.162.
24. SIVERIO PÉREZ, J. Los conventos del Realejo. Los Realejos, 1971. Pp.58-59. Sobre su culto, véase, HERNÁNDEZ GARCÍA, J.J. Los Realejos y la imagen de Nuestra Señora del Carmen. Tenerife, 1990.
25. ALVAREZ RIXO, J.A. Descripción histórica del Puerto de La Orotava. Manuscrito. Archivo de los Herederos de Álvarez Rixo (A.H.A.R.).
26. ALVAREZ RIXO, J.A. Cuaderno de romances. Los esperanceros. Romería tradicional. Manuscrito. A.H.A.R.



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