Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Padre Zanata. Personaje del Carnaval. Efímera fiesta de hondas raíces. (II)

Martes, 12 de Febrero de 2008
Cirilo Leal Mújica
Publicado en el número 196

Como todo es un teatro, los personajes del Carnaval se entregan en cuerpo y alma a la fiesta durante los días señalados, pautados. Lo dan todo en ese tiempo efímero de la representación de la locura fingida. Terminada la fiesta, abandonan al personaje hasta la próxima representación en los días previos a la liturgia… Así ha acontecido hasta ahora. Algunos de los personajes del Carnaval han trastocado esa pauta, ese mandato religioso de largos años de peso en la conciencia. Han decidido darle libertad al espíritu lúdico y pasean el personaje a lo largo de las cada vez más difusas estaciones.


Las fiestas del Carnaval constituyen en nuestro ámbito cultural una de las manifestaciones psicológicas y sociales de más profunda raigambre, perdurabilidad y proyección en el tiempo. Pese a ser un rito de efímero tránsito cumple a la perfección su función de válvula de escape, de limpieza, de oxigenación, de airear y ventilar las cargas psíquicas del presente: en su presencia no hay gravedad que no vacile, ni pendencia que no titubee. En estas fiestas, sin entrar en análisis del control que puedan ejercer las instituciones públicas en su organización y planificación, las apariencias de prudencia y circunspección se desploman. Es el momento de la disipación y la locura puesto que es una ceremonia que atesora placeres para todas las edades, diversiones para todos los gustos, distracciones para todas las clases. Una fiesta que en origen se ha forjado en dura lucha con la razón, la cordura y el poder. Hoy es el poder el que se encarga de darle cauce y medida. Pese a ello, el mecanismo terapéutico funciona a la perfección: ganándose en la calle, en medio de la multitud de celebrantes paganos y dionisiacos. El Padre Zanata es uno de los circunspectos ciudadanos que en este espacio de libertad y locura transitoria echa fuera el lastre de los días cuerdos, el rastrojo de los pies en raíces y mente clara. Con arte, seriedad y elegancia, la propia de un personaje del Carnaval, lo esencial de un cofrade de la hermandad de San Borondón que un día fue hombre de mar y hoy quiere serlo de convento, de isla adentro y buen caldo.


El bichito del Carnaval.

La crónica de la existencia de Pedro Pérez Pérez arranca en el municipio norteño de La Guancha, el 7 de abril de 1931, siete días antes de la promulgación de la II República. Lógicamente no guarda excesivos recuerdos de aquella efímera, convulsiva y trastocada etapa de la historia española. El bullicio en la calle, la algarabía de algunas manifestaciones abanderadas por las izquierdas, el eco de algunos mítines en su pueblo natal, la llegada de la carretera a La Guancha así como el silencio que se apoderó de la isla cuando se produjo la sublevación militar que daría al traste, el 1 de abril de 1939, con la efímera experiencia republicana. La victoria del bando insurgente daría sus frutos de prohibición y silenciamiento de ideas, actitudes y expresiones lúdicas. El Carnaval del pueblo entró en la lista negra. Su reivindicación se convertiría en seña de identidad de varias generaciones. Pedro Pérez forma parte de esa hornada. Nació con el bichito del Carnaval.

“Que yo recuerdo siempre he salido en Carnaval, en pocas ocasiones me lo he perdido. De pequeño, cuando me enfermé no pude salir, pero desde la cama oía el jolgorio en la calle. Cuando haciendo el servicio militar en Marruecos, el año 1958, tampoco los pude correr, pero allí me hinché de oír música árabe en todo momento. Siempre he salido, aún cuando estaba prohibido, especialmente cuando estudiaba Derecho en la Universidad de La Laguna. Al principio salíamos sin nada, después nos íbamos pintando, luego disfrazando y saliendo a la calle. Nos vestíamos igual que hacíamos en los pueblos, en los bailes de disfraces de los casinos y las casas particulares. El Carnaval donde primero empezó fue en las calles de La Laguna, de la mano de los estudiantes. Las carreras delante de la policía eran habituales en ese tiempo, al igual que los bailes en el Teatro Leal. De La Laguna, la fuerza del Carnaval pasó a Santa Cruz y aquí es donde prendió con fuerza. Fue la época dorada de los bailes del Parque Recreativo y del Guimerá”.




