Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

La lectura de bolsillo de literatura clásica y refinada.

Viernes, 25 de Febrero de 2005
Marcos Hormiga y Mike Eddy
Publicado en el número 41

Texto de James Hart publicado en Londres en THE POCKET MAGAZINE en 1817, que habla de una visita a Puerto Cabras, Fuerteventura

I. LA LECTURA DE BOLSILLO DE LITERATURA CLÁSICA Y REFINADA
I.1. Una visita a Fuerteventura Puerto Cabras, Fuerteventura, 10 de noviembre de 1814.

Querido S:
¡HOLA! Aquí estoy de nuevo en la tierra del hambre y del fuego; del hambre (…) y lo peor de todo, ¡no hay agua! Aquí no llueve nunca, a menos que consideremos llover a media docena de chubascos en ¡un montón de años! La tierra es una masa de suelo reseco sin marisma o humedad, y, a pesar de todo, produce muchísimo grano, suficiente para una buena cosecha si es que, por fortuna, cae un buen chaparrón en el momento apropiado para la simiente; entonces esta es la se convierte en el granero de las otras siete. (…)

Los años 1810, 11 y 12 fueron de hambruna, los dos primeros sin lluvia ni cosecha y el último sin semillas. (…) Durante este tiempo la fiebre se extendió por las otras islas, lo que impidió todo intercambio. De hecho, esta Fuerteventura parece marcada por la desolación y la desgracia, ya que hace solamente unos pocos años que toda la isla sucumbió, arrasada por la langosta que trajo el viento de la costa de Barbaria, que dista cuarenta millas. Estos monstruos sobrevinieron en nubes que llegaron a oscurecer la faz del día y, por el mar, en tal cantidad que parecían islas flotantes. Aparecieron tantas en una noche que el Sr. Miller me aseguró que no se podía ver tan siquiera una brizna de grano, ni un arbusto, ni siquiera una piedra ni absolutamente nada, por toda la isla, que no estuviera cubierto por ellas.

En menos de tres días, toda la tierra sucumbió arrasada y ocurrió un fenómeno sublime y horrible al mismo tiempo: la tierra parecía cubierta por todas partes de un manto escarlata, incluso en las cimas de las áridas montañas, lo que desde el mar parecía como un abrumador ente de fuego flotando en el agua y más, especialmente, por medio de una catalejo, cuando parecía, en ese momento, que todo estaba en movimiento. La gente dice que cubría el suelo con tres o cuatro pulgadas de grosor y que eliminarlas les llevó muchos meses; para ello hicieron hogueras con leña menuda y las asfixiaban con el humo; otros las guiaban delante hasta la orilla del mar; y viendo lo provechoso del viento las empujaban allí de donde nunca regresaran; otros, por el contrario (¡mirabile dictu!), por necesidad, comenzaron a devorarlas: las tostaban, hervían, estofaban ¡e incluso las condimentaban! ¿A qué no nos conducirá la miseria? (…)

Hay una tradición en la isla que data alrededor de trescientos años, que apunta a que estas montañas áridas estuvieron, por entonces, cubiertas de árboles como los de Tenerife o Gran Canaria, que servían para atraer las nubes y producir esos arroyos de agua que son necesarios para la tierra; mientras que ahora no hay ni árboles ni arbustos, ni cosa alguna que permita a la vista verse libre de una extensión de roca estéril. Se dice que, impróvidamente, los españoles lo cortaron todo y nunca tuvieron la precaución de plantar otros árboles; lo mismo se hizo en Lanzarote hasta que estas dos islas adquirieron la apariencia de perfectos desiertos.

W.

“W” es la firma que empleó, según hemos podido descubrir, James Hart.

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