Las raíces de atrás.

Pedro Pérez apura la poda de la viña para estar libres durante las fiestas, para no pensar más que salmodias y rezos, para reconciliarse con la parte más primitiva y auténtica del Carnaval: el Entierro de la Sardina, la explosión espontánea de llanto y plañidos. Vive el presente y atiende los ecos que vienen de atrás, los recuerdos familiares. Es una persona vinculada a la tierra y, especialmente, al cultivo de la vid, de ahí le sobreviene el marbete de Zanata. Esta ocupación, lógicamente, es el producto de las generaciones que le precedieron y a las que les reconoce el esfuerzo, les rinde el tributo de la memoria. Entiende que en la vida se puede ser divertido, sin renunciar nunca al esfuerzo, al trabajo.

“Mi padre Adolfo Pérez fue uno de los tantos guancheros que emigró a Cuba y todo que lo ganó allá lo invirtió aquí en agricultura, en la zona de costa. Fue uno de los promotores de llevar agua desde la zona alta de La Guancha a la costa. Una tubería de los nacientes de la Fajana hasta la costa. Conoció a mi madre, Fidelina Pérez, y formaron familia. A él lo recuerdo poco porque murió cuando yo era muy pequeño. Me contaron que enfermó de una angina de pecho y fue tratado por el doctor Marañón en Madrid. Dejó a mi madre con cinco hijos. Mi abuelo materno, Pedro Pérez, fue nuestro pilar. Él también estuvo en Cuba. En ese tiempo era raro el hombre que no fuera a Cuba. Muchas necesidades aquí y allá era donde único se podía hacer un poco de dinero. Era un hombre que le gustaba la tierra, la producción de caldos. Fundó una bodega que hoy sigue en activo. Mi infancia está totalmente vinculada al cultivo de la uva, las vendimias, a la elaboración de vino. Yo recuerdo que el día de vendimia era el único día que mi madre me libraba de ir a la escuela. Ese día era sagrado. Íbamos a vendimiar, a escachar la uva en el lagar que hoy está en la casa de doña Pura Reyes”.


Carnaval largo, viejo espíritu.

Hasta ahora siempre ha sido así: diversión en el Carnaval, austeridad en la Cuaresma. El Carnaval precede a la Cuaresma, cuarentena, la Pascua y la Pasión de Jesús. El colectivo social, el común de los mortales, buena parte de la grey, necesita el tiempo de licencia carnavalesco: concentración, saturación, alta dosis de divertimento. Superado el trance lúdico, esperpéntico y, por tanto, catártico, el ciudadano se acomoda a las cadencias y embates de la vida cotidiana. Se convierte en espectador de otros esperpentos, observadores de la comedia o el drama ajeno. Como todo es un teatro, los personajes del Carnaval se entregan en cuerpo y alma a la fiesta durante los días señalados, pautados. Lo dan todo en ese tiempo efímero de la representación de la locura fingida. Terminada la fiesta, abandonan al personaje hasta la próxima representación en los días previos a la liturgia… Así ha acontecido hasta ahora. Algunos de los personajes del Carnaval han trastocado esa pauta, ese mandato religioso de largos años de peso en la conciencia. Han decidido darle libertad al espíritu lúdico y pasean el personaje a lo largo de las cada vez más difusas estaciones. Es una manera de romper y transgredir y de reconciliarse con el viejo aliento burlón de la fiesta, llámese Dioniso, Baco o Momo.


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Comentarios
Martes, 30 de Diciembre de 2008 a las 21:38 pm - Jesus

#01 Este articulo de Cirilo Leal ( Diector de Teatro y escritor) aparte de hacer una semblanza de mi tio , cuanta un poco el origen d ela familia. Un beso